Se encendieron las alarmas en La Moneda. De regreso de su viaje a Asia, el Presidente Piñera, reunido con sus Ministros políticos y los presidentes de la UDI y RN, analizaron la marcha de la campaña con gran preocupación dado que la candidata Evelyn Matthei, en todas las encuestas a la mano, está en los márgenes de lo indicado por la Encuesta presencial del CEP, es decir en torno al 22 – 23% , con un Parisi que crece acumulando votos de derecha descontenta y anidándose en el voto popular donde la UDI ha construido una presencia activa y que en las primarias canalizó en parte, Pablo Longueira.
Piñera advirtió, además, que los datos duros mostraban que Bachelet estaba por sobre el 40% y que Enríquez Ominami no restaba fuerza decisiva para impedir que la candidata de la Nueva Mayoría pudiera ganar incluso en primera vuelta.
Fue el propio Presidente el que transparentó este estado de ánimo cuando reveló a La Tercera que “no estoy ni ciego ni sordo y es claro que Bachelet tiene la primera opción, así lo muestran todas las encuestas…”, creando un nuevo malestar en la Alianza y en la propia candidata.
A poco mas de 30 días de la elección presidencial La Moneda cambia de giro y decide involucrar directamente al Presidente en la campaña de Matthei con la esperanza de transferir el 37% de apoyo que revela la Encuesta ADIMARK y hacer salir a Matthei por sobre el 30% para forzar una segunda vuelta.
Convengamos, en primer lugar, que el mayor impacto de las declaraciones del Presidente Piñera denunciando a los “cómplices pasivos del régimen militar” (no quiso usar la palabra dictadura) y el cierre del Penal Cordillera, se medirá en la encuesta de octubre y que incluso es posible, de no mediar errores mayores, que este aumente el apoyo con menciones de personas que valoran sus gestos y que no apoyan su gobierno.
¿Es posible lograr esta transferencia de apoyo ciudadano de Piñera a una candidata que claramente no despega? Es muy difícil.
Primero, porque Matthei culturalmente es parte de los cómplices pasivos, apoyó y trabajó porque Pinochet se mantuviera en el poder hasta el 97 y es hija de un integrante de la Junta militar de la dictadura.
Es decir, no reúne ni lejanamente las características únicas de Piñera en la derecha, que votó por el No, que aún guardando silencio y dedicándose a los negocios, no apoyó a la dictadura, lo cual le permitió arrastrar el voto de personas que había votado por Enriquez Ominami en primera vuelta y otros atraídos por sus promesas de cambio o ya cansados con los 20 años de gobiernos concertacionistas.
Si la mayor popularidad de Piñera se da porque critica a los que apoyaron a la dictadura, condena las violaciones a los derechos humanos perpetradas por el régimen y cierra el Penal Cordillera, una candidata como Matthei no es capaz, por su ADN, de captar esa adhesión y, por el contrario, tratando de vestirla de Piñera desdibujan aquellos atributos que Matthei tiene ante el electorado duro de la derecha que hizo que la UDI la prefiriera a Golborne y a Allamand que mal que mal había sacado 400.000 votos en la primera primaria de la historia de la derecha.
La pérdida de identidad de Matthei es la pérdida de identidad de la derecha que está detrás de ella y, por tanto, puede estimular el voto populista y de derecha que representa Franco Parisi y perjudicar aún más su débil presencia en las encuestas con los altos costos que para la UDI ello significaría en el futuro.
Además, si Piñera se transforma en la práctica en su “jefe de campaña” ello enreda y desfigura el diseño del Presidente de una nueva derecha con la cual espera levantar su candidatura presidencial del 2017.
Es un intento desesperado de La Moneda que sabe que si a Matthei le va mal y está por debajo del voto municipal de la derecha ello también es una derrota política del gobierno de Piñera que este no puede soslayar.
