Las declaraciones y gestos de Sebastian Piñera en estos últimos meses dan cuenta de un esfuerzo por modificar las bases culturales y políticas con las cuales nace la actual derecha chilena.
El Presidente tiene claro que con una derecha de matriz y origen autoritario no puede proyectar al 2017 una candidatura presidencial y parece dispuesto a iniciar un proceso re fundacional del cual nazca una derecha que asuma los estándares básicos de la libertad, la democracia, el respeto irrestricto a los derechos humanos y las normas de un estado de derecho moderno sin las ambigüedades y contradicciones que hoy sustenta la UDI y parte sustantiva de su propio partido.
No es una tarea simple. La actual derecha nace orgánicamente en medio de la dictadura, marcada fuertemente por el apoyo y la participación activa de muchos de sus líderes en el régimen de Pinochet o asumiendo el rol de “cómplices pasivos” de los crímenes y atentados a los derechos y libertades esenciales de los chilenos.
Piñera es prácticamente el único exponente de la derecha que vota NO en el plebiscito de 1988 y es claro que toda una generación de la derecha se pronuncia por el SI perfectamente conscientes que ello significaba mantener “constitucionalmente” a Pinochet y a su régimen en el poder hasta 1997.
RN y la UDI, en su origen, no son los descendientes de los viejos liberales y conservadores que participaron en la construcción de la República y de sus valores.
Esa derecha dejó de existir ya en los años 60 y es reemplazada por un Partido Nacional cuyos líderes hegemónicos provenían del nacionalismo, algunos habían incluso adherido al nazismo, y no había en ellos, salvo honrosas excepciones que eran ya antes del golpe militar minoritarias en esa formación, una cultura democrática que pudiera asemejarse a los valores y principios que fueron la base de la Constitución liberal de 1925 del Presidente Arturo Alessandri Palma.
El Partido Nacional nace siendo un partido de inspiración golpista, se declara partidario de una “democracia orgánica” y fue el sostén civil del golpe militar contra el Presidente Allende.
Por su parte, la otra matriz ideológica de la derecha del régimen militar, se nuclea en torno al pensamiento, más intelectual y complejo de Jaime Guzmán cuya inspiración se encuentra en la intelectualidad del falangismo español y del fascismo italiano que fundamenta ideológicamente, convive y gobierna con Franco y el Duce.
Jaime Guzmán sitúa su postura ideológica contra el colectivismo marxista y el individualismo liberal, relativiza la importancia de los derechos humanos señalando que “los únicos derechos absolutos son los de Dios” e invoca principios del tradicionalismo católico y del corporativismo horizontal, recalcando la importancia y autonomía de los “cuerpos intermedios” de la sociedad.
Esta concepciones, basadas en una profunda desconfianza en la democracia y en las libertades, que debían estar subordinadas a la seguridad, se plasman en la Constitución de 1980 que “legaliza” la dictadura y el poder de los militares y civiles que conformaron parte de la estructura jerárquica del régimen.
Pinochet tenía, como Franco y Mussolini, un poder absoluto que sobrepasaba cualquier disposición legal o más bien la voluntad de los dictadores era la ley y ello se consagró normativamente en una Constitución completamente autoritaria que fue una creación intelectual en primer lugar de Jaime Guzmán.
Ambas derechas apoyan la Doctrina de Seguridad Nacional que entrega a las FFAA la tarea de la lucha contra los enemigos internos y en virtud de la cual se legitima oficialmente el asesinato y la desaparición de miles de chilenos.
El triunfo del NO en el plebiscito impidió que se cumpliera cabalmente el diseño de la dictadura, pero la Constitución consagró una democracia protegida por los militares encabezados, en plena transición, por el ex dictador Pinochet , transformó al propio dictador y a su cúpula en senadores designados, estableció un Consejo donde el Presidente elegido por todos los chilenos era prisionero de los comandantes en jefe de las FFAA que podían convocarlo, impedía que el Presidente de la República pudiera llamar a retiro a los altos mandos militares, estableció quórum especiales en el parlamento para impedir cualquier reforma a la constitución.
Junto a ello establecieron una ley electoral que imponiendo un sistema binominal aseguraba que la minoría tuviera el mismo peso que la mayoría en el parlamento, burlando la soberanía popular y mantuvieron un decreto- ley de amnistía para impedir que los responsables de violaciones a los derechos humanos fueran finalmente condenados y cumplieran sus condenas.
Ninguna de estas normas pueden entrar en una definición básica de democracia y ellas fueron, y algunas lo son aún, sostenidas y defendidas por una derecha sin principios democráticos reales.
El gran problema, por tanto, para quien intente refundar a la derecha desde la UDI y RN reside en que por la derecha actual nunca pasó la Revolución Francesa.Ni RN ni la UDI son hijos de Descartes y del iluminismo que es el inicio de la configuración de la democracia y del Estado de Derecho.
La dictadura, apoyada por esta derecha, acribilló a Montesquieu y su división de poderes al clausurar por 17 años el parlamento y subordinar a los tribunales de justicia. Ni Voltaire, ni Rousseau, ni la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano son parte de la cultura política de una derecha surgida en dictadura y cómplices de sus crímenes.
Como dirían Sartori y Bobbio, al establecer un paquete de principios y valores sustantivos de la democracia, quien no los respete y luche por ellos, cualquiera sea la ideología que sustente, está lejos de poder ser considerado un demócrata.
Por cierto, en la derecha chilena y sobretodo en RN, hay una nueva generación que no vivió políticamente la dictadura ni fueron actores en los años en que desde la Comandancia en Jefe del ejército el dictador seguía controlando a los políticos de derecha, estos acudían en masa a celebrar sus cumpleaños o viajaban a Londres, junto con una parte de la cúpula empresarial, para defenderlo, ni en aquellos en que la derecha impedía que Pinochet fuera juzgado en Chile por sus crímenes. Hay otros que legítimamente han revisado sus posiciones del pasado.
Con ellos, tal vez, Piñera, si demuestra tener convicciones fuertes y coraje político más allá de sus ambiciones presidencialistas, puede refundar otra derecha inspirada en la historia, en la cultura y en los valores de la convivencia democrática.
No lo podrá hacer con Evelyn Matthei ni con aquellos que están marcados por el signo del autoritarismo, que no permitieron que se concretara la construcción de un nuevo relato de la derecha al inicio de este gobierno, ni con los que impiden hoy los cambios para profundizar la democracia. Todo ello no resultaría creíble en la opinión pública y sería un proyecto minoritario y condenado al fracaso.
De allí la complejidad de la tarea que quiere abordar el Presidente y la contradicción de apoyar hoy una candidatura presidencial detrás de la cual están quienes sostienen que la derecha debe preservar sus valores actuales marcados, como hemos dicho, por una cultura nacionalista extemporánea en un mundo global, por el integrismo político e ideológico conservador y por el apego al estado subsidiario y al neoliberalismo en momentos en que la población reclama reformas profundas a un modelo económico injusto, basado en el abuso y la depredación del medio ambiente.
No se puede ser una derecha auténticamente democrática si no hay la firme convicción, ética y política, de romper con el pasado autoritario.
Temo que esta posición es hoy minoritaria en los partidos de la derecha aunque para Chile sería un paso obligado para una nueva convivencia cívica y democrática.