Durante años, 24 exactamente, nos dijeron que no se podía avanzar en las reformas que permitieran construir un país más justo en lo económico, más democrático en lo político y más integrado y solidario en lo social porque no se tenían los votos para hacer esos cambios, muchos lo creímos. Y no era verdad.
Porque por fin el 2013 elegimos una Presidenta y un parlamento en que sí, por fin, se tenían los votos para hacer los cambios tan deseados y tan postergados. Reforma tributaria para avanzar en la justicia económica, reforma en la educación para tener un país más integrado y con oportunidades para todos, reforma política para terminar con las trasnochadas matemáticas en que 34 es igual a 66.
Bastaron menos de cien días para que se empezaran a derrumbar una vez más todas las esperanzas puestas en este nuevo escenario. La Nueva Mayoría se saca su disfraz y aparece la vieja y desgastada Concertación, con su más añejo slogan de la política de los acuerdos… que era porque no se tenían los votos, al menos así nos decían.
La reforma tributaria con todos los defectos que pudo tener, pegaba allí donde había que pegar: ponía mayor equilibrio entre los impuestos que paga el trabajo y los que paga el capital, terminaba con la gallina de los huevos de oro el perforado FUT, intentaba al menos impedir que los impuestos pagados por las empresas fueran un crédito para los dueños a la hora de pagar sus impuestos personales. Espejismo.
Había los votos en las cuentas iniciales, pero no se contaba con que la actual directiva de la DC se iba a poner desde temprano a resguardar los intereses de los poderosos, tanto en la reforma tributaria como en la de educación. Y entonces empezaron a faltar los votos.
Triste papel ha cumplido la Cámara de Diputados, ha despachado una reforma que sus colegas senadores han convertido simplemente en otra cosa, creando la inquietud sobre la necesidad de tener dos cámaras, cuando el lobby y la defensa de intereses corporativos está plenamente activa en el Senado.
Finalmente entre cuatro paredes y teniendo al menos el pudor de no repetir el ejercicio de entrelazar las manos, se firma un acuerdo, que llena de satisfacción y sonrisas a la derecha y nos muestra con la misma cara de póker de siempre a quienes dicen representar los cambios y apoyar a la Presidenta y sus reformas, esto último ya resulta patético.
Habrá que esperar tiempos mejores, los que hoy pierden son los mismos que han perdido siempre, para ellos no hay novedad, no tienen la fuerza para hacer caer la bolsa ni para detener la construcción, nadie les pregunta sobre las expectativas de crecimiento del IMACEC y un último dato, les aseguro que la clase media seguirá sintiéndose desprotegida.