La candidata de la UDI ha dedicado gran parte de sus últimos días de campaña a señalar que a nadie le cambiará la vida con una nueva Constitución, pretendiendo que los chilenos y chilenas ignoren una demanda que a estas alturas ya no se sostiene y que se sustenta en la urgente necesidad de modificar una Constitución ilegítima y que no representa al país actual.
Ha señalado, además, que el Congreso podría dejar de ver otros temas importantes para dedicarse a modificar nuestra carta fundamental, desconociendo aspectos básicos de la tramitación legislativa.
De una u otra forma, utilizando el terror y las visiones apocalípticas, ha intentado convencer a los electores que la Constitución no debe cambiarse y que el sistema debe permanecer en este agobiante status quo.
Qué equivocada está, no sólo por el fondo de sus declaraciones, sino porque refleja cero empatía con el pueblo chileno, cero conexión con las justas y legítimas demandas que hoy se escuchan, ven y perciben en cada una de las regiones de Chile.
Desde la vereda de enfrente, el clamor es innegable. Aspiramos a crear una nueva Carta Fundamental, donde los derechos básicos estén garantizados, donde la Salud y la Educación sean garantías protegidas para los chilenos y chilenas; un nuevo rayado de cancha, dotando a los ciudadanos de más herramientas para frenar los abusos.
Aspiramos, además, a una Constitución que pueda entregar más facultades al Congreso, como un necesario contrapeso a las excesivas atribuciones del Presidente de la República, en un sistema, a todas luces, extremadamente presidencialista, que ha terminado por debilitar la democracia y la garantía de los derechos esenciales.
Necesitamos impulsar definitivamente una política de calidad, que valore la ética de la responsabilidad, en que toda autoridad tenga un contrapoder contralor y en que se eliminen decididamente todas aquellas situaciones que distancian a la ciudadanía de la política y las instituciones.
El sistema político debe ser capaz de responder al presente y los desafíos de futuro y, en este camino, no cabe duda que se necesita una nueva Carta Fundamental.
Una Constitución que explicite el fin al lucro en educación, menos abusos del mercado, mayor participación ciudadana, más control a los políticos, crecimiento sustentable, un Estado proactivo en el futuro del país; un texto que nazca necesariamente de la voluntad popular y que asegure, para todos los chilenos, derechos constitucionalmente garantizados, con un Estado que asegure su defensa y promoción
La candidata de la UDI parece no entender que una Constitución es la expresión de un pacto social que incluye acuerdos trascendentes, cuya eficacia depende, en gran medida, de su legitimidad y de los procedimientos que contenga para ir fiscalizando el avance hacia las metas propuestas.
Un nuevo proceso constituyente sin duda revitalizará nuestra alicaída democracia.Sin temor, sin prejuicios, avancemos hacia una nueva Carta Fundamental que realmente nos represente, confrontando ideas y propuestas, en lo que naturalmente constituye la esencia de la democracia.