Hace unos días me impresionó un post de redes sociales que viralizaba y decía, “estudiantes,¿dónde estaban cuando realmente tuvieron en sus manos la oportunidad de cambiar el sistema político de su país, dónde quedaron esas ganas de cambiar el sistema, de no votar por los mismos, de terminar con el duopolio, habiendo siete candidatos más?… Por favor, esta vez no vengas a pedir apoyo para tus marchas, no pidas apoyo de los trabajadores y padres que creyeron en lo que peleabas…”
¿Será que realmente la juventud traicionó a alguien o no cumplió un “deber”?
Eso de que la juventud tiene derechos, pero “también deberes” siempre suena a un adultocentrismo que lejos de convencer, se transforma en sermón de institutriz, y particularmente creo que es más un excelente abono para la inacción juvenil, en este caso, ante el voto.
Aunque, a nosotros, “los adultos” no nos guste, los estudiantes no votarán sino por alguien que demuestre a) no ser “más de lo mismo” y b) no ser “un vendido” al sistema político dominante, esta última parte del algoritmo necesita seguro de una genialidad novel. Marcel Claude y Marco Enríquez Ominami intentaron plantearse así y no lograron convencer, con dolorosos resultados económicos en un caso.
Ahora bien ¿la traición es sólo de los jóvenes?
Hace unos días Gonzalo Contreras y Mauricio Morales en CIPER Chile hacían un análisis estadístico del comportamiento electoral entre las comunas acomodadas y las comunas pobres.
Pues bien, resulta que la mayor abstención se da significativamente en comunas más deprimidas.Mientras en Vitacura participó en las elecciones casi un 70% del padrón, en La Pintana apenas lo hizo el 40% de la población en edad y condición de votar.
¿Será que los jóvenes y los pobres son unos traidores?
A mí por lo menos me queda grande responsabilizar de los resultados políticos a quienes son los mayores desfavorecidos del sistema político y económico chileno, argumentar traición alguna y traspasar el peso de las transformaciones que el país requiere.Al menos en estos tiempos y en estas latitudes las explosiones sociales revolucionarias se extinguieron a sangre y fuego hace años.
El trabajo es más lento de lo que parece y los grandes educadores del cambio y la justicia social son en estos años los estudiantes y las organizaciones sociales de base.
Quienes plantearon y lograron desplazar los límites en las propuestas programáticas que se juegan en el presente proceso eleccionario fueron los estudiantes y las localidades que se levantaron en los últimos cuatro años. Imaginemos esos programas sin las movilizaciones de la Confech y la ACES, sin Freirina, sin Quellón y sin Aysén. La democracia y la participación política responsable no es cuestión de votos.
Si fuera por los votos, los grandes irresponsables estarían en la clase política gobernante y para muestra unos números.
• En 1989 Patricio Aylwin obtuvo 3.850.571 votos.
• En 1994 Eduardo Frei obtuvo 4.040.497 votos.
• En 1998 Ricardo Lagos obtuvo (1era Vuelta) 3.383.339 votos.
• En 2005 Michelle Bachelet obtuvo (1era Vuelta) 3.190.691 votos.
• En 2009 Sebastián Piñera obtuvo (1era Vuelta) 3.074.164 votos.
• En 2013 Michelle Bachelet obtiene (1era Vuelta) 3.073.570 (2013) votos. Primera elección con voto voluntario.
Claro que puede resultar un poco odioso para los triunfadores revisar que cada vez se convoca a menos ciudadanos a sumarse a sus proyectos políticos. Asimismo cabe distinguir que en los sistemas con voto voluntario es justamente la abstención la que más crece y puede no ser muy justo comparar la actual elección con las anteriores, pero los números son números y si no resultan simpáticos para los triunfadores, también podemos mirar las cualidades.
En los países con voto voluntario se hace todo lo posible porque el ciudadano ejerza su derecho.
Se envían papeletas a los domicilios que se pueden enviar por correo, se eligen por voto popular a las máximas autoridades regionales, existe un sistema proporcional con ajuste y no un binominal, se desarrollan sistemas informáticos amplios que permiten agilizar los actos eleccionarios y el computo en línea de los mismos y, por supuesto, votan los ciudadanos nacionales que se encuentran residiendo en el exterior.
Mientras la clase política siga gobernando con freno de mano y administrando los niveles de pobreza y segregación que es capaz de aguantar el pueblo de Chile, sólo queda pedir que los estudiantes sigan machando y que ante las acusaciones de “infantilismo por no votar” mantengan el descaro de la movilización y que las comunidades locales no desaprendan lo que costó más de 20 años hacer significativo.
Cuando los estudiantes marcharon nadie los acompañó realmente. Aún no hemos visto un paro del colegio de profesores con la firmeza de los funcionarios del registro civil o de los municipales.
Tampoco hemos visto a los alcaldes marchando a La Moneda por el fin al lucro y la segregación educativa como sí lo hicieron hace un par de semanas para pedir al gobierno soluciones ante las precariedades laborales de los funcionarios municipales.