No fue ésta una cuenta al país concebida como ocasión para grandes sorpresas.La presidenta Bachelet ha actuado con plena conciencia de que en un gobierno de cuatro años lo que no se encamina desde el primer día tiene pocas posibilidades de prosperar.
Por ello definió un enfoque general al volver al país hace poco más de un año (“discurso de El Bosque”) con énfasis en la desigualdad y en base a una nueva coalición desde la DC al PC, en una definitiva superación de la guerra fría en Chile.
Luego encargó y arbitró un programa de gobierno bastante detallado y finalmente definió 50 medidas para sus primeros 100 días de gobierno, sobre la base de un trío de prioridades: reforma tributaria, a la educación y nueva Constitución.
Luego de trastabilleos evitables en la instalación del gobierno, en un sistema que Bachelet hereda sin modificar y que no privilegia la función pública profesional sino, desgraciadamente, el copamiento clientelista del Estado, cuyo inmediato fin debiera ser parte medular de las reformas, destacó el pronto envío de la reforma tributaria a fines de marzo y la decisión de promover tempranamente la reforma al sistema binominal.
Lo importante que faltaba –agendas de energía y competitividad, reforma a la educación escolar en materia de lucro, selección y copago- fue anunciado antes del 21 de mayo, en una vorágine de anuncios en una semana que ha dejado a la oposición conservadora (incluyendo la interna) casi sin aliento y en todo caso sin discurso articulado.
La definición del camino para alcanzar una nueva Constitución queda pendiente, pero tiene sentido que se establezca como la perspectiva para dirimir eventuales bloqueos a las reformas propuestas.
El discurso del 21 de mayo de 2014 tuvo el sello de declarar lo fundamental: “las decisiones deben reflejar a las mayorías, eso está en el corazón de la democracia” y que se requiere una nueva Constitución “que proyecte Chile al futuro y que no lo ate al pasado”.
Políticamente la presidenta Bachelet termina de consagrar el carácter obsoleto del veto de la minoría que los herederos de la dictadura –UDI y RN- pretendieron perennizar en Chile, con la complicidad de quienes se adaptaron a ese veto o peor aún se dedicaron con el tiempo a servirlo, por convicción o granjerías mediante, pretendiendo naturalizar lo que no era sino el fruto de una circunstancia histórica circunscrita, llamada a ser superada, tarde o temprano.
En este caso, desgraciadamente, más tarde que temprano, dada la incapacidad de los actores que estuvimos involucrados en los procesos respectivos para resolver algunos de los nudos del proceso político de transición, aunque muchos otros fueron bien resueltos, y en particular haberle evitado a Chile sufrimientos civiles mayores.
Bachelet reseñó este 21 de mayo sus opciones y prioridades y reafirmó otros temas, como la inversión en salud primaria, una política de barrios integrados y nuevos parques urbanos, mayor protección de las víctimas de violencia contra la mujer, la discusión sobre el aborto terapéutico, legislar para un derecho a huelga efectiva, la creación de una AFP estatal, el diseño de un fondo para medicamentos de alto costo, la creación de un ministerio de Asuntos Indígenas y otro de Cultura y Patrimonio, la protección de glaciares, una política de aguas y de acción contra el cambio climático, entre otros.
Las opciones tomadas en las reformas, como es lógico, admiten más de una discusión.Por ejemplo: ¿por qué no ampliar la tributación a las 20 grandes mineras a las que les casi regalamos el cobre que es de todos o eliminar el FUT recién cuando el gobierno actual ya se haya ido o rebajar a los que ganan más de 6 millones de pesos al mes el impuesto a la renta de 40 a 35%, debilitando la progresividad tributaria, o mantener las donaciones en el sistema escolar, que es el forado por el que se puede seguir colando la segregación, o crear una AFP estatal que no cambiará nada en vez de establecer un pilar de reparto en las pensiones?
El actual gobierno debiera estar dispuesto a realizarla, como es propio del espíritu democrático, en vez de buscar solo el alineamiento.
Pero incuestionablemente se va perfilando la idea de un “gobierno transformador”, lo que es un gran progreso para Chile y un gran mérito de la presidenta Bachelet.