Pertenezco a una generación que, hace varias décadas, debatió y polemizó con diferentes manifestaciones que tuvo el marxismo en Chile, entre otras, el partido comunista.
En lo personal, diferentes escritos avalan lo señalado y al releerlos en la perspectiva del tiempo y sin olvidar el contexto en los que se originaron, tengo la sensación que la inmensa mayoría de ellos fueron más que adecuados, así como también hubo un par de veces en que claramente me equivoqué. Me imagino que esto le ha pasado a muchos de los entonces jóvenes profesionales o estudiantes universitarios.
Sin embargo, y no estimo necesario tener que detenerme especialmente en ilustrarlo, el mundo experimentó cambios radicales desde los 80’en adelante y los efectos políticos, socio-económicos y culturales a nivel mundial, a propósito del término de la guerra fría, de la caída del muro de Berlín y la aceleración del proceso de globalización, se han ido catapultando y retroalimentando tanto en sus dimensiones positivas como en sus preocupantes y censurables consecuencias.
En medio de una suerte de mutación socio-cultural planetaria, la ideología marxista y su expresión organizacional por excelencia, el partido comunista, también ha evidenciado una clara reorientación y ha hecho públicas nuevas tesis y enfatizado nuevos problemas.
En el caso de Chile, desde su apoyo a don Patricio Aylwin en la primera elección democrática después de diez y siete años, hasta su XXIV congreso del 2010, el PC criollo lleva a cabo un tránsito desde la marginación del sistema hacia la incorporación al mismo, lo que se plasma en su participación en diferentes procesos electorales y en la incorporación de algunos de sus militantes, vía elección popular, al Parlamento Nacional.
En lo estrictamente ideológico, al analizar los acuerdos de su ya mencionado XXIV congreso , se establecen tres líneas principales de acción en lo que se refiere a los desafíos más inmediatos de nuestro país.
1.- Impulsar cambios sociales democráticos, lo que supone dar especial importancia a los eventos electorales en los diferentes niveles de la sociedad.
2.- Priorizar las reformas estructurales que permitan sacar al país de la preponderancia del modelo neoliberal.
3.- Para llevar a cabo estos cambios , sumar al centro político y buscar la mayor convergencia de actores sociales a través de la movilización social.
A partir de estos antecedentes y habida consideración de su incorporación formal al pacto electoral de la Nueva Mayoría, el actual debate sobre la mayor o menor pertinencia de la incorporación del PC a la gestión gubernamental en la primera línea, léase asumiendo cargos de Ministros de Estado, me provoca las siguientes consideraciones.
Ciertamente, no está en discusión que es la Presidenta electa Michelle Bachelet quien debe tomar las decisiones al respecto y zanjar cualquier controversia
El PC ha suscrito públicamente un compromiso, no con cualquier programa de gobierno, sino con uno muy específico y concreto que es de conocimiento ciudadano, esto es, el conjunto de propuestas por las que Michelle Bachelet superó apabullantemente a la coalición de derecha en los recientes comicios electorales.
Dentro de este marco y para trabajar en estas reformas y medidas, estimo que todos y cada uno de los miembros integrantes de la coalición Nueva Mayoría están en principio habilitados para colaborar en las más altas gestiones del futuro gobierno.
Si frente a las importantes reformas que el futuro gobierno está comprometido de llevar a cabo, surgen inconsecuencias, obstaculizaciones, exigencias desproporcionadas y/o negociaciones cuyo trasfondo es simplemente cambiar el espíritu de los cambios o definitivamente abortarlos, no sólo el partido Comunista, sino cualquier otro partido de la coalición oficialista que así actúe, tendrá que ser honesto y abandonar el gobierno y/o tendrá que así requerírselo la Presidenta.
Si frente a sucesos internacionales o nacionales significativos, se da una seria controversia entre el ejecutivo, partidos de la coalición y/o miembros del equipo de gobierno, y tal cual ha ocurrido otras veces en el país, la Presidenta podrá proceder a los respectivos cambios de gabinetes, con mayores o menores consecuencias para la gestión gubernamental futura.
La historia política internacional presenta numerosos casos en que los gobiernos y ministros se constituyen por personas y partidos que, aunque con diferentes pasados políticos y con sustratos doctrinarios diferentes, están de acuerdo en ese momento específico y concreto, en los modos y estrategias para llevar a cabo transformaciones en su sociedad, cuyas implicancias para el bien común, superan con creces las diferencias del pasado.Creo que este es el caso actual de nuestro país en cuanto al rol del PC en relación al futuro gobierno.
Construir proyectos societales con metas específicas que comprometa a una mayoría sustantiva por un tiempo importante, no sólo es un tema de gobernabilidad del Estado (cuestión por cierto muy importante), sino también una cuestión que desafía nuestra razón de ser como militantes o simpatizantes de determinados partidos políticos o simplemente adherentes a tal o cual cosmovisión o filosofía social
Para quienes hemos participado alguna vez en la política y hemos llegado a ella con una motivación social-cristiana, en la actual situación de Chile y a propósito del tema en comento, la gran cruzada es, en palabras del Papa Francisco en su reciente Evangelii Gaudium, ” tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad.Esa economía mata.Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil”.
“En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”.
“Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo”.
En esta carta de navegación que nos señala el Papa, tan válida para nuestra realidad, el éxito en la implementación del programa del futuro gobierno puede ser un gran paso (siempre quedará por hacer). Pero, para ello, debemos estar abierto a trabajar con personas con pasados diferentes y opuestos a los nuestros, pero que en los grandes retos que nos plantea la justicia social y la mejor democracia para Chile, tengamos significativas coincidencias en los contenidos y en la forma.