26 sep 2015

No es Pizarro, es el igualitarismo y sus promesas

El senador democratacristiano Jorge Pizarro ha hecho muestra de algo que George Orwell expresó muy bien al criticar al igualitarismo socialista en su novela distópica Rebelión en la Granja, “Hay animales más iguales que otros. Su caso refleja claramente la simbiosis entre un discurso que promete igualdad y a la vez tergiversa la función de los legisladores al colocarlos como paladines contra las “injusticias” mediante la ley. Así, el senador DC es más igual que el resto y lo es, paradojalmente, gracias a un discurso contra la desigualdad que le confiere poder para implantar la fraternidad a costa de otros.

El senador, que tuvo el placer de ir a ver el mundial de rugby en Inglaterra durante el período legislativo, es el mismo que tiempo atrás dijo estar contra de “la falta de igualdad de oportunidades y un modelo de consumo sin control e individualista”. Obviamente, se considera a sí mismo un sujeto con conciencia social, llamado a corregir aquello que considera “una negligencia social” acabando con la desigualdad y la injusticia.

En otras palabras, se considera parte de una élite moralmente superior que merece el cargo político que detenta. Es decir, no escapa a la ley de hierro de las oligarquías que en todos los partidos —incluso los que prometen una igualdad radical— se produce de manera inevitable.

Así, Jorge Pizarro y todos aquellos que claman igualdad, al mismo tiempo que se elevan a la cúspide del poder político, reflejan aquello que Murray Rothbard dijera, “tras las dulces, pero patentemente absurdas peticiones de igualdad se encuentra un deseo despiadado de colocarse a sí mismos al tope de la nueva jerarquía del poder”.

Pero hay un detalle, para mantener dicho poder o alcanzar su cúspide, en cada proceso electoral las oligarquías partidarias igualitaristas realizan las más diversas promesas a los votantes, desde corregir la “negligencia social”, las desigualdades, aumentarles los ingresos, o incluso dar fin al egoísmo en la sociedad imponiendo la solidaridad. Es decir, distorsionando la función legislativa en sí. Ello también explica la compulsión de los legisladores —de todo color— a regular cada ámbito de la vida de las personas imponiéndoles su moral particular como si los ciudadanos fueran niños y ellos fueran sus padres.

Las quejas ciudadanas hacia Pizarro, por su viaje después del terremoto en el norte, reflejan esa profunda distorsión en cuanto a quienes legislan.

Senadores y diputados, debido a sus promesas engañosas e irresponsables a sabiendas de que sus funciones son limitadas, son vistos por los ciudadanos como asistentes sociales o genios de la botella que deben cumplir sus promesas, por absurdas que sean.

Lo cierto es que un senador en medio de una catástrofe no sirve de mucho. Su función es otra. El problema es que piden votos ofreciendo igualdad o justicia social basados en un principio nefasto que han introducido en la legislación: que la fraternidad se impone por decreto, es decir, repartiendo los frutos del trabajo mediante la coerción estatal.

Es decir, que como decía Bastiat, el Estado “tiene que intervenir directamente para aliviar todos los sufrimientos, satisfacer y prevenir todas las necesidades”.De esa nefasta idea sólo puede surgir algo peor, al pueblo entero suplicando el favor y la atención de sujetos más iguales que el resto como el senador Pizarro.

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  • Renato Sukno

    Simplemente brillante… es el claro retrato de los #ProgresistasOportunistas

  • Pepe Lempira

    Esta columna me parece un ejemplo clásico de confusión entre caso y causa. Entre caso y generalización. “Hay seres que defectuosa moral pública o manifiesta inconsecuencia entre quienes sustentan la idea A, luego la idea A es incorrecta”. Una secuencia lógica que es bastante flojita y bastaría para desacreditar cualquier idea.

    Con ese mismo parámetro, el liberalismo debería ser desechado de inmediato. Sobre todo considerando las exacciones ominosas, en muchos casos criminales (y bastantes más graves que la impresentable inconsecuencia de Pizarro), de connotados exponentes de dicha ideología.

