Para la Democracia Cristiana resolver el dilema al que la enfrenta la discusión sobre el aborto es central, ya que siendo un tema que aparentemente es uno más de los múltiples que enfrenta la sociedad chilena actual, fijará no sólo una línea para la acción política de sus miembros sino también justifica su deber ser en la política chilena y su identidad futura.
Esta discusión ha sido planteada reiteradamente por varios actores sociales y políticos situados en lo que llamaríamos tradicionalmente izquierda, como un tema identitario y de pertenencia.
Si la DC aprueba el proyecto de ley presentado por el gobierno entonces es de centro izquierda y pertenece a la Nueva Mayoría; si la DC no aprueba el proyecto presentado por el gobierno entonces pasa a una suerte de espacio vacío donde es dable discutir su adscripción a los valores de su conglomerado político.
Vemos entonces como la discusión abierta sobre este llamado “tema valórico” puede cobrar una importancia inusitada, planteándole a la DC chilena una definición que la puede reimpulsar o la puede replegar a la intrascendencia política.
En el último congreso ideológico del Partido Demócrata Cristiano en que participé como parte del comité organizador, se reafirmó el derecho a la vida como uno de los ejes orientadores de la DC y se manifestó, además, la firme voluntad de dar una lucha efectiva a favor de dicho derecho.
El mencionado Congreso, en su numeral IV postuló, que frente al llamado aborto terapéutico una legislación especial es innecesaria, por cuanto ello implica que se abren las puertas “a la definición desde el Estado acerca de cuáles seres humanos pueden existir y cuáles no”. Es decir, hasta ahora el partido considera que el tema es resorte de la relación médico y paciente.
El Congreso también señaló que la Democracia Cristiana propiciará “la existencia de mecanismos de discernimiento para resolver los casos excepcionales y complejos que se presentan desde el punto de vista médico”.
Por su parte el programa de gobierno el que aprobaron los órganos directivos, llamados a velar por los acuerdos del Congreso Ideológico, sin haberlo discutido en profundidad, lleva al Partido a suscribir un programa de gobierno propuesto por la entonces candidata Michelle Bachelet, que en esta materia plantea.
“Promoveremos políticas destinadas a reforzar la autonomía de las mujeres. Esto incluye una ley de derechos sexuales y reproductivos acordes y realidades y opciones de las personas; educación sexual laica y humanista en los colegios; acceso a servicios de salud sexual y reproductiva; disponibilidad efectiva de métodos anticonceptivos, incluyendo la anticoncepción de emergencia y despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en casos de peligro de la vida de la madre, violación o inviolabilidad del feto (página 169, Programa de Gobierno).
Si enfrentamos ambas posiciones, es nítido que en esta materia, no hay una fácil salida intermedia. Se podría incluso discutir la legitimidad de la decisión tomada por la directiva que aprobó el programa de gobierno, pues no teniendo autoridad para ello, se adscribe a un programa cuyas bases, en estas materias, entran en contradicción abierta con sus postulados doctrinarios, abriéndose entonces la posibilidad que una Junta Nacional anule dicha adscripción aduciendo un vicio de origen.
Desde el punto de vista señalado, no habría tal dilema si los militantes que se desempeñan en todos los espacios de poder social y político, respetan el acuerdo mientras el Congreso Ideológico en proceso no decida otra cosa.
Sin embargo, el gobierno, en acuerdo con algunos “notables militantes”, ha optado por obviar no sólo la validez de nuestro Congreso Ideológico ni respetar que hoy estamos en otro, radicando directamente en el Congreso Nacional la discusión sobre una materia que para la Democracia Cristiana debe ser discutida en su complejidad desde el punto de vista social, médico, político, filosófico y moral por la mayor cantidad de militantes posible, en el Congreso en proceso. Es el mínimo respeto que nos debemos.
La decisión del gobierno significa claramente que se ha privilegiado establecer el tema del aborto en el plano de la táctica legislativa y se le ha intentado impedir a la DC entrar a la discusión desde sus valores, y sin democracia interna, elitizando una discusión política mayor, sobretodo que la materia es parte de una lucha ideológica dentro de la Nueva Mayoría.
Aparecen, además, nítidamente, militantes de primera categoría, los parlamentarios, con derechos especiales, que no están sujetos al control colectivo y que tienen la supuesta potestad de actuar apelando a su sola conciencia individual, mientras otros, los no parlamentarios, sin voz ni voto quedan actuando en una estructura partidaria vaciada de real valor y significado e irrelevante en su acción política.
A nuestro juicio, el resultado de estas prácticas no sólo no será la solución a los problemas sociales y médicos que afectan a las mujeres de nuestro país, sino que, además, se agudizará el problema de la fragilidad de las instituciones, la prescindencia de los partidos y la irrelevancia de la acción política de los miembros adscritos a estos colectivos. En estos momentos es un claro error político.
La Democracia Cristiana entonces no enfrenta un dilema, enfrenta una conducta extorsiva de quienes deberían ser sus socios; y sus administradores y mandatados deben velar porque sus parlamentarios, que tan alegre y trivialmente concurren con sus votos a demostrar su lealtad al programa de gobierno, se abstengan de apoyar el proyecto propuesto por el poder ejecutivo mientras el partido se encuentre en estado de Congreso Ideológico.
La prudencia y respeto mutuo hace necesario que los demócratascristianos dialoguemos en casa. Incuestionablemente en esta situación existe una representación partidaria de nuestros parlamentarios en suspenso en una materia tan relevante para el futuro partidario y la fraternidad interna.
De lo contrario estaríamos aceptando ser cómplices de una estrategia de poder, (conveniente para aliados y adversarios) cuyo objetivo es mantener debilitada a la DC para crecer a costa de esta y reducirla a la mínima expresión: suficientemente pequeña para manejarla, pero no tanto como para eliminarla, es decir la irrelevancia política y la entronización del materialismo disfrazado de neoliberalismo valórico más feroz, que no sólo controla el mundo material con sus despiadadas reglas, sino también crecientemente el mundo espiritual, que la DC entiende como el esencial sentido que debemos dar a la vida personal y comunitaria.
Existen hoy vertientes no social cristianas en el Partido Demócrata Cristiano. En efecto, hay brotes no menores de social demócratas y liberales. Respetamos estas visiones que pueden complementarse, pero que deberán definirse en la máxima instancia en proceso, el Congreso Ideológico en trámite es el lugar de tan vital y vigente debate.
La actual dirigencia debe con claridad señalar al gobierno que deberá esperar nuestras definiciones; es el mismo trato no preferente, pero si respetuoso que merecemos. Es la forma como nos hemos relacionado por 25 años que no hay que perder de vista con sus luces y sombras.