12 dic 2014

La cochina y brutal política

Hace pocos días escribí algo sobre el tema de los oficios y su baja valoración en Chile.Otras veces he escrito sobre educación. Obviamente que dichos artículos cuando de educación o pedagogía se trata, tienen muy pocas lecturas y mucho menos recomendaciones. La educación se confunde con los problemas administrativos y financieros que gustan de manosear  los políticos, comentaristas y faranduleros, sin saber mucho de qué se trata en profundidad.

Hoy he titulado este nuevo artículo como “la cochina y brutal política” estando seguro que se abrirán las puertas de inmediato a la curiosidad de los lectores y será bastante más leído que los temas de los oficios y la educación. Y no es que crea que la política es cochina, pero si algo de brutal, por sus métodos, sus finalidades, sus componendas y muchas veces, por su falta de ética y compromiso con el pueblo a los que se dice representar.

Pero más allá de eso creo que la política es una actividad humana necesaria e indispensable para la convivencia humana civilizada. Lo que algunos llaman las componendas o las sucias negociaciones son aquellos elementos, que tratados con una ética sólida, nos permiten el diálogo y la negociación y nos evitan el enfrentamiento armado o las luchas fratricidas. ¡Se imaginan ustedes a un Chile que para sacarse de encima a la dictadura de Pinochet hubiese optado por el enfrentamiento armado, como lo querían algunas cabezas afiebradas!

Hoy, seguramente, pese a todas las injusticias y desigualdades que se siguen viviendo, la política sirve como una amortiguador a las mentes confusas que hacen de la violencia la idea fuerza central de su accionar político. Mucho se comentará y opinará sobre las virtudes y defectos de nuestros representantes políticos y sus erradas y superficiales acciones de comunicación social pero, pese a todo sus defectos, ellos siguen siendo un baluarte de una democracia que se puede preciar como una de las más serias de los países en vías de desarrollo.

De ahí la necesidad de exigirles a los mismos que sean cada día más serios y sabios en sus apreciaciones de la realidad; estudiosos en los asuntos que les toca tratar en beneficio de las mayorías nacionales; comunicadores sociales positivos y esperanzadores sobre la realidad que debemos vivir como país; más formales en el cumplimiento de sus obligaciones para las cuales se les pagan cuantiosas cantidades de recursos; consecuentes en sus puntos de vista, nacidos de sus propias creencias públicas y compromisos prometidos; hombres y mujeres que se caractericen por sus comportamientos éticos; respetuosos de las personas que menos saben utilizando un lenguaje claro, simple y preciso para explicar sus puntos de vista; honrados y sencillos en su manera de vivir la vida privada (léase el ejemplo de don Patricio Aylwin entre otros pocos).

Chile no puede llegar a ser un festín de politicastros de tercera o cuarta categoría. Por suerte, aunque todavía lejanos, estamos  rodeando los límites legítimos que nos permite una democracia seria, sólida y de buen talante.

Por eso, cuando hablamos de “la cochina y brutal política” nos referimos a otras realidades distintas a la chilena, pero existen exabruptos verbales que a veces nos hacen pensar que estamos al inicio de un tipo de política soez y de mala clase.

Si en el plano del lenguaje político muchos de nuestros representantes no son capaces de usarlo de manera adecuada, que queda para cuando se refieren, con ligereza y superficialidad, a un tema de tanta importancia para nuestra sociedad como la Educación.

Ella, por falta de reflexión y análisis, carencia de participación y liderazgos sabios, insuficiencia de estudio e improvisación, ha sido transformada sencillamente sólo en un asunto económico. Lamentablemente y dado el modelo que nos rige, ella no puede ser otra cosa que una dimensión económica del desarrollo  social y cultural del país.

Dado los avances que se han tenido en esta línea de trabajo, es hora que los políticos asuman una segunda etapa, que es la propiamente educacional, en donde pensemos con fundamentos y buen criterio, sabiduría y mirada prospectiva, el tipo de personas que queremos formar para las próximas generaciones que habitarán nuestra patria.

Estoy seguro que si ello se lleva a cabo, ayudará a los políticos a salir de la pendiente de desprestigio en la cual hoy están envueltos. Y así como con el problema de la Educación, deberá suceder lo mismo para otros asuntos de tanta importancia como ésta.

Ojalá los dioses nos escuchen y haga que existan estos cambios que son tan necesarios para construir una sociedad en paz. Chile se lo merece, como merece tener políticos de buena clase.

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