“Si no hacemos nada, el pueblo evolucionará por sí solo”.
La última revolución en Chile fue violenta, con el golpe militar del 73.
Sus impactos, entre otros, fueron sobre la institucionalidad modificando a la economía con la instalación de un modelo neoliberal de mercado hoy globalizado, los sistemas de educación y salud definidas como bienes de consumo, la política con sistemas de representación y participación como el binominal, la cultura dirigida por el consumo y el funcionamiento social con sus severas trasgresiones a los derechos humanos en los años inmediatos que siguieron a la ruptura del orden institucional.
Los resultados, también entre otros, fueron un crecimiento económico globalizado del país, crecimiento veloz del PIB, disminución importante y acelerada de la pobreza, pleno empleo, aumento del poder adquisitivo, inflación controlada, pero con una minimización de las políticas del estado de bienestar, aparición de una nueva clase media (nuevos pobres) muy insatisfecha, aumento profundo de las brechas económicas y de oportunidades, y la aparición de una nueva juventud dispuesta a generar una nueva revolución ya no sólo desde “las grandes alamedas” y con “un pie en la calle”, sino también,y en paralelo, desde la institución misma.
Esta nueva revolución, a diferencia de la anterior, será democrática y dirigida a la instalación de un estado fuerte, con políticas de protección social importantes, intentando cerrar las brechas de oportunidades, donde la salud y la educación serán “derechos sociales”, pero siempre en el marco del modelo del tecno mercado global imperante.
O sea, volveremos a un modelo con una visión global más europea y solidaria, fuertemente laica y secularizada, centrado fuertemente en la igualdad basada en los derechos y libertades morales absolutas y muy liberales, corrigiendo la vía actual de fuerte impronta norteamericana y muy competitivo, contenido por una ética de impronta religiosa, que privilegia también las libertades- especialmente las económicas-, pero prisioneras de las diferencias producto de la historia y oportunidades personales, como son por ejemplo, el lugar de nacimiento, la familia de origen y el acceso a distintos sistemas de educación.
Por lo menos da la impresión que este es parte del camino revolucionario iniciado por los jóvenes.
Creo que el desarrollo avanza en necesarios “saltos evolutivos” cualitativos, como el que parece aproximarse.
Si son enmarcados en las necesarias “mallas de contención”estratégicas de participación, acuerdos, confianzas, seguridades y verdades,(en este caso, muy democráticas), para evitar el caos destructivo anárquico, siempre llevarán a un estadio de desarrollo superior de mayores libertades y humanización.
El cambio, al que no hay que tenerle miedo, es la vida, la estabilidad a ultranza es la muerte (y a esa sí que hay que temer, por lo menos algo…).