Los 40 años del golpe de militar han tenido una repercusión política y comunicacional inusitada.Fracasó el intento de quienes durante estos años pretendieron reescribir la historia modificando la imagen de Pinochet y del régimen militar y de quienes, en la derecha política y económica, pensaron que el golpe estaría prácticamente olvidado en el inconsciente colectivo.
Por el contrario. A diferencia de lo ocurrido al cumplirse los 30 años del golpe, donde, con excepción de TVN, el resto de los canales informaron formal y escuetamente de lo sucedido, esta vez los medios fueron los primeros en captar que había un cambio de expectativa en la audiencia, que había un cambio en la sociedad y que se había creado un clima de avidez de información sobre lo ocurrido ya no sólo en las víctimas sino también en la población que no fue protagonista y no vivió los acontecimientos.
Esta vez no hubo conmemoración ni homenajes a Pinochet. La derecha, embarcada en una campaña presidencial encabezada por una candidata que como Evelyn Matthei esta ligada por historia y familia a la dictadura, intentó ignorar al dictador y trató, con diversa intensidad y credibilidad, de crear la imagen que desde siempre habían condenado las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la dictadura.
El Presidente Piñera, para quien lo principal no es hoy la suerte de Matthei candidata sino su propia proyección hacia una eventual candidatura el 2017, habló de cómplices pasivos y con ello colocó en dificultad ética a una parte de su gabinete y de los parlamentarios de la derecha que en una buena proporción entran en la categoría de cómplices pasivos y muchos de ellos cómplices activos de la dictadura.
El propio Piñera, que es cierto no apoyó a la dictadura y votó por el NO en el plebiscito, y es ello justamente lo que lo hace distinto a Evelyn Matthei y a otros liderazgos de la derecha que participaron, colaboraron, defendieron y apoyaron explícitamente al régimen, tampoco tuvo voz en su momento, para pedir por las víctimas de la represión dictatorial y de alguna manera, también él entra en esta categoría de “cómplices pasivos”que tiene, por cierto, distintos niveles de responsabilidad en lo ocurrido.
La derecha fue sorprendida por la fuerza avasalladora del recuerdo de los 40 años del golpe y los programas que los canales abiertos llevaron en pantalla con imágenes no vistas, guardadas por años en una autocensura que esta vez se rompió, con extraordinarias realizaciones, documentales, entrevistas, debates, que ocuparon con altísimo rating, la atención de los chilenos.
Solo Piñera reaccionó sabiendo que aquí se jugaba su futuro pero no fue acompañado por una derecha que sintió con embarazo y molestia las palabras del Presidente.
La mayor parte de la derecha – con honrosas excepciones como la del senador Hernán Larraín – perdió una enorme ocasión de sacar sus “cadáveres del armario” y construir un examen de lo ocurrido con el golpe de estado, las violaciones a los derechos humanos, la privación de libertades y derechos y sus responsabilidades activas y pasivas.
No fue capaz de disculparse, de construir un perdón creíble y en su silencio confirmó que aún no se desliga totalmente en el plano ideológico de la dictadura, lo que se corrobora cada vez que se intenta terminar con el binominal electoral y generar una Constitución legítima en su origen y en la cual nos sintamos todos representados.
No basta olvidarse de Pinochet para aparecer desligados de él y de la dictadura. Las imágenes de Evelyn Matthei, y de muchos otros líderes de la UDI y de la derecha en general, abrazando al dictador en sus cumpleaños o llamando a votar por el Sí en el plebiscito para que Pinochet se quedara en el poder hasta 1997, son imborrables, un verdadero clásico, pues son posteriores a todos los crímenes cometidos.
La derecha, sin embargo, parece no asumir el dato relevante de las encuestas : cerca del 80% de los chilenos considera a Pinochet un dictador y a su régimen una dictadura, palabra omitida por el Presidente Piñera en su discurso de análisis de los acontecimientos de hace 40 años.
Si Piñera extendió electoralmente el espacio de la derecha, justamente por no haber sido un “acólito” de la dictadura, Matthei y los suyos, que sí lo han sido, es probable que esta vez lo restrinjan y que la nueva subjetividad de la población sobre la valoración del régimen militar y de los horrores ocurridos, terminen por afectar electoralmente a una derecha que no ha querido, y no ha estado a la altura de sus expectativas, dar fe democrática y ética, cuando la sociedad exigía asumir las culpas en lo ocurrido.
Ahora, el 5 de Octubre, la derrota de Pinochet en el plebiscito, volverá a mostrar a Evelyn Matthei en la franja del Sí llamando a votar por Pinochet y, por otro lado, la oferta democrática que la oposición plasmó en la conciencia de los chilenos en sus luchas sociales y políticas y en las imágenes de una franja del NO que mostraba el país distinto, democrático, repleto de sueños y de promesas de una alegría que ya venía y que muchos sienten que no llegó en los 20 años de gobiernos concertacionistas pese al otro Chile que emana de esa experiencia .
La oposición, encabezada por “la hija del general” asesinado por la dictadura, no puede desatender en sus propuestas y en la instalación de la nueva épica de cambios a la que convoca, ni la nueva subjetividad de una población que si enfrenta la historia y exige terminar con los vestigios institucionales y económicos, de la dictadura y ese sentimiento de frustración existentes en mucha gente progresista por los cambios que no se produjeron, por lo que no hicimos o hicimos mal.
Ya no bastarán las razones de estado para explicar lo que no se haga. Ya no es época de grandes acuerdos que ocultan diferencias de fondo y que más bien hoy implicarían parálisis, gatopardismos, que el futuro del país no se pueden permitir.
Michelle Bachelet ganará las presidenciales por ella, por su capacidad de conectarse con estos sentimientos de la población.
Pero también porque representa una esperanza de otro Chile, más justo, más humano, con democracia participativa, con distribución de ingresos, con mayores libertades individuales, con mayor equilibrio social y peso del mundo laboral, con educación gratuita como el gran aporte del estado al desarrollo de la sociedad, con salud y pensiones reformadas, con una Nueva Constitución que una democráticamente al país en un nuevo impulso de su desarrollo.