Un grupo de camioneros partió desde la novena región con los restos de algunas máquinas quemadas, producto, para algunos, de “acciones terroristas” o de la “delincuencia que campea” al no haber “estado de derecho”.
Objetivo: marchar por la Alameda para entregar una carta de protesta a la presidenta.Pero ¿es realmente ese su objetivo, o es el de hacer una exhibición de fuerza y traer a la memoria, como amenaza, la imagen de los camioneros que en 1973 fueron actores principales –generosamente financiados por la CIA- para desestabilizar al gobierno de izquierda?
Para cualquiera que analiza el diario acontecer es obvio que la respuesta es esta última.Ellos representan la punta de lanza de nuevo de la derecha política y económica y por eso cuentan, además, con una prensa complaciente, afín a los intereses de los “dueños de Chile”.
Que el país tiene problemas no hay quien pueda negarlo. Hay problemas de gestión, de eficiencia, de coordinación.
Los partidos de la Nueva Mayoría creen que hacer política es entregar “cuñas” a los medios de comunicación y pasarse el tiempo respondiendo, atacando, replicando. Ganar cámara es la consigna aun cuando muchos sólo consiguen exponer sus escasas luces y precarios conocimientos.
Los camioneros marchan y afirman que no hay estado de derecho y en eso se unen a las múltiples voces que ponen como principal problema del país a la “seguridad pública”, eufemismo con el que se llama a la delincuencia pura y dura, esa del arma blanca, del revólver, del asalto, del tráfico de drogas.
¿Qué dicen las cifras de carabineros sobre lo ocurrido en el país en el primer semestre de este año? Bueno, que “los delitos de mayor connotación social a nivel nacional disminuyeron en un 1%”. Entonces, la oportunidad de la manifestación es decidora.
¿Por qué ahora y no en el período en el que se produjo la mayor cantidad de ataques, incluida su expresión más brutal con la muerte del matrimonio Luchsinger-Mackay? Tristemente, nuestra clase política vuelve a mostrarse en toda su mediocridad; por un lado de gestión, al no ser capaz de dar una salida viable y justa al conflicto en La Araucanía, y por el otro lado de mediocridad moral, al utilizar éste como punta de lanza de una campaña mediática destinada a generar un clima de inseguridad y enfrentamiento.
Estamos viviendo un período pleno de campaña de terror con un objetivo no confesado, pero evidente: la derecha no quiere modificar ni una línea del diseño político institucional que les creó Pinochet para crecer sin control, para pelear por instalarse cada vez más arriba en el ranking de la revista Forbes, pero no para retribuir a cada trabajador y trabajadora lo que con su esfuerzo mal pagado construyen día a día.
Por eso su histeria para rechazar la reforma tributaria, la posibilidad de dar educación gratuita a los más pobres, la de entregar pequeñas herramientas a los sindicatos y trabajadores para negociar mínimas condiciones laborales. Eso quieren, en eso está la UDI, RN, y los medios de comunicación afines, es decir casi todos.
Sin embargo, hay algunas diferencias respecto a lo ocurrido en 1973. Uno, el financiamiento para sus arranques sediciosos tendrá que ser interno, pero para eso tienen mucho dinero; dos, hoy tenemos redes sociales para contrarrestar la orquestación mediática y, lo más importante, tenemos una bella juventud valiente, decidida, independiente que no permitirá que el lado oscuro de la fuerza vuelva a imponerse a sangre y fuego.