Un escenario político y social contaminado. La instalación del gobierno con su oferta programática provista de reformas de mayor densidad desató tempranamente una dinámica reactiva de sectores de derecha y empresariales movidos por la defensa del status quo y una ´´legítima´´ percepción de amenaza, lo que se vio agravado por una retórica que pecó de imprudencia y falta de sobriedad desde las propias filas de la Nueva Mayoría (NM). Todo lo cual generó un escenario en donde las ideas y los contenidos no encontraron el espacio adecuado para dialogar y hacer pedagogía democrática y cívica sobre sus fuentes de inspiración y contenidos específicos de las mismas.
Al gobierno no le quedó otro camino que ejercer su mayoría política para viabilizarlas, mientras en paralelo, se incubada una desafección ciudadana en la necesaria adhesión social que se requería como garante de sustentabilidad. El resultado, se sigue contando –hasta ahora- con esa mayoría parlamentaria, pero se ha ido perdiendo aceleradamente la mayoría social.
La emergencia de una nueva amenaza. El gobierno y la NM se encaminan hacia una visión y comprensión de que el momento actual requiere resolver rápida y aceleradamente la dicotomía entre implementar las reformas prometidas en su programa de gobierno o hacer un ajuste a la baja como respuesta a la estrechez de recursos públicos producto de la profundidad de la desaceleración económica.
La resolución de esta aparente dicotomía encierra, por un lado, el riesgo potencial de una división al interior de los partidos políticos que constituyen la NM y un alejamiento explícito y activo de los movimientos sociales, v.g. CUT y CONFECH, que han apoyado las orientaciones gruesas de las reformas sociales emprendidas, resituándose un esquema similar al experimentado por sectores que se definieron como autoflagelantes dentro de la Concertación y, por otro lado,el riesgo que no actuar oportunamente suponga para una parte de la NM una actitud poco realista y/o voluntarista que se niega a mirar y actuar coherentemente frente a la complejidad económica actual, tomando una posición similar a los sectores que en otro momento se declararon como autocomplacientes.
En consecuencia, si esta dicotomía es evitable y más aún encierra riesgos cualquiera sea su resolución, entonces, se hace necesario sortearla para evitar la profundización de la crisis de credibilidad y confianza que afecta al sistema político en su conjunto y que amenaza los fundamentos de la gobernabilidad que Chile debe proteger como nunca antes. Si a una candidatura presidencial se le vota por el futuro, a un gobierno se le juzga por el presente y sus realizaciones, y si una coalición de partidos políticos comete el error de volver a un pasado que los dividió, el resultado será un juicio más severo en el presente y su debilitamiento de cara al futuro.
La verdad ineludible. La tendencia de desaceleración de la economía –ceterisparibus- seguirá acentuándose, pero su origen es estructural y no coyuntural, viene desde antes y está determinada por la sostenida disminución que viene experimentando el PIB potencial precedida de rendimientos decrecientes en la productividad del conjunto de la economía.
Frente a esta realidad se tiene que actuar rápido y con decisión a partir del reconocimiento que hoy no se dispone de una agenda clara y robusta para cambiar la tendencia de bajo crecimiento económico. Aún queda tiempo, pero éste se agota. El 25% de los chilenos piensa que la situación económica es buena o muy buena, pero el 62% sostiene que su vida en general es buena o muy buena (Encuesta Subjetiva, Junio 2015).
Esta brecha no se explica si no porque la desaceleración aún no afecta a la mayoría de la población. Ello sólo ocurrirá cuando el bajo crecimiento comience a impactar de manera relevante en las cifras de empleo. Lo lógico es que primero se observe un deterioro en la calidad de éstos y luego en la cantidad. Si así ocurre, entonces, el debate de reformas v/s austeridad fiscal perderá sentido y lo que es peor no repercutirá en la recuperación del crecimiento económico.
Una idea para retomar la iniciativa política y cambiar el escenario actual. Si reconocemos que la peor amenaza para Chile, en el actual contexto político, es pasar de un bajo crecimiento económico a un estancamiento económico y que esto genere un aumento relevante del desempleo, entonces, urge elaborar una agenda pro crecimiento, pro pymes y pro empleo.
