Hoy en día podemos decir que las naciones son fuertes y respetadas no solo por su poder bélico o por el número de habitantes, su extensión geográfica, poder de consumo o por sus exigencias al imponer en otras sociedades su forma de vida.
Hoy hay evidencia que también existen pequeñas, grandes-naciones que son fuertes por su pujanza, por sus valores, creyendo en sí mismas, construyendo los cimientos de un futuro para todos(as) sin distinción de pensamiento político, religioso o de género y dejando atrás un pasado ignominioso.
Hoy, a las puertas de un debate nacional sobre nuestra nueva Constitución, no debemos solo preocuparnos de los mecanismos de cómo se llevará a cabo, también debemos debatir en torno a los elementos que se incorporarán en esta Nueva Carta Magna. Para ello, es razonable interiorizarse de otras experiencias.
Uno de los ejemplos más notables, es el de la República Tunecina, conocida como Túnez.
Los tunecinos han aprobado una nueva Constitución y la han llevado a cabo a través de una Asamblea Constituyente, que no ha estado exenta de traspiés, dudas y retrasos.
El pequeño país ubicado al norte de África, con solo 10.8000.00 habitantes, inició la revolución en el mundo árabe, llamada la Revolución de los jazmines, un movimiento no violento que expulsaría del país al sangriento dictador Ben Ali. Las elecciones a la Asamblea constituyente de Túnez de Octubre 2011, conocidas por ser las primeras elecciones democráticas en Túnez, desde 1956, permitieron la designación de los 217 miembros encargados de redactar y adoptar una nueva Constitución.
Hoy la Constitución Tunecina, aprobada por esta Asamblea el 27 de enero pasado, consagra las libertades y derechos fundamentales, libertad de conciencia y pensamiento, igualdad de género ante la ley, como también libertad de expresión y prensa, el derecho de acceso a la información.
Esta Carta Magna está conceptuada como la más avanzada en el mundo árabe, si se observa que en este mismo lapso de tiempo, Egipto tuvo dos constituciones y, más aún, las fuerzas armadas derrocaron al primer presidente electo y nuevamente tomaron el control del país. En Libia a más de dos años del derrocamiento de Gadafi, se han profundizado las divisiones regionales y las tribales se han incrementado.
La diferencia reside en que en Egipto, no hubo un debate público, solamente comités nombrados, donde la sociedad en su conjunto fue el protagonista ausente.Hoy Egipto enfrenta una crisis social y es difícil de predecir su alcance.
En la República Tunecina, la Asamblea Constituyente elegida está conformada por liberales, izquierdistas e islamistas que se abocan a echar las bases de la nueva constitución, que sin ser perfecta es la base del consenso y respeto para todos sus ciudadanos.
Uno de los cambios más relevantes, en el contexto árabe, es el término de la sharia o ley islámica como la base del sistema judicial y también el respeto a la libertad religiosa.
Otro elemento destacado es que esta constitución obliga al Estado a contribuir a la protección del clima, resguardando el futuro de las nuevas generaciones.Agrega, que el Estado proveerá los medios para eliminar la polución del medio ambiente. Con esto los tunecinos han elevado lo referente a cambio climático a un concepto de ley internacional.
Túnez, es el tercer pequeño país, que incluye el cambio climático en su Constitución. Ecuador y República Dominicana también lo han hecho.
Hay otros países, que sobre este tema han incluido en sus Constituciones “el derecho de vivir en un medio ambiente saludable.” En efecto, no han pasado de ser solo palabras de buena crianza. La inclusión de “cambio climático” en una Constitución, va mucho más allá si le entrega al Estado derechos y deberes a cumplir.
Esto ocurre a diferencia de las llamadas grandes naciones, donde el cambio climático es un tema olvidado. Ni pensar que lo incorporarían en sus Constituciones porque obviamente que en este ámbito cuentan con el beneplácito de las grandes corporaciones.
Hoy, Túnez, Ecuador y la República Dominicana están sentando un precedente, que deberían seguir otras naciones.En Chile, a las puertas de un debate nacional para un cambio a la Constitución antidemocrática de Pinochet, que fue escrita por unos pocos para gobernar a muchos, debe incluirse el tema del cambio climático como corresponde a una constitución moderna.
El programa de la Presidenta electa Michelle Bachelet, nos indica que se debe establecer una nueva relación con los recursos naturales, incluyendo un plan nacional para reducir la emisión de gases y cumplir con el compromiso asumido por Chile en la XV Conferencia de las Partes de Cambio Climático del 2009.
Tomando en consideración lo propuesto por la Presidenta electa, nada impide que Chile incorpore a nuestra futura Constitución democrática, el cambio climático.
Tal decisión nos permitiría unirnos a los pequeños-grandes-países, como Ecuador, República Dominicana y Túnez, que con visión futurista dan una lección a las grandes potencias que han demostrado ser pequeñas en la defensa del medio ambiente.