Será por el inicio de la primavera, pero el hecho es que en la Patria cosas importantes suceden en septiembre. Desde luego, un día 18 hace dos siglos iniciamos el camino de la Independencia. Menos conocido, en un día 11 hace un siglo se concretó el golpe dirigido por el grupo de jóvenes militares que poco tiempo antes había hecho ruido de sables en el Congreso en apoyo a las leyes sociales de Alessandri Palma.
Dicho movimiento dio origen a la formación del Estado moderno, que a lo largo de medio siglo de desarrollismo acompañó la migración del campesinado y su transformación en la fuerza de trabajo urbana, razonablemente sana y educada, que constituye la verdadera base de la riqueza de todas las sociedades modernas.
La culminación de ese proceso se inició en un día 4 hace cuarenta y cinco años, con la elección del gobierno de la Unidad Popular encabezado por el Presidente Salvador Allende, el más destacado de los grandes políticos de todos los partidos, que supieron conducir toda aquella transformación por vías singularmente pacíficas y democráticas.
En tres años vertiginosos y enfrentando la reacción violenta de los intereses afectados y la agresión directa de la principal potencia mundial, expropió todos los latifundios, según lo establecido en la Ley de Reforma Agraria que había sido aprobada por una amplia mayoría parlamentaria durante el gobierno precedente, encabezado por el Presidente Eduardo Frei Montalva.
En ese clima logró el consenso unánime del Congreso, donde no tenía mayoría, para nacionalizar los principales recursos naturales y las empresas hasta entonces estadounidenses que explotaban el cobre, parte de cuya propiedad había asumido el Estado durante el gobierno anterior y que luego conformaron CODELCO.
Al establecer el derecho de todo niño a medio litro de leche al día, recordó que en Chile ninguno de ellos llegaba al mundo sin que lo recibiesen las manos de un médico en un establecimiento gratuito del Servicio Nacional de Salud, creado algunas décadas antes a iniciativa suya.
Asimismo, que el Estado daba educación gratuita de calidad a uno de cada tres chilenos de todas las edades, que al culminar su gobierno estaban matriculados en establecimientos del sistema nacional de educación pública en todos sus niveles, que asimismo cubrían todo el territorio.
Para dar una idea de la magnitud de este logro gigantesco, baste recordar que hoy estudian solo uno de cada cuatro chilenos, en todos los establecimientos públicos y privados de todos los niveles. El tan alardeando aumento de cobertura se debe a la disminución de la proporción de niños y jóvenes debido a un fenómeno demográfico que asimismo es consecuencia de la urbanización.
Las sociedades no progresan de modo lineal, sino mediante una sucesión de avances, los que usualmente se generan a saltos en períodos turbulentos, y retrocesos que en ocasiones pueden ser muy severos. La Patria Vieja nos legó la Independencia pero duró solo cuatro años antes de caer a manos de sus enemigos.
Fue también en septiembre, un día 11 hace 42 años, cuando militares azuzados por la vieja oligarquía y una potencia extranjera, traicionaron su juramento de lealtad y obediencia a la autoridad constitucional y democrática, bombardearon La Moneda y se revolvieron con saña en contra del proceso progresista que ellos mismos habían iniciado medio siglo antes y apoyado hasta la víspera.
Ocultos tras sus faldones, la viejas oligarquía quiso echar atrás el reloj de la historia en todos los planos de la vida económica y social, en el vano intento de recuperar sus privilegios y hegemonía perdida. Solo que ya no pudieron sustentarla como sus antepasados, principalmente en la legitimidad de su dirección de la producción social que es la base de todas las élites en todas las épocas. En su ocaso, sólo la pudieron ejercer mediante la fuerza, lo cual es posible pero durante un tiempo muy limitado.
La Reconquista duró apenas tres años. En Sudáfrica, los antiguos colonos blancos que se parecen mucho a la élite criolla, recién en 1948 dictaron las leyes del Apartheid, para recuperar la hegemonía que antes habían ejercido con legitimidad durante siglos. En su caso, como sucedió con los “Hijos de Pinochet”, el brutal intento postrero de gobernar por la fuerza fue un canto de cisne que duró medio siglo, antes de derrumbarse hoy a ojos vista, descompuesto por completo.
En el trasfondo de este parto que ha durado un siglo está el pueblo. Los modestos pasos del campesino que dejó atrás la forma de vida de sus antepasados, y al cabo de un par de generaciones sus mujeres que masivamente rompieron las ataduras del trabajo doméstico, se encuentran en la base de todo lo sucedido.
Esa gran transformación genera el impulso tectónico a las grandes irrupciones populares en la vida política que, cada diez años en promedio, empujaron desde abajo al sistema político a remover las trabas que en cada momento se habían levantado en el camino del continuado progreso de la sociedad.
Fue asimismo el pueblo quien derrotó a la dictadura con sus valientes y masivas protestas de los años 1980.
Ahora es también el pueblo una vez más en camino de alzarse, quien empuja al sistema político a terminar las tarea pendientes que nos impiden entrar de lleno en la era moderna.
En medio de esta nueva turbulencia nos encuentra otro septiembre.