Ya es un hecho. El binominal ha muerto, a contar del 2017 elegiremos a nuestros representantes bajo un sistema más representativo y competitivo. Así de claro.
Será más representativo porque las ataduras del binominal impedían la expresión de todas las fuerzas políticas, dado que las listas competían con dos candidatos, la oferta era extremadamente restrictiva; y será más competitivo, porque habrá más candidatos en la calle, en distritos más grandes y con 47 nuevos cargos a elegir: 35 diputados y 12 senadores.
Sin duda todo esto provocará incertidumbre y, en buena hora, porque la gente tendrá un estímulo importante para votar. Los resultados no estarán, como ha ocurrido hace tanto tiempo, escritos con antelación. Las elecciones tendrán esa cuota necesaria de adrenalina.
Los candidatos deberán redoblar sus esfuerzos para conquistar a los electores. No será tarea fácil especialmente por el contexto de desafección que ronda en Chile, donde la identificación con partidos bordea el 20% y el interés en la política no sobrepasa el 15%.
Pero tampoco nos hagamos tantas ilusiones. No le podemos pedir al nuevo sistema electoral que resuelva todos los problemas de la política. Sería iluso pensar que este sistema, por sí solo, produzca una mayor participación electoral y que aumente la afección partidaria.
En lo que sí habrá efectos inmediatos es en la oferta política. Particularmente en los distritos que reparten de 5 escaños hacia arriba, los votantes tendrán un amplio abanico de opciones. Un militante del Partido Radical, que con binominal debía respaldar a un DC o a un PPD, ahora tendrá la oportunidad de votar por un candidato de su propio partido.
Eso me hace pensar en que con este nuevo sistema podríamos reencantar a aquellos que, siendo activistas o militantes, no tenían la posibilidad de trabajar en una campaña de su propio candidato. Las puertas se están abriendo entonces. A esto debemos añadir el que las coaliciones pueden presentar un candidato adicional. En distritos que reparten 5 escaños, por ejemplo, las coaliciones podrán competir con 6 candidatos. Sin perjuicio de que existan omisiones de partidos, de todos modos la oferta mejorará sustantivamente.
¿Se aleja a los representantes de los representados? La oposición ha argumentado que con este nuevo sistema se producirá un distanciamiento entre los representantes y la gente. Esto no es así.
Si bien varios distritos aumentan su tamaño, esto no es necesariamente sinónimo de que los candidatos hagan campaña en las comunas más grandes de ese distrito. Incluso, puede ocurrir todo lo contrario. Un candidato, en lugar de desgastarse en las comunas más grandes, podría generar un pequeño nicho de apoyo en las comunas más pequeñas.
De esta forma, construirá lazos más estrechos con los votantes y estará más cerca de sus problemas. Dado que este sistema reduce las barreras de entrada (en un distrito de 8 escaños un candidato aseguro el cupo con un 11,11%), es perfectamente plausible que un representante opte por una estrategia de nicho más que por una estrategia global o distrital.
Se ha dicho que este sistema electoral es un traje a la medida para la Nueva Mayoría. Falso. Si se calcula la distorsión entre el porcentaje de escaños asignados a cada distrito y el porcentaje de población que ahí habita, no existe correlación alguna con la fuerza electoral de la Nueva Mayoría.
En otras palabras, el hecho de que a un distrito se le asignen más escaños de los que le corresponde por peso poblacional, perjudica o beneficia a ambas coaliciones por igual. Acá no hay trampa.
Y, al respecto, permítanme un ejemplo personal. Represento al distrito de La Reina y Peñalolén.De acuerdo al nuevo sistema electoral, el distrito estará compuesto por estas comunas más Las Condes, Lo Barnechea y Vitacura (antiguo distrito 23). Mientras en La Reina y Peñalolén para 2013 había cerca de 262 mil habilitados para votar, en Las Condes, Lo Barnechea y Vitacura había más de 380 mil potenciales electores.
Es decir, mi antiguo distrito se fusiona con uno mucho más grande. Por tanto, mi cupo no está asegurado. Todo lo contrario. Me someto a una nueva regla donde mis probabilidades de perder aumentan o, en el mejor de los casos, tendré mayor incertidumbre.
¿Cuál era mi opción?, ¿seguir con el binominal? Para ser franco, en términos técnicos yo estaba más seguro con binominal que con el nuevo sistema. Pero cuando a un representante lo mueven las convicciones, los intereses personales pasan a un segundo plano. Opté por la competencia porque es el mejor camino para Chile.