La Encuesta ADIMARK del mes de Mayo es alentadora para la Presidenta Michelle Bachelet, para su gobierno y las principales reformas planteadas. La aprobación a Bachelet se sitúa en un sólido 56%, con un alto respaldo a sus atributos: es respetada 82%, tiene liderazgo 77%, capacidad para resolver los problemas 73%, es creíble 69%.
Ello confirma que la figura de la mandataria reúne, en todos los estratos y edades, una alta evaluación personal y la gestión de su gobierno cuenta con el apoyo del 54% de los chilenos. Más abajo, con un 44%, se ubica la aprobación a como ejerce su rol la Nueva Mayoría.
En cambio, los datos de la Encuesta son muy negativos para la Alianza y su actuar como oposición. Solo el 24% dice identificarse con ella, 13 puntos menos de los votos obtenidos por Matthei en las elecciones presidenciales, y solo un 26% está de acuerdo a como desarrolla su rol opositor perdiendo 8% respecto del mismo dato en el mes de marzo.
También son alentadoras para Bachelet el apoyo que concitan en esta medición sus principales reformas sobre todo si se tiene en cuenta el despliegue comunicacional que contra ellas ha hecho la derecha y sectores empresariales : el 51% la reforma tributaria, 58% la reforma a la educación y un 71% el cambio a la Constitución.
La Encuesta no mide ni la reforma al sistema electoral binominal, ni la despenalización del aborto en los casos propuestos y que tienen un alto apoyo en la ciudadanía.
Una primera conclusión es que el gobierno ha tenido éxito en la instalación de las reformas ante la ciudadanía que ha percibido coherencia, prontitud y eficacia en el cumplimiento del Programa prometido.
Esto, pese al clima de incertidumbre creado por la derecha y a las propias debilidades observadas en la presentación de ellas y que ha permitido que aún haya confusión, especialmente en los sectores medios, respecto de cómo les afecta la reforma tributaria.
En esta reforma clave, será necesario un trabajo comunicacional del gobierno que apunte a clarificar dichos aspectos sectorialmente y, en el debate en el Senado, a incorporar modificaciones que no tocando lo sustancial de la reforma tributaria, despejen dudas respecto de que esta reforma la pagan los que más tienen, que no perjudica tributariamente a sectores medios y que se atiendan aspectos en que ella puede ser mejorada sobre todo respecto al estímulo a la pequeña empresa y a la innovación.
Lo mismo ocurre en la reforma educacional donde en los tres aspectos que contiene en este primer paquete – copago, fin al lucro y fin a la selección – hay aún aspectos que no aparecen claros como se resuelven prácticamente y, a veces, se pierde el norte respecto de la profundidad del cambio que ellas representan en el plano de la integración social, de una mayor igualdad, de la calidad de la educación para todos y no sólo para una elite y se formulan, en el debate, juicios dispersivos que no contribuyen a focalizar ante la opinión pública, más fuertemente la reforma en sus aspectos esenciales.
El ministro Eyzaguirre ha hecho un esfuerzo de diálogo extraordinario para explicar el contenido, recoger opiniones y propuestas, pero a su enorme esfuerzo comunicacional se deben sumar más voces del propio gobierno, del parlamento, una mayor unidad de enfoque en la Nueva Mayoría y la propia Presidenta, con su enorme credibilidad y liderazgo, debe jugar un rol público aún mayor en generar consensos con diversos sectores y en liderar la comunicación a la ciudadanía, dado que esta reforma es el eje de su Programa y es cardinal para el futuro del país y de las nuevas generaciones.
Otra conclusión que se puede extraer de la Encuesta ADIMARK de mayo, es que está fracasando la estrategia de la derecha, y muy especialmente de la UDI, de oponerse a todo cambio y de aparecer como los guardianes del status quo en un país que claramente quiere transformaciones de fondo.
La UDI ha decidido una postura de trinchera : defender integralmente el modelo económico y educacional y lo que queda de las formulaciones institucionales impuestas por la dictadura, aún a costa de quedar aislados, sin propuestas y de jugar un rol puramente testimonial ante la opinión pública.
Parece contentarse con el voto duro de derecha, con ser el partido que electoralmente representa a aquella parte de los chilenos que, dominando el mercado, están en contra de las reformas porque efectivamente afectan sus intereses, privilegios y prebendas.
La nueva conducción de la UDI no parece diferenciarse de la postura más intransigente de sus mentores y claramente no reedita las actuaciones de algunos de los coroneles del pasado, pienso en Longueira, que mantuvieron abiertas las puertas al diálogo.
Ser el “partido candado” y del inmovilismo puede nuclear el apoyo de la derecha conservadora, pero corren, al menos, dos riesgos : que los empresarios , más pragmáticos y de más larga mirada, se desmarquen y los dejen solos, y , sobretodo, de jugar puramente un rol negativo en reformas que tendrán una validez histórica para Chile.
Distinta, al menos en las primeras declaraciones, parece ser la postura de la nueva conducción de RN que ha decidido participar del debate y del diálogo. Ello debiera manifestarse en términos concretos en el trámite legislativo de las reformas en el parlamento donde los nuevos dirigentes de RN tienen la oportunidad de ser parte, con sus propias visiones y propuestas, de los cambios que la mayoría de los chilenos anhelan.
Para nadie es un misterio que RN vive una situación compleja. O decide ser una fuerza de derecha liberal y se separa del ostracismo de la UDI o habrá otros, entre ellos Amplitud, que tomen estas banderas.
Es de esperar, por el bien del país, que la conducción de Monckeberg sea muy distinta a la postura conservadora de Carlos Larraín. Ello se medirá en la conducta que observen para terminar ahora con el binominal, concretar una nueva Constitución y ser parte positiva de las reformas claves que están ya en el parlamento y de otras que ingresarán y que requieren de consensos más amplios que la mayoría que el electorado entregó en ambas Cámaras a la coalición de gobierno.
Por su parte, Nueva Mayoría debe generar un punto de unidad más fino en torno a las reformas. Las polémicas públicas alientan, como vemos, a quienes están contra.
Nadie se perfila ni crece como partido buscando diferenciarse de los cambios impulsados por Bachelet o endureciendo en el lenguaje el alcance de las transformaciones.
Nueva Mayoría, y sus partidos en su conjunto, se fortalece como fuerza progresista si es el factor del cambio y si al fin del gobierno de Bachelet ésta entrega un país más igualitario, más abierto culturalmente, con instituciones sólidamente democráticas y con una ciudadanía activa y participante.