Asumir la presidencia de la Cámara de Diputados, en el momento histórico que vive nuestro país, representa sin duda un enorme desafío, pues las expectativas ciudadanas por los cambios que vienen son enormes y porque quienes contamos con el mandato popular para aprobar las reformas, tenemos una responsabilidad crucial.
Lo dije al asumir la presidencia de la Corporación. El Chile que hoy comienza debe avanzar hacia una segunda transición, más compleja y demandante que la que vivimos en los años 90, pero apasionante y necesaria. En esta etapa, estamos obligados a concluir la transición política, lo que se expresa en una nueva Constitución y avanzar en derrotar la desigualdad.
En definitiva, deberemos transitar hacia una sociedad plenamente democrática, donde la justicia y la igualdad sean el fundamento de nuestra convivencia y el incentivo permanente para construir una Patria para Todos.
Como nos dijo la propia Presidenta en el mensaje que antecede su Programa de Gobierno: “La fortaleza del camino que propongo en este programa arranca del gran acuerdo que hoy tenemos como sociedad: Chile está cruzado por numerosas desigualdades que son una traba para que las personas crezcan y se desarrollen, y también para que el país aproveche todo su potencial y talento.”
La Cámara de diputados ha sido protagonista y testigo privilegiado de los cambios y transformaciones de Chile. Fiel a dicha tradición, hoy se convierte en actor imprescindible, provisto de la legitimidad emanada de la Soberanía Popular, para encauzar y dirigir los cambios que la sociedad nos demanda.
Por eso, durante esta Legislatura deberemos abordar importantes iniciativas que apuntan, todas ellas, en la misma dirección: mejorar nuestra democracia y hacernos cargo de la transición social.
La necesidad de resolver las brechas de desigualdad que hoy tenemos nos exige realizar cambios profundos y estructurales.
La más importante de estas transformaciones, nos permitirá avanzar hacia una educación gratuita y de calidad en todos sus niveles. Esto, no sólo producirá una mayor inclusión social, beneficiando a los miles de niños y niñas, jóvenes y sus familias. También, permitirá que numerosos profesionales y técnicos con grados crecientes de calificación den el impulso que necesita nuestra economía.
Es por ello que adquiere real importancia la discusión que deberemos sostener en torno a la propuesta de Reforma Tributaria. Analizarla, sin prejuicios ni anteojeras ideológicas, en su propio mérito y al aprobarla avanzar en una mejor justicia tributaria que posibilite el acopio de recursos requeridos para garantizar, no sólo la Reforma integral a la Educación, sino también, disminuir las brechas de desigualdad e inequidad hoy presentes en nuestra sociedad.
Pero, por otra parte, debemos tener claro que estas transformaciones no llegarán a buen puerto si no mejoramos sustancialmente nuestra política.
Por eso, necesitamos fortalecer las instituciones políticas y prestigiar su ejercicio como requisito indispensable para abordar las tareas que vienen.Debemos contar con un sistema electoral que permita representar la amplia diversidad de visiones que tienen los chilenos y chilenas.
Un nuevo marco constitucional y político que garantice derechos, defina obligaciones y que responda a las demandas de los ciudadanos por mayor participación y representatividad.
Las reformas que vienen deben enfrentarse, algunas con prontitud porque el plazo se acaba, otras con calma pero sin caer en mora y otras, con convicción pero con gradualidad. Ese Chile será construido entre todos y con todos. Con los partidos políticos que gobiernan, pero también con la oposición.
Y, en este escenario, hay que ser claros: el gobierno de la presidenta Bachelet tiene, por primera vez en la historia de la centro izquierda, una clara mayoría para emprender algunos de los cambios y posibles mayorías para enfrentar otros.
Estas mayorías deben utilizarse con decisión, pero también con la aspiración a que sean lo más amplias posibles.La democracia, al revés de los sistemas autoritarios o dictatoriales, no busca aplastar al adversario y motejarlos de fascistas al primer desencuentro o discrepancia.Ello requiere de una oposición capaz de entender los tiempos que vivimos, las aspiraciones de la gente, la imperiosa necesidad de avanzar en igualdad y de garantizar los derechos de la diversidad en sus más distintas expresiones.
Mi compromiso, como Presidente de esta Corporación, es ser puente para buscar los acuerdos, incentivar el debate e intercambio de ideas, garantizar el derecho de todos los parlamentarios y parlamentarias a expresar libremente sus puntos de vistas.
Como pocas veces en la historia, esta Cámara deberá enfrentar el gran desafío de empezar a redibujar nuestra patria, a fijar los cimientos de un nuevo trato entre los chilenos que abra las puertas para un nuevo tiempo.
En consecuencia, en esta Legislatura deberemos reforzar los esfuerzos para estar a la altura de las grandes expectativas que la ciudadanía tiene y, de esta manera, cumplir con eficacia el mandato soberano.
Una gran esperanza nos alienta.