Chile debería agradecer la emergencia de una nueva generación en la política.
Países de gran tradición viven profundas crisis en sus sistemas políticos debido al desgaste de las generaciones que habiendo emergido con proyectos de cambio, al cabo de algunas décadas terminan siendo en el mejor de los casos los administradores de un sistema que no puede con sus injusticias, cuando no la fuente del agotamiento e incredibilidad del sistema por efectos de la corrupción o, lo que es muy parecido, la completa falta de contención en el uso y abuso de privilegios.
Fenómenos tan presentes entre nosotros como el caciquismo, el nepotismo y el conformismo han terminado afectando la confianza en la democracia como el mejor sistema posible, lo que se manifiesta en la participación electoral y la desconfianza en la llamada clase política.
Es cierto que un cambio en la Constitución Política sería un gran paso en pro de una efectiva democratización de nuestro sistema, pero un texto no resuelve por si sólo los problemas, por perfecto y/o participativo que éste sea en su contenido y gestación.
De hecho el mundo ha conocido frustrantes experiencias de revoluciones democráticas que no llegan a nada o dejan las cosas peor de lo que estaban. Egipto y España son ejemplos paradigmáticos.
Chile, que también enfrenta un fenómeno de desaprensión de los valores democráticos producto del agotamiento político (ver por ejemplo la toma de la sede de Michelle Bachelet por parte de estudiantes secundarios), debe por ello agradecer la emergencia de una nueva generación surgida del movimiento estudiantil.
Varios de sus líderes fueron candidatos al parlamento. No todos lograron entrar pero el éxito o fracaso de una generación no se mide por el número de diputados, sino por su capacidad de romper con los atavismos conservadores y cambiar la agenda del país.
Ellos en cierta forma ya lo lograron al poner en entredicho el lucro como fin último y principio rector de la sociedad neoliberal.De hecho, el sistema educacional, pero no sólo el, se ha convertido en el tema de la elección presidencial y ciertamente su reforma será la principal tarea del gobierno que emergerá de las urnas.
Escuchar y apoyar las voces que piden el cambio es un acto de sabiduría, aunque no estemos obligados a estar siempre de acuerdo. No pocos países desarrollados buscan en vano a sus nuevas generaciones políticas. No las encuentran, salvo en la reproducción biológica de cerradas elites, lo que ha sido siempre la fuente de la decadencia.