    De hecho, grandes liberales chilenos, mediante contacto, trafico de influencia o participación en regímenes dictatoriales (el colmo de la defensa de la libertad, jo), se han beneficiado insistentemente de mercados monopólicos, oligopólicos o concesionados por el Estado (léase espectro radioeléctrico, carreteras, pesca industrial, etc…), aprovechando graciosas ventajas cortesanas, ciertamente nada liberales. Esto bastaría, en similar ejercicio de generalización del caso, para considerar que en el liberalismo hay poderosos predicadores que terminan siendo mucho más libres que la ingenua chusma.

    Pero sería un argumento igual de débil, pues superando la despotricada de sobremesa, también podríamos preguntarnos ¿esos ejemplos aberrantes de liberales, expresan realmente la idea del liberalismo?

    Frente a esta columna, con la misma seguridad, debo decir que me sorprende sobremanera la identificación del senador Pizarro con la idea de igualitarismo. Claro, se le puede ver circunstancialmente subido, en ejercicio de ubicuidad más bien propia de un operador político, sobre la ola de las últimas demandas a favor de la implementación de derechos sociales. Pero trazar una correlación directa entre su persona y la idea de igualdad, me parece tan aventurado como relacionar a Arturo Vidal y Gary Medel con el vuelo en globos aerostáticos.

    La generalización apresurada, secundum quid, o la muestra sesgada (igualitarismo=Jorge Pizarro o igualitarismo=regímenes comunistas) siempre es recurrida y encontrará eco. Porque apreciar los fenómenos en su complejidad requiere de más trabajo que no hacerlo. Los estereotipos nos permiten concocer menos y decir más. Me bastará conocer un abogado o un peruano, para saber como són todos ellos. Podré tener una conclusión más rápida. Porque siempre es más fácil establecer ideas inductivas del tipo “me asaltaron Linares, luego la delincuencia está desatada en Linares”, que molestarse en comprobar si el caso es realmente representativo o tendencia. Y, qué lata echar a trabajar el cerebro. Mejor decir algo.

    Si me dejo llevar por esos recursos propios de la pereza, muy recurridos en discursos maximalistas y fanáticos, y luego cambio el caso a generalizar… si sesgo mi muestra de otra manera… Entonces llegaré a cualquier conclusión. Por ejemplo, la conclusión de que el igualitarismo es por fuerza siempre exitoso, considerando lo que ha logrado en los países escándinavos. Pero si hago eso, solo quedaríamos igualados (pobre igualdad) en el uso de triquiñuelas argumentativas de rutina yo y el autor de la columna.

    Un abrazo

    • Fernanda López C.

      Uff.. Muy de acuerdo contigo. Las asociaciones realizadas en esta columna me parecieron bastante forzadas, intentando desacreditar una ideología (igualitarismo) con un ejemplo excesivamente particular.

      En cuanto al caso de Pizarro , me parece que más allá del discurso con el que una persona haya sido elegida democraticamente para un cargo político y las responsabilidades de éste, sus electores y/o representados esperan una actitud más humana y comprometida. A diferencia del autor, no veo lo último como una consecuencia de ideas igualitarias sino como una actitud humana comprensible ante una catástrofe.

      • Pepe Lempira

        Por supuesto, Fernanda. Apuesto que hasta los electores más radicales del Tea Party estarían indignados si su representante ante el gobierno se va de vacaciones después de una tragedia.

        Pero, ante tamaña obviedad y de la naturaleza humana, pareciera que esta columna se tratara sobre llevar agua al propio molino ideológico a como dé lugar. En eso hay también una frivolidad intelectual muy preocupante, porque finalmente es proselitismo frío a costa del sufrimiento real de personas concretas.

        Y una frivolidad tan arbitraria, porque en la misma lógica reduccionista se podría elegir, no sé, como ejemplo de igualitarismo a Francisco Bilbao, Clotario Blest o el cura Berríos. Digo, ya que las ideas son equivalentes a personas. Puff.

        Un abrazo