Cada septiembre, durante el mes de la patria, los chilenos y chilenas aparecemos terminantemente divididos. El temor de no haber avanzado se extiende entre todos nosotros. Por ello algunos reclaman que la reconciliación no sólo no ha llegado, sino además que es imposible.
Si miramos nuestra historia, veremos que nunca hemos alcanzado la conciliación, la concordia y la paz. Por eso algunos prefieren evaluar nuestra actual situación a partir de los tres elementos de la justicia transicional: verdad, memoria y reparación.
Este es un debate que recorre todo el libro “Ecos de la reconciliación” editado por Hernán Larraín y Ricardo Núñez. Veamos, a partir de el, qué tanto hemos avanzado en estos tres ámbitos. Por otro lado, mirando el futuro, digamos en qué podría consistir ese “nunca más” que haga fuerte y duradera la promesa de vivir juntos en libertad, justicia y paz.
Verdad, justicia y reparación
En torno a la verdad partamos por recordar que fue Patricio Aylwin quien creó la Comisión Verdad y Reconciliación (Comisión Rettig). Su labor fue reconocida internacionalmente. Por ello, Nelson Mandela creó una Comisión de Verdad y Reconciliación para tratar lo sucedido en Sudáfrica bajo el apartheid. Luego se han creado instancias similares en países tan distintos como Corea del Sur, Kenia o Perú.
Recordemos también la Comisión sobre Prisión y Tortura (Comisión Valech) que constituye uno de los pocos casos en el mundo que ha querido esclarecer este tema.Agreguemos que se creó el Instituto Nacional de Derechos Humanos y que el Presidente Sebastián Piñera ha pedido crear una subsecretaría en esa área.
Sin embargo, la herida de los detenidos desaparecidos sigue abierta al no saberse el paradero de todos ellos. Otros cuestionan que se ha ido imponiendo una “verdad oficial” que calla las causas del golpe de Estado que permiten comprender, no justificar, el odio desatado tras el 11 de septiembre.
En materia de justicia, según el Programa de DD.HH., al 30 de septiembre de 2012 hay treinta Ministros de Corte de Apelaciones asignados a la tramitación de procesos que ascienden a 1.268.Un total de 814 personas están procesadas y hay 257 condenadas.
Las condenas son pocas y en general leves, pero se trata quizás del país con “la más completa respuesta judicial respecto a las graves violaciones a los derechos humanos”, según lo afirmó el año 2012 el Grupo de Trabajo sobre Desaparición Forzada e Involuntaria de las Naciones Unidas.
De los 61 agentes estatales que hoy cumplen con penas de presidio, 33 provienen del Ejército, 25 de carabineros, 2 de la fuerza área y 1 de la armada. Sectores ligados al mundo castrense han señalado que no es justo que los únicos detenidos sean militares.
Otros reclaman en contra de los excesivos privilegios de estos condenados.Quizás el efecto más demoledor en contra de la justicia es que Chile no fue capaz de juzgar y condenar al General Pinochet, por lo que la sensación de vivir en un país que aceptó la impunidad es extendida (Primera Encuesta Nacional del Instituto Nacional de Derechos Humanos 2011).
En materia de reparación, se ha creado la Corporación Nacional de Reparación y Reconciliación.
Se han diseñado planes y programas que permiten el acceso a justos beneficios sociales a las víctimas de las violaciones a derechos humanos o a sus familiares.
Eso sí, ha habido cuestionamientos a los excesos en políticas de apoyo a los retornados y exonerados, como también se reclaman políticas de reparación a las víctimas de tortura.
Ha habido momentos de gran valor simbólico, como el “Nunca más” del entonces Comandante en Jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre o el homenaje que hizo el Ejército a Carlos Prats, con la presencia de sus familiares.
Como formas de memoria y de reparación simbólica se han construido el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos, el Parque de la Paz en Villa Grimaldi o el Muro de los Nombres en el Cementerio General, todos ellos en Santiago. Cada cierto tiempo se reabren las heridas.
Paradigmático de ello fueron la detención de Augusto Pinochet en Londres y los debates tras su muerte.
Tras este somero análisis, sinceramente creo que cualquier observador imparcial podrá ver todo lo que hemos avanzado en materia de justicia transicional, con respecto al año 2003 o en relación a países que han vivido experiencias similares.
Quizás para que nunca más vuelvan a ocurrir las violaciones a los derechos humanos sea central que la ciudadanía considere en un 81,3% que los derechos básicos de las personas se violaron brutalmente bajo la dictadura militar (Encuesta Nacional del Instituto Nacional de Derechos Humanos del 2011).
