El esperado anuncio de la Presidenta Bachelet sobre el proceso constituyente es uno de los pronunciamientos más sólidos realizados hasta la fecha y creo que ha dejado hasta a los más escépticos con harto que pensar.
Por cierto reafirmó algunas cosas que han estado en duda. Uno de ellos es sobre el “primer momento”, es decir, la etapa del pre constituyente. Definió que consiste en llevar el proceso hacia las personas y conquistarlas en este afán de crear una nueva Constitución nacida en democracia.
Reafirma con ello, que no es un proceso de la elite, de entendidos, ni tampoco de expertos y empezar por allí tiene un gran valor por cuanto permite construir el proceso donde el acento queda puesto en los ciudadanos. Así, sin temor. Es todo lo opuesto a la Constitución de 1980 y da forma al concepto de “nacer en democracia”.
En segundo lugar, este primer momento culminará con una propuesta de Constitución.Para que podamos llegar a esa meta, es importante que el proceso de diálogo no solo sea ordenado sino también informado. La educación cívica será importante, pero lo es también discutir los temas constitucionales conforme a lo que finalmente debe contener esa Carta nueva.
De lo contrario los diálogos ciudadanos corren el riesgo de desdibujarse. Por ende, se hace necesario orientar esos diálogos tanto para que la ciudadanía no sienta que pierde el tiempo, como para que realmente esos debates sean parte integrante de la propuesta que el gobierno elabore una vez que los mismos terminen.
Luego el anuncio demostró algo esencial, que la Asamblea Constituyente es posible. Considerar esta alternativa como mecanismo constituyente, tal como hemos tenido sostenido en varias ocasiones, y hacerlo junto a otras alternativas que también hemos señalado, demuestra que aquellos que creen en la Asamblea Constituyente no estaban consumiendo opio, no estaban alucinando.
Habrá un Comité observador que supervise la transparencia de este primer momento lo cual es significativo toda vez que permite girar este proceso en torno a la democracia e intercambio de ideas desde una óptica de “fair play” y es, en definitiva, una garantía adicional que se agradece.
Después que terminen los diálogos, el gobierno elaborará una propuesta de nueva Constitución que sintetiza estos debates comunales, provinciales y regionales. Esa propuesta permanecerá un tiempo como un símbolo de lo logrado y a la espera de la institucionalización del proceso.
Esa institucionalización viene en un proyecto de reforma constitucional que expresará el modo en que la Constitución de 1980 podría ser reemplazada, recurriendo para ello a un capítulo nuevo de la Constitución, el capítulo 16, que reconocerá la existencia de cuatro mecanismos constituyentes.
Este nuevo capítulo tendrá el aditivo interesante, aunque debatible, de considerar un quórum de dos tercios para su aprobación. Parece innecesario jurídicamente, pero es razonable toda vez que es una invitación a la derecha a sumarse al proceso, y eso es bueno dado que a diferencia de la Constitución de 1980 donde la oposición fue perseguida, encarcelada, desparecida, etc. la nueva Constitución será un verdadero pacto de convivencia.
El gobierno enviará esta Reforma conteniendo cuatro alternativas con el objeto de que se apruebe este nuevo capítulo antes de culminar el periodo presidencial actual. Así, cuando termine su mandato, la Presidenta Bachelet tendrá una propuesta de nueva Constitución y una forma procedimental institucionalizada.
Luego, tras las elecciones del 2017, el nuevo Parlamento deberá decidir por una de esas cuatro alternativas, que incluye la Asamblea Constituyente.
Es altamente recomendable que esa decisión no lo resuelva el próximo Congreso, así sea electo por el sistema electoral nuevo. La experiencia muestra que es importante que el mandato constituyente sea otorgado por el pueblo y el plebiscito es precisamente una de las alternativas que esbozó hoy la Presidenta.
La tarea entonces del actual Congreso consistirá en dos cosas. Primero, promover los diálogos ciudadanos, con capacitación, foros, etc. Y en segundo lugar, afinar los mecanismos. En este sentido, si la Constitución que el gobierno prepare como fruto del debate popular concita el respaldo ciudadano – y habrá tiempo para analizarla – la propia reflexión ayudará a determinar cuál mecanismo es mejor.
Con todo lo anterior, uno concluye que el anuncio es abierto, permite pensar en distintas alternativas, mantiene la gobernabilidad, cumple con las promesas, no deja afuera a nadie, institucionaliza los caminos y lo mejor de todo, nos permite pensar, que por fin, ¡Chile tendrá una Nueva Constitución!