Hace cuatro años, cuando terminó el primer gobierno de la Presidenta Bachelet, me sentí arrepentido de haber votado por ella.
No me había gustado su gobierno. Algo en la forma en que hablaban y actuaban algunos de sus personeros. Una cosa medio arrogante. Prepotencia. Un tono de iluminados.Además de las enormes influencias de los viejos corruptos que habían coaptado al Estado y a los partidos políticos para sus fines particulares.
Pero sobre todo, sentí que hubo mucho discurso para la galería y poco de acción. Mucho ruido y poquísimas nueces. Muchas medidas que habría identificado más con el neoliberalismo que con el supuesto sustrato socialista de la Presidenta. Un ministro de hacienda de Harvard.
Creo que de alguna forma MEO expresó con claridad la sensación que muchos teníamos.Si bien la Concertación administró de manera eficiente el modelo pinochetista, con algunas cuotas de justicia como apresar a Manuel Contreras, su hora había llegado. No había más sentido en mantener un pacto que no daba los frutos que prometía. Que hacía promesas electorales que luego incumplía con la excusa del temor al golpe de Estado.
Pero en la segunda vuelta de 2013, no había opciones. Entre una persona decente y de buenas intenciones, que a mi juicio había hecho un mal Gobierno, pero que prometía usar su enorme caudal electoral para finalmente después de 20 años, acometer los cambios prometidos desde el comienzo de la Concertación y del otro lado ni hablar, lo peor del Pinochetismo.
A pocos meses de este Gobierno, veo actitudes, medidas y discursos, que me hacen temer que estoy aún más lejos. O que no entiendo nada y perdí todo juicio de realidad o que me pasé a otro lado.
En las actitudes y discursos, veo un grupo de políticos inexpertos que parecieran no saber de lo que están hablando. La actuación de algunos ministros ante otros órganos del Estado, ha dado últimamente pruebas lamentables.
Hemos escuchado de otros, de Gobierno y Oposición, actitudes derechamente prepotentes y antidemocráticas, entre declaraciones de aplanadoras, la invocación a grupos de asesinos y otras máquinas de destrucción.
Y vemos a algunos partidos sosteniendo posiciones que resultan derechamente inverosímiles. Sabemos que no están siendo honestos. Hoy por hoy, no veo a ninguno de los políticos de relevancia (con algún grado de poder en los órganos del Estado) que esté hablando con algo que parezca sincero. Ni en la Nueva Mayoría ni en la Derecha.
Por el miedo a desparecer o perder poder, los políticos están dispuestos a decir, realmente cualquier cosa, aunque ya sabemos que no crean en lo que dicen.
Lo del aborto. Repugno del veto que impuso un Presidente de la Cámara de Diputados cuando se presentó un proyecto de ley hace unos años. Eso va contra la democracia.Pero tampoco me parece que los argumentos de quienes se opongan puedan ser ridiculizados y demonizados como una imbecilidad, como “cosas de curas”.
Creo que es absurdo penalizar a la madre que aborta. No creo que existan mujeres que vayan por el mundo haciéndose abortos por deporte. Creo firmemente que un acto de esa naturaleza, es traumático y doloroso. Pero también creo que obligar bajo amenaza del derecho penal a una mujer embarazada por violación o que espera un hijo sin cráneo o inviable, o que podría causarle la muerte a ella, a tener dentro de sí un feto hasta el parto, es aberrante.
Tengo mujer, hija, hermanas, madre y amigas, las respeto y no estoy dispuesto a someterlas a esa aberración. Un tema así debe ser discutido y con respeto democrático.
La reforma tributaria. No soy economista ni experto en impuestos, pero el sentido común y mi experiencia personal, me hace sospechar que en el tema de la reforma tributaria, tampoco nos dicen la verdad. Porque el Gobierno dice que no se afectará a las personas y eso no es verdad. Lo sabemos todos.
Cuando suben los impuestos a las empresas, suben los precios de los productos para las personas. No es verdad que la clase media son los que ganan entre 300 y 800 mil como dijo un subsecretario. Tampoco es verdad que la familia que percibe 3 millones sea de millonarios.
Entre Isapres (porque FONASA es pésimo), colegios privados (por que los públicos no sirven), universidades ultra caras y arriendos altísimos, ni siquiera pueden ahorrar.
No es verdad que la secretaria pague más impuesto que el jefe, pero sí es verdad que ese jefe paga más impuestos que el dueño del banco o de una línea aérea. Y es escandaloso. Los más felices son los Bancos, porque saben que van a ganar como nunca, por el efecto de eliminar el FUT. Y es aterrador pensar por qué este Gobierno favorece a los bancos.
La reforma educacional. En una primera etapa solo slogans. En una segunda, medidas de carácter financiero y de gestión. Como si mejorar la educación consistiera solamente en cambiar al dueño del colegio. No percibo ideas de fondo. Qué van a hacer para que los estudiantes chilenos estén mejor preparados para el mundo global en el que estamos… ¿cambiar a los dueños de los colegios y hacerlos todos gratis e igual de malos?
Y todo el que se opone a los proyectos del Gobierno es un fascista. Hay que aprobar aunque no se sepa bien lo que se quieren hacer. Y por otro lado una derecha que ya no sabe qué hacer ni decir, entre una parte (la que se hace llamar liberal) que está a favor de sumarse a cualquier mayoría y otra, ultra recalcitrante que sigue en la defensa de las ideas de Pinochet y Guzmán.
Para que hablar del mapa de la corrupción y del nepotismo. Cada día va peor.Estoy desconcertado. No comprendo a donde va esto. Si sé que yo no quiero o no puedo, sumarme a este grupo que ejerce el poder (Gobierno y oposición).
Estoy desconcertado, como la gran mayoría, que ya ni siquiera vota. Estoy fuera.