El país en este último tiempo nos ha transparentado una realidad moral que han afectado a líderes políticos, deportivos y religiosos.
Entendemos que la perfección humana no existe y todos estamos sujetos a cometer errores, pero no horrores. Estos horrores se producen cuando afectan la naturaleza misma del liderazgo que los involucrados tienen en la sociedad. En efecto, para un político su razón de ser es “servir a la comunidad” en general y en particular a sus electores, pero en ningún caso de servirse del poder para sus fines personales, que en muchos casos se juega en esta insana relación entre poder y dinero.
Para un deportista, su liderazgo se sostiene sobre el espíritu de superación, sobre el fair play, la rigurosidad, el esfuerzo que les lleva a establecer un estilo de vida muy ajeno al carrete, al alcohol, al relajo o la agresión al rival. Eso no significa que un deportista no pueda distraerse y tomar algunas copas, pero nunca en medio de un evento competitivo en el que está involucrado. Allí no hay espacio para ese relajo. Menos infringir la ley del tránsito y poner en peligro a otros al manejar en condiciones de intemperancia y en un vehículo de alta velocidad, generando un desastre mayor. La fuerza, la garra y la destreza, son parte de la actitud de un buen deportista pero en ningún caso la agresión como una forma de ganar ventajas antideportivas. Esos no pueden ser líderes para tantos niños que quieren emularlos deportivamente.
Para un sacerdote, su liderazgo se basa en ser puente entre Dios y los hombres, por lo que toda relación se sustenta en la confianza, en ahondar en la vida del otro para apoyarlo en su encuentro con Cristo. En ningún caso hacer un abuso de poder, al manipular a los que se confían a él y/o abusar sexualmente de ellos. Por lo mismo, su conducta en este ámbito es de mucha mayor gravedad que la que pueda ocasionar una persona que no tiene su investidura.
La política, el deporte y la fe, son tres ámbitos que tienen una tremenda dimensión social y valórica que implica a su vez una gran entrega de parte de sus actores. Por eso, el que estas tres esferas estén mostrando señales que desvirtúan el sentido mismo de su rol social, sin duda alguna reviste una tremenda gravedad.
Es cierto que estas conductas son de algunos y no pueden extenderse a todos quienes realizan estas funciones, sin embargo como un termómetro nos marca la temperatura.
Ahora, la situación se agrava muy severamente, cuando el entorno de los involucrados le resta valor o gravedad a la situación. Si lo hacen todos los políticos, no hay motivo para juzgar solo a algunos, el accidente de Vidal no es tan grave dicho por un entrenador referente nacional que es capaz de pasar a llevar las normas por él establecidas para potenciar un éxito deportivo o tratemos que la cosa no trascienda y busquémosle nosotros una salida para que no se desprestigie más la Iglesia. En todos estos ejemplos, donde todo se justifica, se larva una conducta que nos pueden llevar a un profundo desquiciamiento.
Toda sociedad se construye sobre una plataforma moral que es anterior y superior a las instituciones. Es a partir de ello que se generan las leyes. Una sociedad que se pierde moralmente no es viable y tiende a desmoronarse. Por lo tanto, este fenómeno que se vive en el país, que para algunos es una depuración natural y para otros, que no creemos en las casualidades sino en las causalidades, es una voz o un grito de Dios que nos está evidenciando una realidad; si sabemos manejarla en la transparencia y en la verdad, sin superficiales justificaciones como las antes descritas, es posible que nos lleve a un crecimiento moral del país. Que es lo que todos esperamos.
El que nos sorprendamos, nos cuestionemos y nos revelemos frente a estas situaciones es un signo positivo que indica que no hay espacio para la indiferencia porque nos afecta, nos molesta. Sin embargo, es cierto también que a veces tenemos un doble estándar ya que exigimos a otros lo que nosotros no somos capaces de dar.
Es por ello que en definitiva el transparentar ésta realidad, es una gran noticia porque no pasa desapercibido sino que nos cuestiona, nos obliga a revisarnos a todos y a actuar con mayor consecuencia y coherencia, lo que en definitiva es muy bueno para el futuro de nuestro país.
Bienvenida transparencia.