Ha sido una constante en la gestión del Presidente Piñera, la de cometer algunos exabruptos y/o equivocaciones que han afectado a diferentes instituciones esenciales para el funcionamiento del país, incluida la propia instancia presidencial. Asimismo, en muchas de ellas, ha habido una suerte de menosprecio por la sabiduría popular y por la maduración política que ha experimentado la ciudadanía de nuestro país que ya no “comulga con ruedas de carreta”.
Estos exabruptos han sido resultado de errores histórico-culturales, de frases grandilocuentes o desproporcionadas, de defensa de instituciones seriamente cuestionadas en su gobierno, en un uso político de tragedias humanas y en ataques o críticas claramente equívocas a determinados órganos institucionales.
Ya en marzo del 2010, recién instalado en la presidencia, en la inauguración de un colegio (Robinson Crusoe) en el sur de nuestro país, el Presidente Piñera convierte a Robinson Crusoe en un personaje real y lo hace “habitante” de la isla del mismo nombre en el archipiélago Juan Fernández. Como todos sabemos, Crusoe es un personaje imaginario de una novela de Daniel Defoe.
A comienzos de abril del 2010, y también a semanas de haber asumido, el Presidente afirma “en veinte días pienso que hemos avanzado más que otros en 20 años”. Sin comentarios.
En octubre del 2013, somos todos sorprendidos por el embarazoso episodio del Mandatario al firmar el libro de visitas ilustres en Alemania, adjuntando una frase que no sólo ya no es parte del himno nacional de este país, sino que se vincula con una etapa dramática y oscura de su historia.
Más recientemente, en la última parte de su gestión, y a propósito del llamado caso Johnson y el dudoso rol jugado por su director Julio Pereira, el Presidente Piñera en entrevista a una radioemisora en mayo del 2013 expresa: “Julio Pereira es un hombre honesto, que ha actuado con total honorabilidad y apoyo a las normas del derecho y la probidad”. En días pasados, un demoledor informe de la Contraloría General de la República lleva a la inevitable y ya indefendible renuncia del director de un Servicio que, agravando el hecho, había alcanzado un gran prestigio en el país.
Las ya varias veces mencionada manipulación del monto de los ingresos de las personas en la ficha CASEN para así bajar el número de pobres, significa la ruptura del trabajo conjunto en este instrumento con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y, lo que es peor, la inseguridad del país frente a datos que son imprescindibles para cualquier gestión pública y cuyas cifras tienen múltiples implicancias.
En abril del 2013, en compañía del ministro de Economía, Pablo Longueira y del Director del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), Francisco Labbé, el Presidente de la República destaca la “calidad y amplia cobertura del CENSO que llegó a más del 98%”. La semana recién pasada, el nuevo director del INE Juan Eduardo Coeymans, pide excusas al país por los errores cometidos en el CENSO del 2012.
Con la ya clásica pompa y exuberancia de los anuncios gubernamentales, el Presidente Piñera ha insistido en dar a los últimos meses de su gestión un ritmo y eficacia notable y, por cierto, con el orgullo de que “nunca antes se había hecho así”.
Paradojalmente, y esto sí que es inédito, durante este tiempo, el gobierno ha cambiado seis ministros por motivos exclusivamente electorales. ¿Es este hecho una ilustración y ejemplo de la preocupación presidencial de llevar a cabo una gestión impecable y a todo ritmo en sus últimos meses?
Pudiendo citar muchos otros casos, sólo quisiéramos hacer mención al broche de oro de esta cuantiosa seguidilla de errores y actos de extrema imprudencia presidencial, cual es su declaración hace un par de días en la que vincula el trágico y triste episodio del asesinato del subteniente Daniel Silva, con la no aprobación del Congreso Nacional de la llamada Ley Hinzpeter.
Esta afirmación, además de ser absolutamente errada, el Presidente la hace a la salida de dar el pésame a los padres de la víctima y en una clara manipulación del dolor humano, a lo que se agrega una desproporcionada denostación del Congreso Nacional.
Estamos en presencia no sólo de un conjunto de “anécdotas presidenciales”, que incluso han llevado a instalar en el lenguaje popular las “Piñericosas”, sino de un tema actitudinal del Primer Mandatario, que junto con afectar su imagen, le falta el respeto a la ciudadanía al manipular hechos y/o hacer grandes anuncios que sólo buscan saciar su frenética ansiedad de terminar mejor posesionado en las encuestas y “ahorrar” alguna proyección política para el futuro.