Se cumplen en noviembre 150 años del inicio de las relaciones diplomáticas entre Chile e Italia y por este motivo se prepara por parte de la Embajada Italiana una importante Conferencia sobre el vínculo histórico entre nuestros países.
Uno de los temas es la reflexión sobre el impacto de la política italiana en el exilio chileno en ese país en años de grandes acontecimientos políticos que marcaron el fin del siglo XX.
Los vasos comunicantes entre la política italiana y chilena son antiguos. Ello tiene su explicación en diversos factores : desde el desarrollo de una superestructura de ideas que coincidente pero autónomamente se desarrollaron en ambos países durante parte del siglo XX, a la presencia de un movimiento sindical,en aquellos años, con fuerte organización y peso político -cultural, la existencia de un sistema de partidos políticos que tienen una correlación y mantienen sintonía y vínculos políticos, la influencia que el pensamiento de teóricos italianos, en primer lugar Antonio Gramsci, pero también otros más recientes, Bobbio, Basso, Sartori,Cerroni, Pasquino, Vattimo y muchos otros filósofos y cientistas políticos que alcanzan gran notoriedad en los estudios universitarios chilenos y latinoamericanos.
Un dato relevante es que la experiencia del movimiento popular chileno se desarrolla, desde los primeros decenios del siglo XX, en la línea de lo que Gramsci llamaría posteriormente en sus Cuadernos de la Cárcel la “estrategia de posición”, es decir la inserción en las instituciones y la construcción de una cultura política y una organización que fuera capaz de crear una hegemonía que produjera un cambio ético político del conjunto de la sociedad hacia una vía democrática al socialismo.
Recabarren y los líderes políticos recorren este camino autónomamente respecto del pensamiento del filósofo sardo. Ambos concurrieron a reuniones de la naciente Internacional Comunista en Moscú en los años 20 pero no existe registro de que se hayan conocido.
Además la elaboración de Gramsci sobre una nueva estrategia socialista para Occidente se produce en la cárcel en años muy posteriores y el pensamiento de Gramsci llega a Chile con retraso respecto de Argentina, México y Brasil y es conocido solo por un puñado de intelectuales de izquierda en los años 60. Es decir, la lectura gramsciana de la estrategia chilena se da en virtud de que las fuerzas populares buscan un camino propio, nacional, para llegar al poder y en el confluyen con la elaboración de Gramsci.
Siempre hubo, sin embargo, pese a las diferencias en la política internacional hacia la URSS, una atracción entre el PC italiano y el PC chileno. De hecho el diario El Siglo fue el único periódico comunista en el mundo, después de L’ Únitá, que publica integralmente El Memorial de Yalta de Palmiro Togliatti que contenía, en polémica con los dirigentes del Partido Soviético, una firme reafirmación de la necesidad y legitimidad de las vías nacionales diferenciadas al socialismo.
Tanto el Partido Comunista Italiano como la Democracia Cristiana italiana, tuvieron fuertes vínculos con el PC y la DC chilena respectivamente y también los hubo de manera transversal entre estos partidos.
Sea la Revolución en Libertad de Frei Montalva que la Vía Chilena al Socialismo de Allende suscitaron gran interés en la política italiana y fueron seguidas no solo por la estructura de los partidos sino también por la cultura y los medios de comunicación italianos hasta convertir estas experiencias en hechos conocidos por la opinión pública.
Tanto la DC como el PC chileno fueron en los años 60 – 70 los más grandes del continente latinoamericanos dentro de sus respectivas configuraciones ideológicas. Partidos con fuerte componentes intelectuales, con capacidad de formulación de ideas, programas y proyectos dotados de originalidad política, lo cual se conectaba muy directamente con la experiencia italiana del doppo guerra y el arco de fuerzas democráticas allí presente.
La existencia de un Partido Socialista chileno, conocido como el Partido de Salvador Allende, que en aquellos años no hacía referencia a la tradición socialdemócrata y que , a la vez, no tenía una ligamen ideológico con la Unión Soviética sino más bien un juicio distante y crítico, le conferían una originalidad apreciada sobre todo por el Partido Socialista italiano del viejo tronco histórico de Nenni, del ex Presidente Sandro Pertini, del propio Secretario Socialista en los años 70, De Martino, que alguna vez se pensó así mismo como el Allende italiano.
El violento derrocamiento de Salvador Allende, su muerte defendiendo los valores republicanos y democráticos, el fin de la primera experiencia en que una izquierda, que se proponía un proyecto de cambios estructurales, se instalaba en el poder a través de las elecciones y gobernaba con pleno respeto a la legalidad y a las libertades, y la instalación de una sangrienta dictadura, produce un profundo impacto en el mundo y en particular en Italia.