Sin embargo, el problema de la candidatura de Evelyn Matthei no se resuelve con abrazos, frases y parabienes del Presidente con una candidata que todo Chile sabe fue una adversaria que recurrió a métodos éticos reprobables para hundir políticamente no sólo a Piñera sino a toda la llamada patrulla juvenil que intentaba en los 90 separarse de la imagen del pinochetismo.
De hecho, mientras en la Nueva Mayoría los candidatos a diputados, senadores y CORES se pelean por aparecer en la foto con Bachelet y seguirla en su impresionante campaña territorial, en la Alianza los candidatos no colocan la foto de Matthei en sus campañas conscientes que no chorrea votos y que por el contrario la candidata de la derecha restringe la votación mas transversal que muchos diputados y senadores de ese sector poseen en términos personales.
Por tanto, las dificultades de Matthei son estructurales. Ella, su historia personal y política, su programa, no tienen ninguna sintonía con los cambios de subjetividad que se han producido en la sociedad chilena en los últimos años.
Mientras la población quiere cambios profundos al modelo económico, Matthei es el rostro de la defensa del modelo, de las AFP, de las ISAPRES, del lucro en la educación y se niega a una reforma tributaria que permita que el enorme crecimiento económico del país y la generación de riqueza experimentada por el país en los últimos 23 años se distribuya de manera más igualitaria.
Mientras la población quiere mayores espacios de participación y una nueva y legítima Constitución Política, ella defiende la herencia de una Constitución aprobada fraudulentamente y que mantiene, porque así lo ha impuesto la derecha y los quórum especiales, importantes emblemas del autoritarismo y del neoliberalismo.
Mientras los chilenos se pronuncian mayoritariamente por mas libertades individuales y por la aceptación de una sociedad más diversa que garantice con derechos consagrados dichos espacios, Mathew representa una visión conservadora que está en contraposición a los anhelos de cambio de estos nuevos derechos humanos, los étnicos, sexuales, ambientales, que hoy exige la sociedad chilena.
El tema de fondo es, por tanto, de límite cultural. Esta derecha o su parte más conservadora que inspira la candidatura y Matthei misma, no comprenden los cambios culturales de la sociedad chilena y del mundo y la vieja identidad que ella es y representa choca con una sociedad más “líquida”, más compleja, en permanente cambio al veloz ritmo de la tecnología y de las comunicaciones, donde se disuelven los patrones ideológicos de referencia de una derecha que no ha pasado el cedazo de la democracia en su plena pluralidad y que anhela seguir manteniendo los espacios garantizados por instituciones decrépitas, las competencias protegidas por el binominal, los negocios al filo de la legalidad que garantizan enormes utilidades a los grandes grupos económicos que resisten cualquier cambio al actual modelo.
Hay, por tanto, un tema de renovación de la identidad no resuelto en 23 años y que es imposible modificar en 30 días
Un agudo periodista me decía, a Uds., la Nueva Mayoría, les conviene ganar en segunda vuelta porque en ella Bachelet no obtendrá el 50% y algo más que le permita ya ganar la elección en primera vuelta sino que se disparará a más del 60% con el apoyo de personas que concentrarán sus votos para impedir el riesgo que la derecha gane más aquel porcentaje que al final vota ganador, y ello será una derrota histórica de la derecha.
No sé si el Presidente Piñera ha pensado en este riesgo estratégico cuando se coloca en un intervencionismo no visto y que viola todo principio republicano, y decide aparecer como el protagonista del “despegue” de Evelyn Matthei.Efectivamente este escenario existe con grandes posibilidades que se dé de esa manera.
Personalmente prefiero que trabajemos duro en estos 30 días para llegar a todos los que están descorazonados, a los descontentos con lo que no hicimos en 20 años de gobierno, a los jóvenes que quieren nuevos sueños, nuevas confianzas y una épica de cambio real, para asegurar una victoria de Michelle en primera vuelta y doblajes parlamentarios que apoyados por la movilización ciudadana hagan viable las transformaciones que el país necesita.