Por ello un 73% de los encuestados reclamaba un “mea culpa” por parte de quienes las apoyaron (CERC diciembre 2004). Un 76% considera que Augusto Pinochet fue un dictador (CERC 2013).
Además, siguiendo a José Zalaquett, surge un cuadro más optimista si definimos la reconciliación en términos de reencuentro democrático, de recuperación de ciertas formas democráticas de convivencia social y política, donde todos cuenten con una igual dignidad, donde se haga imposible la regresión autoritaria y donde la víctima pueda relacionarse con sus agresores sin temor.
La reconciliación en términos psicológicos y éticos supone perdonarnos, renunciando al odio, a la venganza y a la violencia, no a la memoria, ni a la justicia ni a la verdad.
De hecho, tanto a nivel de la sociedad civil como de los poderes del Estado, en todo momento, se juntan a conversar y acordar personas que estuvieron y están en uno y otro bando respecto al Golpe de Estado.
Si por perdón entendemos renunciar al odio social o político, creo que hoy estamos mucho más reconciliados que en diciembre de 1989. Para avanzar más en este camino de reconciliación nacional en democracia soy de quienes añoran una nueva Constitución que exprese este reencuentro de los chilenos y chilenas, sin el horror de las violaciones a los derechos humanos y el miedo a la violencia política.
Que el Congreso Nacional vuelva a sesionar en su antigua sede sería signo visible de recuperar plenamente nuestra tradición republicana, lo que nos recuerda que el vivir en un país en justicia y paz es siempre una tarea inacabada. Pues la reconciliación no sólo es cosa de reencontrarnos con el pasado; lo esencial es abrirnos al futuro.Sin “nunca más”, no habrá reconciliación.
Nueve compromisos para “Nunca más” duradero
Si recordamos, hacemos justicia y reparamos lo que hicimos mal en el pasado es para mirar el futuro con nuevos ojos. Hoy por hoy muchos se molestan con tanto programa televiso y radial que vuelve sobre el pasado. Sin embargo, ello es positivo pues los pueblos, como las personas, deben saber de dónde vienen para saber hacia dónde van.
Es valorable pues la memoria es una facultad humana única. El recordar nos invita a agradecer lo que hemos recibido de esta vida, pedir perdón por lo que hemos hecho de malo, aprender de nuestros fracasos y de nuestros éxitos. El hombre y la mujer no están condenados a “tropezar dos veces con la misma piedra”.Por eso este mes de la Patria es más importante que nunca.
Se cumplen cuarenta años de un hecho que nos sigue dividiendo. Mal que mal, entre tableteo de metralletas, estruendos de cohetes, llamas y humo un Presidente de Chile se suicidó y una de las democracias más antiguas del mundo se desplomó.Y derrotado el Estado de Derecho vinieron las violaciones sistemáticas a derechos tan elementales como los de la vida, la integridad física y moral de las personas.
Otros países han vivido los quiebres de sus democracias. La Alemania de Weymar previa a Hitler, la Italia parlamentaria previa a Mussolini, la España republicana previa a Franco, la Checoslovaquia democrática previa a Stalin son parte de una infinidad de países que vivieron la desgracia que en Uruguay y en Chile experimentamos en 1973.De estas dolorosas experiencias la ciencia política ha extraído ciertas lecciones.
Es la base del “Nunca más”. Si volvemos la mirada a 1973 diremos que hemos aprendido que:
1.- Debemos siempre rechazar el ser parte activa de conflictos ideológicos mundiales que dividen a naciones como la chilena en una guerra que no es la nuestra.Las democracias de los países como el nuestro, pequeñas y desarrollo intermedio, difícilmente sobreviven cuando hay un poder externo imperial que decide su intervenir. Nunca más KGB y CIA entre nosotros.
2.- Debemos estar muy atentos al reinicio de una cultura de la intolerancia y de la descalificación de nuestros adversarios. La esencia de la política es la capacidad de diálogo y de compromiso entre adversarios. Lo otro es la guerra. Cuando en Chile empezamos a creer que había chilenos antipatriotas o prescindibles, la suerte de la democracia empezó a oscurecerse.Nunca más partidos, sindicatos, gremios y medios de comunicación social que “juntan odio” para derrotar al “enemigo interno”, al “contra-revolucionario” o al “antipatriota”.