Esta atención se refuerza porque la propia dictadura de Pinochet fue calificada como fascista referida a la experiencia de los veinte años en el poder de Mussolini en Italia. Ello conceptualmente seguramente fue poco riguroso, porque el fascismo fue un fenómeno italiano con grandes peculiaridades, pero destacaba la existencia del poder absoluto y del terror impuesto por el régimen militar chileno para controlar el país.
La solidaridad con la causa chilena se convierte entonces, por decenios, en un factor de la política italiana y ello marca fuertemente la presencia de los exiliados chilenos y de sus partidos.
Sin duda, el exilio chileno y en parte la izquierda chilena fue fuertemente marcada, en los años 70 y 80, por el pensamiento y la iniciativa política de Enrico Berlinguer, sus reflexiones sobre el golpe militar en Chile, su propuesta de un pacto histórico con la DC, el alejamiento inequívoco del modelo soviético, la creación del eurocomunismo y la reafirmación de las libertades, de la democracia, del respeto a los derechos humanos como condición universal de los cambios progresistas.
Las ideas expresadas por Berlinguer en sus “Reflexiones sobre Italia después de los sucesos en Chile”, donde plantea la tesis de que cambios de la magnitud de los que llevaba adelante Allende requieren de alianzas políticas que reúnan a la mayoría de la población y que a su vez, serviría de base para la formulación de su propuesta del compromiso histórico con el mundo católico y la DC italiana, tienen un gran impacto.
El aserto berlingueriano se focaliza fuertemente en el exilio chileno y coincidía en aquel momento con el análisis del PC chileno expresado en la llamada “Carta al compañero René Castillo”, que planteaba que el derrocamiento de Allende y el golpe militar había sido posible en virtud del aislamiento social y político de la Unidad Popular y de su gobierno.Un tema de correlación de fuerzas más que un tema militar.
Ello entraba en contradicción con el análisis cubano que atribuía la derrota a la falta de una fuerza militar propia y a la soviética que planteaba , a través del ideólogo Boris Ponomariov, la ausencia de un trabajo militar, enfocado hacia las FFAA, por parte de las fuerzas populares y en especial del propio gobierno de Allende.
Este y la posibilidad de que en el cuadro italiano se produjera un compromiso histórico de gobierno entre fuerzas comunistas y católicas, PCI y DCI, estaba situada también en la dinámica de la constitución de un Frente Antifascista con la DC que fue por años la política del PC chileno.
El exilio y, en general, la política chilena recibe el impacto del eurocomunismo italiano, español y francés. La reflexión de Berlinguer sobre el “agotamiento del empuje propulsivo de la Revolución de Octubre “, su categórica denuncia contra la invasión soviética en Afganistán y el golpe de estado militar- comunista en Polonia, marca la política de la izquierda chilena, divide aguas entre socialdemócratas y quienes continúan apoyando la experiencia de los países del socialismo realizado ya fuertemente en crisis, remece también a las filas del PC chileno especialmente en Italia y en Europa.
Estos asertos de Berlinguer serían posteriormente uno de los aspectos claves de la renovación socialista y de una parte de la izquierda chilena que no por casualidad realiza su primera asamblea en las cercanías de Roma.
La posterior superación del PC italiano y la constitución del Partido Democrático de Izquierda que sale de la tradición comunista y posteriormente del Olivo y del Partido Democrático que une a fuerzas diversas que van desde el histórico PCI a sectores de la izquierda DC y Socialista, movimientos civiles y ambientalistas, marca un curso histórico que está relacionado con la conformación plural de la alianza de centro izquierda que representa la Concertación por la Democracia que encabeza la victoria en el plebiscito chileno que desplaza a Pinochet del poder y guía la transición a la democracia construyendo un nuevo Chile.
El exilio chileno aprendió en Italia el valor universal de la democracia, de sus reglas y valores. Ya no habría una formulación de una democracia con apellido o la subvaloración de ella como “democracia burguesa”. Aprendió la necesidad de una correlación ética entre medios y fines.
Aprendió que ningún socialismo vale la pena si no es con plenas libertades y respeto a los derechos humanos, políticos y civiles. Aprendió el valor de las reformas y la gradualidad de los cambios.
La cultura política italiana permeó a la izquierda y también a la Democracia Cristiana chilena dado que la DC italiana condenó duramente el golpe militar, fue tenaz opositora a la dictadura chilena y favoreció el entendimiento entre todas las fuerzas democráticas en Chile.
Fue un ministro de Relaciones Exteriores DC quien decidió retirar al Embajador en Chile como repudio a la dictadura, hecho que se mantuvo durante los 17 años de duración del régimen de Pinochet.
Esta es una parte esencial de los 150 años de las relaciones diplomáticas entre Chile e Italia que los demócratas chilenos nunca olvidaremos.