Una nueva tragedia nos ha sacudido. A la larga y aguda sequía que enfrentamos hace una década y los aluviones producto de las intensas lluvias de hace algunas semanas, se sumó ahora un terremoto y tsunami que impactó de diversas formas a toda nuestra región.
Pude apreciar personalmente los daños en muchas viviendas y pequeños comercios de Choapa y Limarí. En Illapel, Canela, Combarbalá, Salamanca, Punitaqui o Montepatria muchas construcciones antiguas sufrieron los efectos del sismo y cedieron, dejando a muchas familias damnificadas.
En la costa, en tanto, Coquimbo, Tongoy y Los Vilos fueron azotados por el mar, siendo el aumento del nivel de las aguas un elemento muy destructivo, que arrasó a su paso con las caletas, equipamiento e instalaciones, ferias, mercados, almacenes, restorantes, pequeños hostales y también viviendas.
Fueron minutos de enorme angustia. Muchos vivieron escenas de las que sólo tenían conocimiento por los relatos de abuelos y personas mayores. La desolación y destrucción que dejó el ingreso del mar fue significativa.
Además de los daños en construcciones, se perdieron herramientas de trabajo, mercaderías y ciertamente los frutos de lo que iba a ser un fin de semana de gran afluencia de público y que terminaron siendo sólo días para tratar de ordenar y limpiar los efectos de esta lamentable tragedia.
Como país y como región una prueba más de esta naturaleza que parece haberse ensañado con los nuestros. El Gobierno ha reaccionado con rapidez. La Presidenta Bachelet y los Ministros se han desplazado a la zona y adoptado las medidas necesarias para hacer frente a la emergencia y preparar la reconstrucción de lo dañado.
Se ha decretado zona de catástrofe, lo que junto a los programas que se han ido probando y potenciando con los diversos eventos -ya ocho en este período de gobierno- establecen un marco de trabajo para detectar los daños, identificar a los afectados y procurar reconstruir tanto los hogares como la capacidad productiva perdida.
Me preocupa especialmente que seamos capaces de actuar rápidamente. Es muy importante que la respuesta sea ágil, especialmente para recuperar la capacidad de las personas para desarrollar sus labores. Son muchos nuestros hombres y mujeres que no piden más ayuda que devolverles la capacidad de salir adelante con su propio esfuerzo. Una muestra del temple y coraje de nuestra gente.
Por eso la recuperación de caletas, mercados, ferias, comercios, restoranes y almacenes debe ser rápida, sin demoras y tramitaciones excesivas. El verano está muy cerca y es una fecha donde muchas familias obtienen ingresos. También es relevante lo que se haga en promoción turistica de tal modo que la llegada de visitantes no se vea afectada.
En materia de vivienda también es urgente contar con soluciones expeditas y variadas. Son muchos los tipos de daños, algunos requeriran reparaciones, otros una reconstrucción total.
Y aunque no parece urgente tiene que haber un especial cuidado con inmuebles patrimoniales que debemos reparar y preservar. Es parte de nuestra historia tangible, la misma que forjó el temple de estos hombres y mujeres, que hoy dan la pelea por volver a la normalidad. Con ustedes estamos.