El Evangelio del 24 de enero, día de la designación del gabinete, refiere el momento en el que Jesús sube a la montaña y fue llamando a los que él quiso para que se fueran con él, nombró a doce, les dio nuevos nombres y les entregó todo el poder que él mismo poseía. Entre ellos había uno que después le traicionó.
Este pasaje se parece un poco o mucho al ejercicio de la Presidenta Bachelet al nombrar su Gabinete y demás funcionarios de más alto rango, ya que justamente se trata de elegir aquellos que en comunidad política desarrollarán el proyecto de gobierno y tendrán que compartir una parte de su enorme poder para conducir a Chile.
Sin duda corresponde aceptar sin ningún reclamo la elección que ella haga, por tratarse de una materia de su exclusiva incumbencia y de su total responsabilidad.
En este caso como el Evangelio, ella llamará a los que quiera, porque a cada uno les dará una cuota de su poder y solo ella, la Presidenta, puede aquilatar la exacta dimensión de la responsabilidad transferida, ya que en todo caso la única responsable no es otra que ella misma.
Seguramente en el episodio que Jesús atribuye a Marcos pueden haber existido personas que desearon ser Apóstoles, pero pocos fueron los elegidos.
En Chile no sabemos los que desean ser Ministros y si son muchos o pocos, ya que no hay concursos abiertos ni transparencia en las negociaciones, materia que siempre me ha intrigado por su secretismo tan innecesario, como cruel y antidemocrático.
Le deseo al Nuevo Gabinete la mejor de las suertes y aprovecho de recordar que siempre hay un Judas que puede traicionar las cosas, ese es aquel o aquella que busca el poder detrás del trono para fines personales y a costa del proyecto común.
Espero no tengamos ninguno en el período que se acerca, que no se ve nada de fácil por los cambios que hay que hacer y por algunos vientos externos.