Los sucesos de hoy en Ucrania y Venezuela, permiten una pequeña reflexión sobre el ejercicio del poder, generalmente asociado en estos tiempos, como en el caso de los presidentes Putin y Maduro, a la violencia real o simbólica a través de lo económico, la destrucción de los derechos y libertades públicas y la amenaza o el uso de las armas.
El poder como potencia, como poderío o capacidad de lograr el dominio o la transformación de las personas en la realidad socio cultural globalizada de hoy, fluye de forma líquida y en permanente cambio de forma, acentuando las diferencias y las desigualdades.
El poder no se destruye, sólo se transforma encarnado generalmente en la ambición y los poderosos a los que hoy se admiran sin consideración, menospreciando a los excluidos y a los débiles, aunque ahora son éstos los que pueden mostrar variados éxitos en su lucha a través del activismo ciudadano masivo y su ejercicio del desplazamiento del poder a la “calle”.
Zygmunt Bauman enfatiza que la potencia y el poder “son asimétricos”. De esta manera plantea, “así como la naturaleza no soporta el vacío, el poder no soporta la simetría…el poder divide y opone…suprime la simetría, la reciprocidad y la igualdad”.
Más aún, argumenta que “el poder como estación de servicio de la razón”, razón que lo produce y lo mantiene, implica muchas veces que al obedecerlo se dejen de “obedecer a las exigencias de la moral”.
Se hace eco críticamente de Nietzsche, que en su libro “El Anticristo” y no duda en expresar,“¿qué es lo bueno? todo lo que eleva el sentimiento de poder… ¿Qué es malo? Todo lo que procede de la debilidad…Los débiles y los malogrados deben perecer… ¿Qué es lo dañino? La compasión activa con todos los malogrados y los débiles”.
Por su parte, Michel Foucault, estudió el ejercicio del poder, en términos de las relaciones en forma de campos (o redes) de fuerzas en desequilibrio y dinámicos, generados por las conductas capaces de afectar a las personas sobre las que se ejerce (como las herramientas disciplinarias o la gestión del control), y las de resistencia a las anteriores.
Para este autor, el poder pasa a través de dominados y dominantes; el poder, no es una propiedad, es una estrategia; no se posee, se ejerce; poder y saber son dominios de distinta naturaleza, pero interactúan y por último, el poder por esencia, no es represivo, es “productivo”.
No cabe duda que muchas de estas visiones del poder relacionadas a su potencia deshumanizadora, no consideran un liderazgo relacionado a los tres poderes sabios: el espiritual, el moral y el del amor, que encarnados en el servicio dirigido al bien común y la verdad, sí logran desplegar la humanidad de todos por igual.