En Chile los ministros opinan. En Chile, además, los ministros opinan y tienen opinión propia.Ellos, sí, dependen de los Presidentes, son sus secretarios, y duran lo que los Presidentes quieran.
A los ministros, como a todos los altos mandatarios o secretarios de los mandatarios, se les pide, por parte del movimiento social que los puso donde están, que sus opiniones se den en el marco de la ideología de ese movimiento social. Por parte de los Presidentes se les pide calidad en sus especificidades y lealtad política y los Presidentes deciden sobre cómo lo hacen.
Los Presidentes suelen no mantener por mucho a sus ministros, salvo contadas excepciones como la de Varas con Montt y la de Insulza con Lagos.
¿Uds. no vieron nunca a Insulza con opinión propia tanto en el gobierno de Frei Ruiz Tagle como en el gobierno de Ricardo Lagos? Su opinión personal fue determinante en la forma cómo Chile enfrentó la detención de Pinochet en Londres o en la forma como el gobierno de Lagos concordó con la derecha de Longueira la crisis del MOP-GATE. Por eso lo de Pánzer.
¿Uds. no vieron, poco antes, a Lagos con opinión propia en el gobierno de Frei Ruiz Tagle, al extremo de que mi amigo Ricardo se negó a firmar el decreto emanado de La Moneda para construir cárceles de lujo a los jerarcas pinochetistas condenados? Opinión propia sin renuncia y sin paso al costado. Frei Ruiz Tagle prefirió dejarlo, y con razón: poco tiempo después Lagos fue su sucesor.
En la historia de Chile, en las épocas presidencialistas (1831 a 1891 y 1925 en adelante) varios ministros han tenido opiniones propias, y hasta política propia, sin renunciar y sin que sus Presidentes pensaran en sacarlos.
Las tuvo Varas con Montt. La tuvo Gustavo Ross Santa María con Alessandri Palma. La tuvo Allende con Pedro Aguirre y Frei con Juan Antonio Ríos. La tuvo Pérez Zújovic con Frei Montalva. Sáez con el mismo Frei. La tuvo Büchi con Pinochet. Me atrevería a decir que la tuvo Enrique Correa (con quien trabajé en esa época) con Aylwin. La tiene hoy (es un atrevimiento decirlo) el ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, con la Presidenta Bachelet, quien hace suya esa opinión.
Y el caso más emblemático de lo que afirmamos: Diego Portales fue solo ministro de J.J. Prieto y, para los admiradores de nuestra república conservadora (que fundó el Estado Nacional en el siglo XIX) él es el gran arquitecto de la República. Para todos los observadores él “gobernó” por sobre J.J. Prieto, con el visto bueno de éste.
¿A qué se debe, entonces, la docta doctrina inventada a raíz de la caída de la ministra de Salud, Sra. Helia Molina?
Puede haber ignorancia en el análisis del caso, ella suele campear en periodistas y políticos, pero lo más probable es que se busque el argumento de “autoridad” por sobre el de “coherencia”.
¿Acaso ella no dijo (y con ello criticó) la desigualdad con que enfrentan el aborto las de altos ingresos y el conocido fariseísmo de quienes dicen oponerse a el en todas sus formas? ¿Qué lo dijo como habla la gente común y no como lo hace la de la pitucancia conservadora? Bueno, ella habla así y así hablaba cuando la Presidenta la nombró.
No sabemos, de verdad, la razón por la cual Michelle Bachelet aceptó rápidamente la renuncia presentada por su ministra de Salud. Ni la sabremos. Algo o mucho podremos desprender del nuevo o nueva ministra, que debe jurar pronto.
Si ella o él no es partidario o partidaria de frenar la reforma a las Isapres, ni de aumentar los ingresos de los constructores privados de hospitales y las arcas de las clínicas privadas trasladándoles enfermos con altos costos para el Estado, entonces concluiremos que la ministra Molina salió por sus dichos y no por sus hechos.
Si las cosas son diferentes, entonces se habrá tratado de un cambio sustancial y privatizador en Salud.
Decir que ella era partidaria del proyecto de aborto propuesto por el gobierno vs. lo que se hace en las clínicas privadas cuicas donde abortan las niñas y mujeres bien, es estar desenfocado.
Aún aprobándose el proyecto de aborto del gobierno, seguirán abortando abajo y arriba las mujeres que, ni enfermas ni violadas, necesiten o quieran hacerlo. Y ese aborto, que es el mayoritario, seguirá siendo penalizado.