Cuando abrazamos la candidatura de la Presidenta Michelle Bachelet para asumir los desafíos de un segundo periodo, lo hicimos convencidos que su opción representaba la alternativa que nos permitiría avanzar sobre la base de reformas profundas, que contribuyan a la conformación de un país más justo con sus ciudadanos, un Estado vigilante y solidario con aquellos que más lo necesitan, abordando estrategias políticas y sociales para que nuestro país sea más de los chilenos, y no patrimonio de algunos.
Logramos la presidencia y con ello dimos un primer paso en esa dirección.
Hoy estamos iniciando este nuevo periodo. A pocos meses de asumir, la Presidenta Michelle Banchelet ha anunciado el impulso de medidas profundas y relevantes para la vida de los chilenos, y para la Democracia Cristiana, el nuevo escenario es vital de cara a los 50 años de la Revolución en Libertad que lideró Eduardo Frei Montalva, un ejemplo de ejercicio político que debe cobrar vigencia en la actualidad.
La Revolución en Libertad fue un diseño político que hasta el día de hoy es recordado por la coherencia de sus medidas económicas y sociales, y gracias a ello fue posible implementarse, abordando temas tremendamente complejos y sensibles, como la Reforma Agraria, la sindicalización campesina, la nacionalización de nuestros recursos naturales, el impulso a la soberanía popular, entre otros aspectos que marcaron de manera positiva la historia de Chile y sin lamentar traumas históricos para el desarrollo y crecimiento republicano de nuestro país.
Un ejemplo que estamos llamados a revisar en este periodo de la historia, cuando entendemos que solo a través de reformas profundas podremos alcanzar un mayor bienestar de nosotros, ciudadanos.
En este contexto, el desafío como partido político, como democratacristianos, es liderar estos procesos a través de la vía política, por cuanto tenemos el respaldo de una experiencia histórica.
Un camino que hemos trazado para aquello, es abordar cambios profundos posibles de conseguir a través de la Reforma Educacional, la Reforma Tributaria y una nueva Constitución, tres ejes que debemos materializar mediante grandes acuerdos que deben ser alcanzados de cara a las personas, por cuanto son parte de las propuestas que la ciudadanía ha demandado, refrendado en la elección popular de nuestra Presidenta.
El propósito de cada una de estas reformas, es la construcción de un país más justo, los que son posibles de llevar adelante de manera responsable mediante la acción política, donde su coherencia tengan mayor espacio a la visión atrincherada que algunos buscan establecer. Aquello es así cuando el bienestar social es lo que no se quiere trastocar, lo demás son unicamente palabras que en muchos casos solo buscan confundir.
Por tanto es fundamental apelar a aquellos acuerdos, por cuanto la lógica de las simples mayorías se vuelve un juego demasiado riesgoso si acaso lo queremos evitar, esto es que la democracia se vuelva una moneda al aire.
A 50 años de una de las revoluciones más importantes que ha vivido Chile en su historia contemporánea bajo el liderazgo de la Democracia Cristiana, la coyuntura política e histórica nos llama a reseñar y retomar un camino transformador para la vida de los chilenos, alcanzar grandes acuerdos para el bienestar de todos, sin traumas y con lecciones ejemplares. Ese ha sido nuestro eje, y hoy más fundamental que ayer.