Como bien lo subraya Carlos Peña en su columna de El Mercurio, la estrategia de la UDI, que es el sostén hasta ahora único de la campaña de Matthei, es el de igualar a Matthei con Bachelet, dos mujeres que compiten por la presidencia, despolitizando la contienda electoral y olvidando completamente los proyectos programáticos y hasta las biografías de las candidatas.
Los publicistas de la UDI han diseñado una campaña donde Matthei, siempre sonriente pese a que ello no es parte del carácter más bien agresivo que conoce la ciudadanía de ella, debe aparecer siempre al lado de Bachelet, tratando de engancharse de su figura para dar fuerza a una campaña presidencial que nace con enormes dificultades de apoyos y de credibilidad.
La candidatura presidencial de Evelyn Matthei es un “producto”, para los publicistas de su campaña, inicialmente difícil de colocar en el mercado.
Ella es la cuarta opción de la derecha después de la caída de dos candidatos presentados por la UDI y de un candidato RN que no quiso enfrentarse a la candidata UDI , ni en primarias ni en primera vuelta, porque temió ser víctima de nuevo de maniobras como fueron las acusaciones de consumo de droga y el espionaje telefónico a lo que recurrió en pasado Evelyn Matthei para liquidar a sus adversarios internos, en una lucha destemplada por el poder.
Evelyn Matthei no participó en las primarias más exitosas de la historia de Chile, fue nominada solo por la UDI, y está por verse cuantos efectivamente de los 800 mil votos obtenidos por Longueira y Allamand la apoyaran en una candidatura presidencial que nace sin la legitimidad de la competencia ciudadana y enfrentando a Michelle Bachelet que sola tuvo más de 1 millón y medio de votantes y 2 millones doscientos mil votos considerando el total de su lista Nueva Mayoría.
Estos datos no son fáciles de remontar sobe todo cuando se trata de una candidata que como Matthei tiene un alto grado de rechazo ciudadano, un carácter más bien rudo y cero empatía en el vínculo con las personas.
Pero además, Matthei recuerda en la imaginaria de la población, mucho más por cierto que Golborne y Allamand e incluso que Longueira, el pasado de la dictadura militar.
Ella es hija de un general de la FACH que fue integrante de la Junta Militar encabezada por Pinochet y amigo personal del General Alberto Bachelet muerto por los apremios recibidos en su detención en la FACH.
Seguramente, como lo ha señalado con claridad y generosidad Angela Jeria, el General Matthei no tenga responsabilidad directa en el asesinato de Bachelet.
Pero el propio General Matthei ha declarado en la causa abierta en los tribunales de justicia, en un tono que yo percibo como autocrítico y lamentándose de no haberlo hecho, que no representó a sus superiores el estado en que se encontraba Bachelet, no lo visitó nunca mientras estaba detenido y no hizo ninguna gestión para salvarlo. Tampoco el General Matthei pudo evitar posteriormente que Angela Jeria y Michelle Bachelet fueran detenidas y torturadas.
Esto la opinión pública lo sabe, está en el inconsciente colectivo y aun cuando Evelyn Matthei no tiene responsabilidades por lo que haya hecho o no su padre, ella es la hija de un General integrante de la Junta Militar de Pinochet y Michelle Bachelet la hija del General asesinado durante la dictadura.
Esto retrotrae simbólicamente, pese a todos los esfuerzos de los publicistas de la UDI, el lente al pasado, dado que además se cumplen en este año electoral los 40 años del golpe militar y ello será tema comunicacional y de análisis político en Chile como en el mundo.
Por ello, es dudosa la estrategia de los cerebros de la UDI de igualar a Matthei con Bachelet porque al compararla este factor se colocara inevitablemente en la mesa.
Además, otra de las preocupaciones de los analistas de la UDI es que la candidata tiene poco tiempo para que la conozcan nacionalmente dado que la campaña comenzará realmente después el 19 de agosto, cuando se inscriban las candidaturas definitivas, y el mes de septiembre estará dedicado comunicacionalmente al golpe militar y a sus nefastas consecuencias en la cancelación de la democracia, la libertad y las violaciones a los derechos humanos y, posteriormente, a las celebraciones de la independencia nacional, semana poco apta para desplegar campañas políticas.
Sin embargo, lo que Bachelet seguramente colocará en el centro de su campaña es el proyecto que representa cada cual.
Matthei es una defensora del modelo neoliberal, sobretodo en salud, educación y en materia de relaciones laborales y no se ha caracterizado por su apoyo a las reformas políticas. Matthei representa mucho menos que Longueira el voto “popular y social” de la UDI.
Ello en un momento en que la sociedad mayoritariamente, más allá de las candidaturas presidenciales, exige cambios estructurales y una Nueva Constitución.
Bachelet en cambio encarna personalmente un compromiso de cambios profundos que se sintoniza con las expectativas de la población y con la nueva subjetividad que se ha instalado en el país.
Dicho ello, hay que señalar que de todas maneras Matthei es una figura competitiva porque moviliza, sin discusión, el voto duro de la derecha, comprendido el voto militar pinochetista, el voto empresarial conservador, el voto de “clase” de los distritos ABC 1 del país, una parte del voto de la derecha liberal que no tiene alternativa y no quiere perder los privilegios del poder. A ello se agrega que la propia Matthei tiene un carisma duro, que aunque autoritario, da señal de liderazgo y de carácter para una parte importante de la población.
Pese al gran dato electoral de las primarias y a la crisis de identidad y liderazgo que ha vivido la derecha, la presidencial no es una carrera corrida para Michelle Bachelet.
Ella debe culminar la integración de las diversas almas de la Nueva Mayoría en su Comando, debe conjuncionar diversas visiones programáticas en torno a temas claves respecto de los cuales la población está atenta a como se resuelven, debe preservar el radicalismo de sus propuestas sociales, políticas y de igualdad de derechos, que le han permitido hegemonizar hasta ahora el debate político porque están conectadas a los sentimientos de la población, y , a la vez, dar señales de conducción y estabilidad que neutralicen los esfuerzos de la derecha por mostrar que un futuro gobierno Bachelet puede significar un gran caos social.
Esta será, además, una elección marcada por la incógnita del voto voluntario y de los inscritos que hasta ahora no han votado, por el gran número de candidatos presidenciales que dispersan el voto y que para muchos hace imposible la victoria de Bachelet en primera vuelta.
Va a depender en buena medida que las señales que emanen del Comando y de Bachelet misma sean, como hasta ahora, claras en el proyecto de cambios estructurales económicos y políticos y en el compromiso de participación que se formula a la ciudadanía.