El caso Penta tiene abierto el debate sobre el financiamiento de la política. Y a este debate se suma la modificación al sistema electoral binominal aprobado en el Senado por uno proporcional, constituyendo un hito “histórico” como señaló la Presidenta de la corporación, Senadora Isabel Allende.
El mejoramiento de las condiciones de competencia y el consecuente incentivo a la participación electoral debería tener un impacto positivo en la percepción de la ciudadanía respecto de las autoridades democráticamente designadas, incrementando la legitimidad de las instituciones.
Ejemplo de lo anterior fue la primera elección de Consejeros Regionales que conforman los GORE desde el 2012.
Cabe preguntarse entonces sobre los mecanismos relacionales que establecen los agentes y agencias políticas (partidos, candidatos, autoridades electas) con la ciudadanía, en cuanto al contenido y a la forma de esas relaciones.
Revisando el gasto electoral de las últimas elecciones municipales de 2012, SERVEL informó que el sistema político destinó US$20 millones a las elecciones municipales pasadas (19% más que en 2008).
¿A qué se destinó dicho gasto?: globos, chapitas, ají, bencina, botellas de vino, banderitas, palomas, alambre, liquidaciones de sueldo, y un largo etc. Todo un bolsón de artículos publicitarios, de mercadotecnia desechable, para instalar la “imagen” del candidato y que de resultar elegido, se reforzará con paseos, tortas, tarjetas de navidad y de cumpleaños, para consolidar la base de apoyo al proyecto.
Para enfrentar estos gastos se pide “el raspado de la olla” como señaló el Senador Iván Moreira, en sus correos a los altos ejecutivos de Penta investigados por el Ministerio Público. Y son los gastos que generan el endeudamiento posterior a las elecciones para el que solicitó apoyo la Senadora Ena von Baer, aunque no se lo dieran.
Habrá que ver si los cambios al sistema electoral arrastran también cambios en las prácticas políticas, insulsas y clientelares, en las que se reparten globos como si repartieran ideas, proyectos de desarrollo y compromisos. Y peor aún, en el que a través de “donaciones” para actividades sociales, privilegios en la distribución de información y oportunidades, se captura la base electoral, y luego simplemente se la administra.
Gran parte de la responsabilidad de modificar estas prácticas le cabe a la ciudadanía, buscando información de calidad, valorando la participación en organizaciones sociales y comunitarias donde se desarrollan ideas y proyectos comunes, impermeabilizándose frente al slogan y el titular de cartel con el que hoy se captura al elector.
Pronto entraremos en un nuevo ciclo eleccionario, con una oferta más amplia de candidatos, con nuevas reglas de juego y con una mirada acuciosa sobre las fuentes de financiamientos de las campañas. Porque un voto bien vale un globo en esos días.