Acontecida la elección presidencial, en segunda vuelta y luego de las celebraciones y ritos propios de un bullante triunfo electoral, el país ingresará al período festivo de Navidad y Año nuevo.
La sociedad, retornará con una calma expectante hasta la entronización del nuevo gobierno, esta vez de una coalición política que se ha reestructurado (la Nueva Mayoría), con una Presidenta electa por segunda vez (hecho histórico) y con una votación que en términos proporcionales no tiene comparación en los últimos 24 años de retorno de la democracia.
Sumemos a esto que, de manera holgada se cuenta ahora con mayorías parlamentarias en ambas cámaras, todo lo cual indica que diversas promesas, las de llamado “fácil despacho”, podrán ser -ahora si- aprobadas por el Congreso.
Lo difícil, en realidad, no ha sido el triunfo electoral cuyos resultados normalmente fueron previstos desde un comienzo, especialmente cuando la ex Concertación se dio cuenta que no había logrado generar nuevos liderazgos nacionales y solicitó a la ex Presidenta, con una cómoda y brillante carrera internacional en Naciones Unidas, volver a Chile para asegurar un nuevo proyecto político.
Tales resultados fueron estimados además, como probables, dadas las enormes y sorprendentes contradicciones del Gobierno de Piñera y de su Alianza por Chile.El mundo conservador ha sufrido una derrota histórica, de la que no le será posible recuperarse en el corto plazo.
Entremos entonces a un tema particular, bastante ausente en los diagnósticos recientes y para ello haré referencia, primero, a un dato electoral interesante.
En prácticamente 90 comunas con una marcada presencia de pueblos indígenas, la votación obtenida por Michelle Bachelet, hoy Presidenta electa de Chile, los resultados electorales fueron ampliamente ventajosos para la candidata, con excepción de dos comunas con mayoría de votantes aymaras (Camiña y Colchane) en donde la candidata de la derecha superó a Bachelet.
En Camiña, Michelle obtuvo 36% y Matthei 64%. En Colchane, Matthei se impuso con 66% contra un 34% de Bachelet.
Un segundo dato a considerar es que en 20 comunas con mayor electorado indígena en Chile, Bachelet obtuvo más del 70% de los votos (Sierra Gorda, Diego de Almagro, Huara, Lebu, Antuco, Hualquin, Quirihue, Collipulli, Renaico, Corral, Los Lagos, Chonchi, Puqueldon, Quinchao, entre varias otras).
Un tercer dato a tener en cuenta es que en aquellas comunas que han sido noticias por las tensiones derivadas de demandas de tierras y enfrentamientos, como es en el caso de Freire, Vilcún, Ercilla y Lumaco, principalmente, Bachelet obtuvo sobre el 60% de las preferencias.
Estos antecedentes son preliminares y podemos asumirlos como una hipótesis, en cuanto a que los electores indígenas, en gran parte del país y de manera convincente brindaron su voto a la Nueva Mayoría, en parte por desencanto con el actual gobierno, en parte por propuestas inconsistentes de la derecha, en parte por una mayor esperanza en cuanto a que la Nueva Mayoría pudiese encarnar una promesa de futuro, distinta a lo que hemos conocido en todos estos años.
Por cierto, un estudio más riguroso, mesa por mesa de votantes, en cada una de las comunas con una alta tasa de votación indígena podrá arrojar indicadores más precisos para confirmar éstas y otras apreciaciones.
Cualquiera sea, finalmente, el resultado final de este estudio (que requerirá también ser comparado con los datos electorales parlamentarios), lo esencial es que los pueblos indígenas de Chile (PPII) tienen también una legítima aspiración en cuanto a su destino y demandas históricas.
El Programa Presidencial de Michelle Bachelet ha incorporado contenidos sustanciales de reconocimiento de tales demandas, y dado que existe una acumulación de planteamientos y propuestas que provienen de los propios Pueblos, todo indica que debiéramos estar ante una oportunidad histórica determinante para la relación entre PPII, Estado y sociedad, si el nuevo gobierno diese un especial y mayor impulso a dicho reconocimiento que, como se ha dicho por parte de los propios PPII, no es sólo de carácter institucional sino que implica hoy una inclusión mayor de derechos colectivos que son integralmente políticos, sociales, económicos y culturales.
El programa presidencial referido a Pueblos Indígenas es bastante ambicioso. Invito a leerlo en la web michellebachelet.cl .Avanza mucho más allá de lo que se planteó en otras campañas presidenciales.
En ese sentido es una promesa de futuro.Pero si algo han aprendido los chilenos y más aún los propios PPII es que entre programa y realidad, entre razón de Estado y demandas sociales, o dicho de manera más criolla, una cosa son los programas y otra es el Gobierno, entonces hay legítimas razones para las aprensiones de todo tipo, las dudas e interrogantes en tanto cuánto será de continuidad y cuánto de renovación y auténticas reformas.
De partida, cuatro grandes ejes del programa indígena debieran ver la luz en los primeros 100 días de gobierno.
a.- Cambios relevantes en la institucionalidad indígena (el congreso debería debatir y aprobar la creación del Ministerio de Asuntos Indígenas y resolver el nuevo Consejo Nacional de PPII).
b.- El gobierno deberá destinar recursos financieros extraordinarios para acometer la tarea de brindar respuesta a la demanda de compra y transferencia de tierras de 166 comunidades que están a la espera desde el 2005.
c.- Para abordar los temas de construcción de un clima de paz y de entendimiento en el sur, una comisión de personalidades (indígenas y no indígenas) deberán estudiar los casos judiciales y proponer al país un camino de soluciones.
d.- En cualquier debate que el nuevo gobierno impulse para avanzar hacia una Nueva Constitución, los PPII tendrán que estar plenamente representados. Esto, en parte, sólo para comenzar.
Son señales políticas respecto de las cuales los PPII tienen fundadas esperanzas de que bajo la idea de Chile de Todos, ahora si habrá cabida e inclusión de sus derechos históricos y reconocimiento cabal de los mismos en la sociedad chilena.