En mayo del año 2004, el analista Antonio Cortés Terzi, en el artículo “Araucaria en macetero” reflexionaba sobre las limitaciones que imponían las estrategias de los partidos, particularmente del PS, a la entonces ministra de Defensa, cuya popularidad comenzaba a perfilarla como potente candidata para suceder al Presidente Ricardo Lagos.“La ministra Bachelet crece como araucaria y ellos le ofrecen un macetero”. Creció, sin duda hacia arriba (su segundo mandato da cuenta de ello, aunque con una abstención electoral histórica), pero ¿qué tan profundas son sus raíces?
Durante los últimos meses, la Presidenta ha bordeado los más bajos índices de aprobación ciudadana, 39 %, según muestra la encuesta Adimark dada a conocer recientemente, aumentando a 52% la desaprobación a su gobierno. Ya no parece incombustible a la fluctuante opinión pública, como parecía ocurrir frente a cada situación crítica que se le presentaba (Transantiago, maremoto, para recordar dos hitos).
La caída en la confianza hacia la Presidenta se gatilló desde su núcleo más cercano. El caso Caval impactó en el imaginario mismo del Gobierno y de la Nueva Mayoría, en la pretensión de que ellos encarnan un proyecto progresista y democrático cuyo horizonte simbólico es una sociedad de “cancha nivelada”, reduciendo las brechas y las desigualdades.
El contundente reproche de la ciudadanía por los casos Caval y Penta, son fundamentalmente a una sociedad profundamente injusta, lo que se expresa en la asimétrica relación con el poder, el dinero, los riesgos y las oportunidades.
La “clase política” chilena ha quedado, una vez más, en una precaria situación de legitimidad, tensionando la viabilidad del proyecto democrático pos dictadura. Y esta vez sus nexos con el poder económico ya no solo son una presunción, sino hechos en los que se funda una imputación criminal.
Por otro lado, José Mujica, el saliente Presidente de Uruguay, se posicionó en el imaginario latinoamericano y mundial como una figura ejemplar de austeridad y consistencia política con el proyecto histórico de democracia y justicia social. Terminó su periodo con 65% de respaldo y se instaló como una figura de culto a partir de su biografía, el distanciamiento con los ritos del poder y el coraje político.
No obstante, las críticas a Mujica y al Gobierno del Frente Amplio, que con Tabaré Vázquez asume un tercer gobierno consecutivo, tampoco se hacen esperar: la concentración de la propiedad de la tierra, la precariedad de las fuentes de empleos creados con capitales extranjeros movedizos, y un espacio cada vez mayor para la inversión privada en áreas de interés público, son las más duras que se formulan.Monsanto y el impacto de los sojeros en la economía uruguaya son un nudo crítico en el proyecto frenteamplista.
Aunque ambas figuras, Bachelet y Mujica, lograron posicionarse como referentes de una izquierda con vocación de poder democrático y enarbolando banderas de una sociedad más justa, lo cierto es que los grandes problemas estructurales y de legitimidad que afectan a nuestros países desde la intervención neoliberal, no han sido sustancialmente abordados. Desigualdad económica y política, privilegios y riesgos distribuidos desproporcionalmente y un cada vez mayor distanciamiento de las agencias y agentes políticos con la ciudadanía y las organizaciones de la sociedad civil, persisten en nuestros países después del retorno a regímenes democráticos.
Pero al menos el estilo Mujica es más consistente con el discurso y el ideario de las fuerza democráticas que, la “institucional” puesta en escena de la Presidenta Bachelet y de los partidos chilenos, buscando la salida limpia mediante una propuesta legislativa en un parlamento cuestionado y comisión de “respetables” que “iluminen” al país en estos momento difíciles.
La araucaria se tambalea frente a su propia autosuficiencia, creyendo que se puede construir un proyecto político democrático sin el respaldo de la ciudadanía y desarraigado de los movimientos sociales, postergando una y otra vez el gran desafío desde el retorno a la democracia: un nuevo pacto político-social que se manifieste en una Constitución Política legitimada por referéndum popular. Una Asamblea Constituyente no es solo una cuestión de forma, sino de fondo. Y urgente.
Al menos a Mujica todavía lo puedes tratar de compañero y encontrártelo en la plaza del barrio.“La Jefa” esta blindada en su macetero por los partidos oficialistas, esperando a que el cántaro resista un poco más el peso de la evidencia.