Una de las figuras más frecuentes en la retórica política nacional es la de hacer declaraciones sin declarar lo que se está declarando. Todos los días se reproduce en los medios en diferentes formas esta misma extraña manera de decir lo que no se dice, porque si se dijera diciéndolo, traería consecuencias que no se desean asumir.
De modo que se dicen sin decirlas. De este modo se puede hacer afirmaciones sin que el que las hace, después tenga que hacerse cargo de ellas. Se trata de un artilugio para, en el caso de que a uno le pidan cuentas por lo que dijo, se pueda afirmar que no se dijo lo que se dijo y de esa manera quedar a salvo de eventuales críticas de partidarios o adversarios que pudieran sentirse ofendidos.
Tomemos, por ejemplo, las declaraciones de Carlos Larraín en Tolerancia Cero el último domingo. Lo que él dio a entender es que existiría un “plancito” orquestado desde la Moneda que tendría como finalidad la organización de la vuelta a la política del Presidente Piñera una vez que este deje su cargo.
En tal complot participarían ministros de Estado y personeros políticos, y quién estaría a la cabeza de todo esto sería nada menos que el propio Presidente. “Hay algo en esto que huele mal, como un caldo de picorocos” – afirma Larraín.
Las recientes renuncias en Renovación Nacional tendrían que ver con esto, pues constituirían los preparativos para recibir al ex-Presidente en una nueva agrupación más fiel a su ideario político.
¿Pero cómo está dicho esto? Negándolo inmediatamente después. “No, yo no te lo puedo asegurar, porque sería muy feo… etc, etc, etc.” Debemos entender entonces que lo que se acaba de decir, no debe considerarse dicho. Es una declaración que no declara lo que ha declarado. Lo afirmado está negado.
Por lo tanto, nadie tiene el derecho a pedir cuentas o a afirmar que lo que se ha escuchado de la propia boca de Larraín sea una afirmación suya. Él no ha dicho lo que ha dicho. Si lo hubiera dicho, sería una grave acusación contra el Presidente, pero como no lo ha dicho, todo el mundo puede estar tranquilo.
Veamos en el campo adverso las declaraciones de Nicolás Eyzaguirre en el curso de formación del PPD. Se trata de una variante del no decir lo que se dijo, consistente en decir algo y posteriormente decir que lo que se dijo, no era lo que se quería decir.
De este modo, lo que se dijo queda no dicho por efecto de la aclaración posterior.Como declara él mismo en carta al Director de El Mercurio, él no dijo lo que dijo. Él afirmó que buena parte de los alumnos de su generación salidos del Colegio Verbo Divino son idiotas y que, sin embargo, una vez que salen del colegio ocupan altos puestos en las empresas debido a los vínculos con las familias de sus compañeros de colegio, todos influyentes en el mundo del dinero.
Pero – según él mismo nos informa en su carta – esto no era lo que él quiso decir, porque en su intervención usaba la palabra “idiota” en su sentido etimológico: esto es, como “ignorante y despreocupado por los asuntos públicos”.
Por tanto, sus privilegiados compañeros no son estúpidos, ineptos e ignorantes como pudiera haberse entendido equivocadamente, sino simplemente despreocupados de los problemas de la Polis. Estábamos equivocados: lo que habíamos creído entender, no es exactamente lo que él dijo, sino esta otra cosa que ahora recién viene a aclararse.
Veamos ahora otro ejemplo, que consiste en afirmar y negar a la vez lo que se dice, proeza difícil, pero como se verá perfectamente posible de lograr. Se dice algo y después se dice lo contrario, con lo cual lo que se dijo en un principio queda negado.
El General Cheyre afirma en franca oposición con la política del Presidente Piñera de las “cuerdas separadas”, que “es un error tener con Perú una cuerda privilegiada de tipo comercial”.
Pero más adelante en su declaración podemos leer la categórica afirmación de la improcedencia de su propia declaración: “a estas alturas, no es conveniente aparecer con nuevas ideas de lo que pudo haberse hecho y no se hizo”.
Lo que pudo haberse hecho es no tener una cuerda privilegiada de tipo comercial frente a la cuerda político-diplomática, pero esto no se hizo. Por lo tanto, se afirma una nueva idea sobre lo que pudo haberse hecho.
Se dice que la política del Presidente es un error, pero después se afirma que no vale la pena decir este tipo de cosas una vez que ya se ha llevado este asunto en esa determinada dirección. O sea, se dice que lo que se está diciendo no debería decirse. Por lo tanto, lo dicho no debería decirse, a pesar de que ya se ha dicho.
Este tipo de retórica es, por cierto, muy útil en nuestro país, famoso además por la afición desmesurada hacia los eufemismos.
El decir entre líneas, el hacer alusiones sin hacerse cargo de sus consecuencias y el retroceder cuando se ha cometido un error o se ha metido la pata, son nuestro deporte favorito en el ámbito público.
Por eso, por si las moscas, no vayan a pensar que lo que acaban de leer es algo que yo haya efectivamente dicho. Lo niego rotundamente. Lo que yo he querido decir es otra cosa.