Durante gran parte de estos 24 años de democracia, han existido estudios de opinión que “orientaron” el quehacer nacional. Cada año y previo a elecciones o en torno a temas de interés nacional, los resultados aportan información para el debate. En estos dos últimos años, los mismos estudios que eran certeros, han sido desorientadores.
Es conocido el hecho que los seres humamos buscamos predecir el futuro. Desde los primeros tiempos de la humanidad, se ha buscado anticipar las lluvias, los cambios en el clima, luego el comportamiento de la sociedad, terremotos, los vaivenes comerciales, etc.
En algunos casos, es posible anticipar con certeza lo que vendrá, en otros solo se mantiene el “olfatímetro”.
Siempre ha sido necesario disponer de información previa, usada como el nutriente, la piedra angular que sustentará el análisis de los resultados. Nada más complejo que manejar con los ojos vendados. Nada más problemático que esperar cinco personas de visita y que lleguen más del doble.
En el caso de los estudios de opinión, su núcleo central es la distribución espacial de las personas y la magnitud, en la que se encuentran. Por lo que es importante saber cuántas y cuántos habitantes hay en cada localidad, comuna, provincia, región. De qué edad, sexo, actividad, etc.
Las investigaciones que se han publicado en los últimos años, como por ejemplo las que aporta el PNUD, nos evidencian que la sociedad chilena ha cambiado, en su percepción respecto de la búsqueda de la felicidad, del bienestar, del logro según el propio esfuerzo, etc. Así mismo se ha podido observar, como los grupos de interés se han organizado para la defensa de Hidroaysén, la educación, la vivienda, etc. Es decir, vivimos en una sociedad que enfrenta los desafíos, con otra mirada.
Hace 20 años era impensado hablar de matrimonio igualitario, femicidio, lucro en la educación, respeto al medio ambiente, etc. y lograr apoyos públicos, en esas causas.
Hace 20 años , nuestra sociedad debatía respecto de los DDHH y hoy lo hace, desde otra perspectiva. Hoy tenemos conciencia que crecimiento no es sinónimo de desarrollo.
Por lo tanto, si sabemos que la sociedad, los grupos y las personas, tienen una forma distinta de interpretar el quehacer mal podríamos realizar análisis de información con sustratos de 20 años atrás. Si no todos, gran parte de los análisis sociales usan como fundamento el Censo 2002. Es decir miramos la sociedad actual, con los números de la generación anterior.
En este contexto y con la información disponible podemos decir que los resultados de las encuestas, antes del 2012 y las proyecciones electorales eran certeros. El mundo electoral estaba acotado y normado.
Hoy puntualmente la decisión electoral, tiene el componente extremo de la libre utilización del derecho a voto. Y este comportamiento, no logra ser “capturado” por las encuestas.
Obviamente los estudios no han evidenciado con certeza, el estado de ánimo de los electores el día de la votación. Es más, ha quedado en evidencia que existen quienes dan su firma para inscribir candidatos, pero no votan por él. La opinión varía con la velocidad de las redes sociales.
Entonces todos han caído en el síndrome de Casandra, en el que pudiendo estudiar el comportamiento social, teniendo las capacidades para ello, sus pronósticos son cada día menos creíbles por el hecho de mirar el presente con los ojos del pasado.
Por otro lado, comenzará a surgir la duda razonable si para los demás aspectos evaluados en los estudios de opinión desde el 2012 en adelante, también pueden existir incertidumbres. Sin ánimo de recurrir a oráculos, se puede decir simplemente que alcanzar el cariño de la ciudadanía, ya no tiene que ver con las encuestas.
El desafío que viene entonces, es contar con información orientadora de base que permita a todos, conocer numéricamente cómo es Chile, en ésta década.