Para nadie es un secreto que el mundo político chileno y el gobierno de Michelle Bachelet se encuentran en una situación difícil. Hay falta de confianza, de credibilidad en los políticos, y según dicen las encuestas – el Oráculo de estos días – hasta en la Presidenta, a quien despedimos con un 84 por ciento de apoyo hace cinco años y recibimos en su nuevo período con un 62 % hace menos de dos.
Los escándalos por cohecho, uso de información privilegiada y tráfico de influencias han salpicado a todos los actores políticos en forma transversal, aunque a la derecha con más fuerza. El fenómeno de desconfianza en las instituciones y en los políticos ya es universal, sin que esto sea excusa.
Aparte de la realidad de los hechos que han provocado esta desconfianza, la oposición de derecha no ha encontrado mejor juego, mientras busca cómo rearmarse, que atacar al gobierno para frenar las reformas que habían avanzado demasiado rápido para sus intereses en el primer año de gobierno. Comenzaron con las cantinelas de “falta de liderazgo”, “mala gestión”, etc., mientras recurrían a su aliada, la derecha empresarial, para que paralice la inversión y reduzca la producción, contribuyendo así a la caída del PIB que en realidad aflige a toda la región latinoamericana.
Pero ellos lo hacen aparecer como que las reformas –tributaria y laboral principalmente—son las causantes de la desconfianza de los empresarios para continuar invirtiendo en el país, aunque lo siguen haciendo en países vecinos con tributaciones más altas. Y en un chantaje directo, amenazan al gobierno de la Nueva Mayoría con paralizar la economía si se continúa adelante con su programa de reformas, un programa que tiene como eje reducir la desigualdad entre los chilenos.
El gobierno de Bachelet ha debido someterse a este chantaje y prometer una ralentización en las reformas en este segundo tiempo del gobierno. Una prudencia que parece aconsejable pero que no deja muy contenta a la mayoría que votó por ella y por su programa. Pero es comprensible, somos rehenes de la derecha económica y política.
La primera lo ejecuta paralizando la economía o disminuyéndola hasta que el presupuesto nacional no pueda responder a las promesas del programa. La segunda, a través de sus voceros en el Parlamento, que son la minoría, pero una minoría amplificada a través de los medios de comunicación tradicionales- en sus manos a nivel nacional y mundial-, que difunden los males que nos aquejarían si continúan las reformas… que no modifiquemos un modelo implantado por la dictadura que aumentó la desigualdad ensanchando el abismo entre los comensales y quienes recibimos las migajas del banquete.
¿Cómo salir de ésta impasse? Tener la mayoría en el Parlamento “vale callampa” si la oposición de derecha tiene la sartén por el mango, es decir, los poderes económico y medial. En este escenario, la abolición del binominal no cambia mucho las cosas. ¿Qué lo cambiaría?
Por empezar, hacer oír nuestro clamor de que necesitamos esas reformas. ¿A través de qué medios, si ya no tenemos los que nos representen? La Internet ayuda, pero también está controlada por el Gran Hermano (pensemos en Julian Assange, en Edward Snowden).
Debe crecer la conciencia de que hay que tomar la ofensiva en el campo de los medios de comunicación. Y que esto sólo será posible con una política de comunicaciones que democratice nuestro sistema oligopólico, concentrado en manos de la minoría que no gana en las urnas.
Desafortunadamente, nuestros políticos son analfabetos en materia de política de Comunicaciones. Desde los tiempos de la Concertación, nunca quisieron entender que no se trata de comunicar mejor las acciones del gobierno. Se trata de rearmar el sistema comunicacional para que todas las voces puedan interactuar, que todas las voces puedan emitir sus mensajes y ser escuchados, al contrario de hoy en que todos debemos escuchar una sola voz hegemónica, la del modelo imperante.
El Colegio de Periodistas celebró el sábado 11 su 59º. Aniversario contribuyendo a esta lucha al proponer al gobierno la incorporación a la Nueva Constitución, elegida por Asamblea Constituyente, este Derecho a la Comunicación, que es más que y que complementa la libertad de expresión y el derecho a la información (http://www.colegiodeperiodistas.cl/2015/07/la-batalla-politica-central-hoy-es-la.html).
Es la maduración de un gremio que ya no sólo piensa en mejorar sus condiciones laborales, sino en construir un sistema medial sano que reproduzca todos los puntos de vista.
Seguiremos siendo rehenes de la derecha si esto no se logra a través de una política de Comunicaciones democrática, que no es lo mismo que una política de propaganda de gobierno.
http://www.colegiodeperiodistas.cl/2015/03/minuta-general-de-propuestas-y-programa.html