EEUU desclasificó. A los 40 años de los sucesos cuenta la verdad que antes ocultó. Son sus reglas.
Ahora sabemos lo que antes sabíamos y que muchos ocultaron o relativizaron.
EEUU intervino para impedir el triunfo electoral de Allende.
EEUU preparó la elección de Jorge Alessandri por el Congreso, en 1970, y la derrota en el de Salvador Allende, la primera mayoría.
EEUU estuvo detrás del crimen del Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, en octubre de 1970, para impedir que el Presidente, electo por el Congreso, Salvador Allende, asumiera en noviembre la presidencia de Chile.
EEUU bloqueó las exportaciones de cobre de Chile y apoyó la insurrección de la burguesía en 1972. Estableció un “bloqueo Invisible”, denunciado en la época por los dirigentes más lúcidos de la izquierda.
EEUU financió buena parte del paro de los camioneros, de los comerciantes y de los mineros en los años 72 y 73.
EE.UU estuvo detrás del golpe de 1973. Su Marina de Guerra, incluso, estaba frente a Valparaíso en septiembre de 1973.
Con técnica y asesores norteamericanos se bombardeó La Moneda, se apresó, se torturó, se hizo desaparecer y se asesinó.
Sólo restablecido el sistema capitalista, y transformado Chile en un experimento económico de la Escuela de Chicago, el gobierno de los EEUU tuvo discrepancias con la jefatura de la dictadura chilena, y algunos demócratas norteamericanos se jugaron por su reemplazo.
EEUU, con sus aliados “nacionales”, decidió, desde antes de 1970, desestabilizar y derrocar al gobierno constitucional de Chile. Este era un gobierno que nacionalizaría el cobre, profundizaría la reforma agraria, ampliaría la presencia del Estado en la economía y la propiedad de las grandes empresas y tendría una relación internacional privilegiada con el Tercer Mundo anticolonialista y antiimperialista y con la URSS, Cuba, Vietnam y el bloque de países llamados socialistas, integrantes del mundo del comunismo real.
El triunfo estrecho e insuficiente de la oposición DC-Derecha, en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, aceleró la militarización de la estrategia opositora, y el ascenso a la cúpula del Ejército de generales golpistas, a partir de la salida del General Prats, más tarde también asesinado por criminales que hasta hoy reciben protección norteamericana, precipitó el Golpe de Septiembre de 1973.
Chile fue víctima del más grande poder militar, económico, ideológico y político conocido, además en conflicto permanente con la URSS, con la que el gobierno popular aparecía cada vez más alineado, y que nada hizo ante el esperado golpe.
La “desclasificación” de documentos hecha 40 años después del golpe imperial-fascista de 1973, de manera oficial por los EEUU (diez años después de lo convenido por su itinerario nacional para no debilitar todavía a sus ex aliados mafiosos) vino a echar al tacho de la basura todas las explicaciones historicistas, electoralistas, nacionalistas, hipócritas y autoflagelantes que variados grupos de yanaconas y víctimas han hecho en estos 40 años.
La autoflagelación chilena es propia de la intelectualidad pequeño burguesa que busca explicaciones culposas y librescas a todo gran suceso político y que aspira siempre a salvarse y flotar igual de alto en los nuevos tiempos como en los viejos.
Y por cierto la autoflagelación es propia de la vieja cultura judeo-cristiana, que impregna nuestro modo de pensar, y para la cual todo gran desastre y debacle humanos –el de Adán perdiendo el paraíso, el del Diluvio Universal que castigó a la humanidad, el de Sodoma y Gomorra, el de Moisés impedido de llegar a la Tierra Prometida, el de Cristo en el Gólgota, el de cada uno de nosotros en la vida (incluso la muerte natural), tiene su origen causal en el pecado contra Dios.
¿Cuáles fueron nuestros pecados capitales entre el 70 y el 73, que provocaron la terrible derrota? Ninguno. Veniales sí, que los hubo. La causa basal está confesada por la principal fuerza de esa historia.
EEUU, ahora, coincide con el diagnóstico del propio Salvador Allende el mismo 11 de septiembre de 1973, antes del mediodía:
“El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las fuerzas armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector que hoy estará en sus casas esperando, con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios”.
Allende no se golpeaba el pecho. Analizaba en frío en el momento más trascendente de su vida. Hablaba para la historia, a la que no hay que mentirle.
Cuarenta años después la CIA le ha dado enteramente la razón.