3.- Por lo mismo, debemos rechazar rotundamente la violencia verbal, que es la antesala de la violencia política y la de las armas. El garabato, la grosería y el ataque personal artero, sobre todo en la prensa escrita, parten por divertirnos.Pero al poco andar, cuando se dirigen en contra de nuestros líderes o personas queridas, nos gustan bastante menos. Y así es muy fácil caer en la escalada que parte en el insulto, pasa a los puños y termina en la violencia en las calles. De la destrucción psicológica y moral del adversario se pasa a su anulación política, jurídica y, finalmente, física.Es la escalada totalitaria.
4. – La democracia sólo vive en el respeto del Estado de Derecho.Es decir, cada uno de los actores debe asumir un inviolable compromiso público de emplear sólo los medios legales para llegar y mantenerse en el poder y rechazar el uso de la fuerza y las vías de hecho.Por ello jamás apoyar o realizar acciones conjuntas con organizaciones manifiestamente antidemocráticas, que practican la violencia o desarrollan la desestabilización vía huelgas expresamente anti régimen democrático.
5.- En particular, jamás se debe buscar apoyo político en los militares.Ellos son por definición actores que deben mantenerse al margen del conflicto político, ideológico y partidista.Cuando las Fuerzas Armadas dejan de ser controladas por el poder civil, la democracia se acaba. Y cuando las Fuerzas Armadas entran o son empujadas a entrar al conflicto político se abren los abismos de la guerra civil o del golpe de Estado.
6.- En otro sentido jamás se deben politizar instituciones como son la Contraloría General de la República, el Tribunal Constitucional y los Tribunales de Justicia. Ellos deben ser órganos de control y jurisdiccionales que deben declarar el Derecho no sometidos a presiones ni injerencias indebidas de ningún poder particular. Y cuando dictan sentencia, sus resoluciones deben ser respetadas.
7.- Por muy enconada que sea la lucha política y aunque los que están en el gobierno crean sinceramente que sus objetivos son nobles y miserables sus adversarios, jamás debemos caer en la política de promover restricciones a las libertades públicas y civiles de nuestros contradictores y de la ciudadanía. Atacada la diversidad de opiniones, silenciada la voz opositora, no sólo violamos derechos civiles y políticos elementales, sino que además corremos el riesgo de conducir al país y nosotros mismos al despeñadero al que normalmente conduce la arrogancia.
8.- La democracia, más allá de sus resultados socioeconómicos, tiene un valor en sí mismo. Se resuelven pacíficamente nuestros conflictos a través de la voz y el voto igualitarios, se respetan los derechos civiles y políticos de todos y la libertad entendida como autogobierno se practica.Desde esta sólida base, y sólo desde allí, podrá existir un crecimiento económico sustentable en el tiempo y equitativo.
9.- En virtud de lo anterior, cuando un gobierno vive una crisis que compromete el sistema político, la seguridad nacional o aspectos centrales de la vida económica, la oposición debe ofrecer su apoyo aunque ello signifique pérdidas electorales de corto plazo.
Aquí se presentan lecciones políticas que otros pueblos y, espero también Chile, han aprendido de sus quiebres democráticos. Sin embargo, lo esencial no está dicho. ¿Y qué es lo esencial?La noción de Patria, de nación, de historia común y proyecto común.
Si ponemos el interés general, el bien común, por encima de cualquier otro interés particular es porque creemos que Chile merece nuestro mejor esfuerzo y nuestros más altos sacrificios.
Cuando tomamos conciencia que aquí nacimos y que aquí queremos ser enterrados surge esa solidaridad con todos lo nuestro y los nuestros.
Pensamos distinto y tenemos intereses distintos, pero nos sabemos en un mismo y pequeño barco en medio de las tempestades de la humanidad. Y aquí no hay chilenos privilegiados y otros miserables.
No puede haberlos pues cuando una nación desprecia a uno de los suyos, actúa como si sobraran connacionales, entonces la democracia, que es el gobierno del pueblo, más temprano que tarde se quiebra.Celebrar el Mes de la Patria es para esto.
Este es el mes en que recordamos que Chile participó en una revolución continental que puso término a las monarquías, y sentó los cimientos de la república y de la democracia. Y es el mes que nos recuerda lo difícil que es alcanzar tan alto propósito.El mes de la Patria es esto o simplemente es una conmemoración sin sentido más que el festivo.
Lo que proponemos es celebrar siempre, en este mes de la patria, un país reconciliado en la verdad, la justicia y la reparación; y que estas bellas realidades sean la base de un indestructible consenso en torno a la república democrática que aspiramos todos juntos construir hace más de doscientos años.