(Los tiempos del miedo y la ira)
Ya comenzó la operación salvataje (a veces burda comunicacionalmente), y no queda claro quién miente y quién dice la verdad.
Todos y todas quieren salvarse a toda costa.
Pero, ¿todos (as) mienten?
El “no pidamos cuenta de sus actos a quienes lo hacían posible”, mantenido por una especie de “pacto frívolo”, ocultado y conocido por las mismas personas que hoy en la esfera privada esperan un buen acuerdo,-ojalá con mucho de “perdonazo”-, no es ya capaz de contener la aparición de la corrupción en nuestro país, con una fuerza telúrica.
El daño en la imagen, ya está hecho. Los diarios extranjeros como el NYT y El País, titulan en algunos artículos “escándalos asociados a la corrupción”, comparándolos con los de Brasil y otros lugares, pero en menor escala.
¿Ahora bien, quién miente?
El cerebro humano es una máquina evolutiva natural para narrar mentiras, frente a algo que amenace la sobrevivencia y el bienestar presente o futuro primero de la misma persona o sus parientes, especialmente si son familiares, salvo que se practique la “ética del sacrificio”.
Por esto es, que el niño naturalmente miente para “salvar el pellejo”, y debe ser educado en la virtud esforzada y dificultosa de la honestidad en la medida que se desarrolla.
Que levanten las manos quienes no copiaron nunca en la educación básica o secundaria.Si alguien lo hace, se burlan de él y no le creen.
Parece que todos en algunos momentos, sí hemos sido deshonestos. El problema es que los probables deshonestos (as), hoy tienen mucho poder y responsabilidad sobre el bien público y privado, que afecta finalmente a todos los ciudadanos (como en el pago de los impuestos).
Los animales desarrollaron mecanismos para pesquisar el engaño, y de esta manera no ser cazados o comidos. En cambio, el ser humano los perdió desde que apareció el lenguaje, ya que obligó a centrarse en la palabra y su sentido para dilucidar la verdad y la mentira, menospreciando las señales para- verbales y aún las conductas que las acompañan.
¿Estamos jodidos?
Para colmo, a algunos filósofos se les ocurrió que la verdad a través del lenguaje de-vela la realidad, es decir descubre y oculta ¡a la vez!
Sí, parece que por ahora, estamos jodidos.
Quizás el problema se originó en “cadáveres” (ética, ideologías, prácticas, costumbres…) mal enterrados en la dictadura y durante la época de la “transición”, que terminaron por resucitar.
Bueno, por lo menos, por fin “la ciudadanía demanda limpieza”, y como también lo enfatiza el escritor Manuel Vincent, lo está haciendo con “un afán de cabreo (muy) explosivo” y catártico, que recién comienza y, que hay que respetar. Que se despedacen- por ahora-, las confianzas y liderazgos en una implosión catastrófica caótica, pero contenida y no violenta, con sus resentimientos y venganzas justicieras contra las elites y los poderosos (as) deshonestos y corruptos.
(Por suerte, en el caos aparente, siempre habita el orden conducido por un “atractor caótico”).
Según Zurita, “estamos pegados en los tiempos de la ira”, y del miedo, agregaría.
Las pasiones extremas, como la ambición de poder y de riqueza, y también, la de la verdad transparente pura y absoluta, terminan por oscurecer y anestesiar el discernimiento y la reflexión crítica-moral.
Ya vendrá la etapa de reconducir a la ciudadanía a la “toma de razón”, a travésde acuerdos, nuevos pactos sociales y de leyes con instituciones fortalecidas ¿en un cambio institucional?, para poder finalmente hacer justicia en las urnas, cuidando eso sí, de enterrar bien a nuestros muertos de la purga (que parece ser larga), para que no resuciten.
(No hay que olvidar que “los sueños de la razón”, (también) engendran monstruos”)
¿Y quién puede realmente conducir esta renovación ética, política y económica, social- cultural?
Sólo algún nuevo (a), líder (¿y partido?) emergente, que con pasión, carisma, coraje y fortaleza, la conduzca a los necesarios cambios en los que está inmerso el país, a través del liderazgo del servicio, la honestidad, la justicia y la humildad.