A pesar que ayer no resultó electa como Presidenta de la República en primera vuelta, quien puede dudar que Michelle Bachelet es todo un fenómeno en la política chilena que está por encima de la apatía ciudadana y la mala opinión hacia los políticos profesionales.
Ella sigue representando una novedad en la política.Un nuevo tipo de liderazgo definido como más bien propio de las mujeres. Uno más transparente, abierto, sin poses, más genuino y definitivamente, más creíble.
En cuanto a los estilos de hacer política, se piensa que el liderazgo de las mujeres resulta más interactivo, de mayor estímulo a la participación y menos agresivo.
A final de cuentas, las mujeres han sido vinculadas histórica y culturalmente a valores como los de amabilidad, compasión y sensibilidad hacia las necesidades de los demás.
Al respecto, diversas encuestas realizadas en el país muestran que ante la pregunta qué espera la población en un líder político, las respuestas relevan aspectos como los de honestidad, valores y principios, los que tenían poca ponderación en el pasado. Se han ido perdiendo aspectos más propios de la política tradicional, como la capacidad de ser buen gerente, alto desempeño, con autoridad, etc.
Precisamente el gobierno “de los mejores” que proponía Piñera poniendo el énfasis en las capacidades técnicas y no políticas es una fórmula que la propia experiencia de estos 4 años terminaron por desterrar.
En este sentido, Bachelet en la búsqueda de una política “más amable” propone una forma menos cupular de hacer política, más participativa y abierta al diálogo social.
Ejemplo de ello es que desde su retorno a Chile ha ido construyendo su programa de cara a la gente a través de encuentros programáticos, de levantamiento de demandas en regiones y de comisiones técnicas.
De esta manera, puso énfasis distintos a su propuesta programática original escuchando lo que la ciudadanía gritaba en las calles: educación pública gratuita y de calidad y una nueva Constitución se convirtieron en sus ejes principales de campaña. Dichas características personales son reconocidas por la gente. Le creen además porque recuerdan su buen gobierno, con un fuerte sello social y también en base a esta experiencia deciden apoyarla.
Por el contrario, Evelyn Matthei representa más bien otro tipo de liderazgo femenino, el de aquellas mujeres que se desempeñan en ambientes mayoritariamente masculinos y que para sobresalir han adoptado formas y temáticas de fondo similares a sus colegas hombres.
Resulta ruda, demasiado frontal, incluso si se le compara con los políticos, lo que a todas luces para una cultura como la nuestra resulta hasta chocante.Sí se le reconoce como mujer preparada y de gran inteligencia, quizás precisamente por poseer una imagen más bien masculina.
Ayer una vez conocedora de su paso a segunda vuelta señaló: “Ahora tendremos un discurso más moderado”. En sentido contrario, la moderación es precisamente uno de los valores emblemáticos en que las mujeres hemos sido educadas. Matthei parece escapar a dicha socialización y eso tiene un costo asociado.
Por otra parte, Matthei representa la continuación de una administración encabezada por el Presidente Piñera con una permanente baja popularidad y con una escasa credibilidad.
Conocida su trayectoria más oscura ligada a las escuchas y la radio Kyoto y al caso drogas que afectó a renombrados representantes de su coalición, entre ellos, al mismo Piñera, que la dejan en mal pie respecto al atributo de la confianza.Este mismo curriculum es el responsable del poco apoyo recibido por Renovación Nacional y que su candidatura representa más bien a la UDI y no a la coalición de derecha.
En un momento en que la ciudadanía le pide valores a la política como consecuencia, honestidad y credibilidad, resurge Bachelet en una suerte de esperanza de que ejercerá el poder de una forma distinta y que podrá poner fin a su gran reforma de la protección social, pero que escuchando a la calle será capaz además de realizar los cambios estructurales que la derecha y su candidata rechazan.
El liderazgo femenino de Bachelet además posee conciencia de género; busca satisfacer las necesidades económicas de las mujeres, pero además pretende revertir la asimetría de poder entre hombres y mujeres.
En este sentido, se comprometió a fortalecer la red de apoyo a las víctimas de violencia intrafamiliar, en avanzar hacia la despenalización del aborto en tres situaciones (ante peligro de la vida de la madre, inviabilidad del feto y en caso de violación), en garantizar constitucionalmente la igualdad entre hombres y mujeres, en incluir la paridad como norma, etc.
Matthei, en cambio, representa a un sector político que ve a las mujeres como madres o como trabajadoras con empleos precarios a disposición para aumentar la productividad de un país.
Además Michelle es percibida como femenina y maternal, lo que resulta un plus en una sociedad que mantiene casi intactas las expectativas sobre lo que debe ser una mujer y lo que debe ser un hombre.
Esto ha motivado a que Matthei durante su campaña haya intentado cambiar su imagen de mujer dura a una más sonriente y sea más común verla ahora con marido e hijos (a) como estrategia de campaña para “emparejar” en este atributo con Bachelet.
Hemos visto que al menos al inicio de la campaña se ha querido centrar el debate por parte de los medios o del Comando de Matthei respecto a que ambas son mujeres e hijas de generales de la Fuerza Aérea.
Eso es lo único que comparten, porque el país que representan, el proyecto que encarnan y su mirada hacia las mujeres chilenas son absolutamente distintos.