Esta agenda, si existe, es demasiado precaria o no está visibilizada, lo que políticamente significa lo mismo. Su contenido debe ir más allá del manejo macroeconómico o de llamados abstractos a recuperar la inversión privada, y debe incluir medidas meso y microeconómicas de implementación en el corto plazo, sin descuidar u olvidar que el efecto buscado debe ser siempre impactar en el mediano y largo plazo sobre las condiciones que determinan y determinarán la frontera de posibilidades para recuperar o a la menos acercarnos a la senda de crecimiento que tuvimos hasta el inicio de la crisis asiática.
La construcción de esta agenda debe ser iniciativa del gobierno, basada en una convocatoria encabezada por los Ministros del Interior y Hacienda e incluir a las elites empresariales y laborales para desatar una energía constructiva e inclusiva. Se trata de romper el círculo vicioso del presente para avanzar hacia un círculo virtuoso del futuro.
Esto fue lo que hicimos el 2009 para enfrentar el impacto de la crisis subprime en nuestro país y los resultados fueron notables. Si bien no evitamos la caída del crecimiento económico (-0,9%), la evaluación del gobierno frente al esfuerzo desplegado alcanzó índices insospechados (popularidad de la Presidenta Bachelet encumbrada en 80%).Una agenda que atienda este desafío ayudará a erradicar temores infundados como por ejemplo el que se instala en torno a la reforma laboral y su eventual impacto negativo en la Pymes.
Los empresarios pymes deben saber que esta reforma a lo más tendrá un efecto en el 3,5% de las pequeñas empresas o más fácil aún, bastaría con subir el quorum para constituir un sindicato y quedan exceptuadas de este temor, en cambio una agenda robusta de políticas públicas y económicas que fomente su desarrollo puede llegar a impactar positivamente en una mayoría de éstas.
La NM y el gobierno tienen que optar entre seguir lamentándose y profundizando en la emoción de la crisis o convertirla en energía para mejorar y corregir lo que se estaba haciendo mal. La clave nuevamente la dan los ciudadanos al responder que “si Chile fuera una casa que deberíamos hacer con ella”? Sólo el 24% afirma que deberíamos derribarla y construirla de nuevo, en cambio el 73% afirma que deberíamos repararla donde sólo se necesita o ampliarla y hacerla crecer (Encuesta Subjetiva, Junio 2015).
También hay empresarios que entregan sus claves: “Por eso tenemos que buscar la forma de enmendar el rumbo lo antes posible, para que la economía vuelva a tomar un ritmo importante de crecimiento, de manera que podamos seguir focalizándonos en los aspectos sociales que hoy tenemos pendientes con la gente”; “cuando nos unamos y lleguemos a ciertos acuerdos, la economía se reactivará rápidamente” (Richard von Appen, La Segunda, junio 26).
Eso sí, esta agenda no debe descuidar los necesarios cambios legales que se requieren con urgencia para sanear la relación entre la política y el dinero y alejar la amenaza de la corrupción sobre nuestro sistema político.
Sólo una legislación drástica que separe al poder político del poder económico posibilitará ir recuperando la confianza de la ciudadanía y dejar atrás un mal año que puso en entredicho los cimientos más esenciales de la democracia chilena. Los chilenos aún mantienen la esperanza que esta realidad vergonzante pueda cambiar.
Así es, el 85% piensa que la democracia está enferma o muy enferma, pero el 69% cree que tiene remedio (Encuesta Subjetiva, Junio 2015). La palabra en esta materia, la tiene el ejecutivo y el legislativo. Cómo se resuelva este dilema y el tiempo que tome, determinará la capacidad de la elite política actual para reconcursar democráticamente en los próximos eventos electorales o la factibilidad de la emergencia de una oferta política con sesgo populista.
En consecuencia, corregir las reformas pero sobre todo comunicar el sentido finalista de las mismas como el compromiso de todos por avanzar en equidad e inclusión social, acompañado de las necesarias reformas para terminar con la promiscuidad en la relación de la política con los negocios e impulsar una agenda para empujar el crecimiento económico deben ser parte de una única estratégica para salir del empantamiento en que nos encontramos.
Así, tal vez se haga posible el aprendizaje del Ex-Presidente Mujica que nos dijo que “la vida le enseñó que siempre que llovió, paró”.