Tenemos más de 4 mil kilómetros de costa, una gigantesca cordillera, más de 30 parques nacionales, y un sinfín de atractivos turísticos. Pero a pesar de todo, son muchos los chilenos que cada año se quedan sin vacacionar.
Veranear en Chile es un privilegio de pocos, por años nos hemos acostumbrado a que un fin de semana en Iquique es más caro que viajar al extranjero, que la Isla de Pascua la visitan más turistas internacionales que locales, que los hielos del sur son un secreto que sólo conocen quienes pueden pagar, que las piscinas tiene costos limitantes, que hasta decidir hacer o no hacer deporte depende de cuanta plata tenemos en el bolsillo.
Pero no nos confundamos, esto no es efecto del sol y del calor del verano. Durante todo el año el acceso a la cultura y el esparcimiento es limitado, somos el lugar de Latinoamérica donde más se paga por la entrada a un concierto, y aunque el Nacional se llene cada vez que viene Madonna, no es lógico que un país donde el 70% de la población gana menos de 400 mil pesos, se deba pagar 200 mil para asistir a un concierto, y no estamos hablando de la entrada más cara.
Tampoco es muy razonable que el teatro o la ópera sean sinónimos de lujo, incluso comer sano lo es.
Por eso cuando unas semanas atrás me tocó acompañar a la presidenta Michelle Bachelet en el lanzamiento del programa “Verano para todos y todas”, leí con sorpresa algunas críticas en las redes sociales. Cómodamente detrás de una pantalla criticaban la incitativa y hasta cuestionaban la necesidad de invertir en actividades gratuitas para el verano, de poner recursos en fomentar el deporte, la cultura y la comida saludable.
Los chilenos necesitamos acceso universal a la educación, nos urge más y mejor salud, queremos más viviendas y mejores trabajos, pero también necesitamos cultura, deporte, comer mejor y descansar, relajarnos y disfrutar.
Debemos dejar de ser el país de los conciertos más caros de Latinoamérica, el país donde hay playas exclusivas que sólo ocupan quienes tienen plata para comprar un terreno a orilla del lago, el país donde el teatro es un lujo reservado para la elite, donde la ópera nunca sale del Municipal, donde el deporte es para quienes pueden pagar un gimnasio, donde comer sano es sinónimo de tener un buen sueldo, el país donde durante dos meses unos descansan y otros continúan su vida sin ningún respiro.
El verano no puede seguir siendo sinónimo de playa y vacaciones sólo para unos pocos, el verano debe ser de todos y para todos.