La derecha chilena arrastra una historia de conflictos y traiciones que es casi insuperable. El arte de aserruchar el piso a los amigos ha alcanzado en la UDI y RN un nivel de maestría. En las últimas semanas se han agregado nuevos capítulos a esa trayectoria poco piadosa.
Ha pasado de todo: discursos unitarios para esconder prácticas desleales, cálculos electorales desinhibidos, maniobras de toda clase para desacreditar a los rivales (incluida la oferta de material inflamable al bloque del frente), etc. Y no han terminado los temblores: la candidatura de Evelyn Matthei todavía puede enfrentar sorpresas desagradables en el Consejo General de RN, que es el órgano que tiene facultades para proclamar a un candidato presidencial.
No es una cuestión de malas costumbres. Se trata de la disputa encarnizada de posiciones de poder en un escenario desfavorable. Como la elección presidencial y también la parlamentaria se han hecho cuesta arriba, los movimientos tácticos de Piñera, de las cúpulas de RN y la UDI y ciertamente de los líderes con aspiraciones se explican por la exigencia de “perder en noviembre en las mejores condiciones posibles”, esto es, conservar o no reducir demasiado la representación parlamentaria y obtener cualquier ventaja para la competencia presidencial de 2017.
Los pronunciamientos de Piñera, y sobre todo, sus maniobras desde La Moneda, no son inocentes. No es la suerte del candidato presidencial de la Alianza lo que le preocupa, aunque sabe que el resultado de la elección presidencial será visto como un juicio sobre su gobierno. Más le inquieta lo que pueda suceder en la elección parlamentaria, porque si el balance resulta demasiado negativo, se vuelve pedregoso el camino de aquí a 2017.
Allí está la madre del cordero. Piñera necesita mover las piezas de modo tal que su camino quede relativamente despejado. Si Evelyn Matthei sufre una derrota aplastante ante Michelle Bachelet (o sea, si obtiene menos de 40% de los votos), habrá sido una estrella fugaz en estas lides. En cambio, si ella crece como candidata, al punto de aparecer como alternativa real a la Presidencia en una segunda vuelta, quedaría en buena posición para la próxima batalla.
Allamand se juega la prolongación de sus aspiraciones presidenciales en la posibilidad de ser elegido senador en Santiago Poniente. Si lo consigue, y Matthei sale del escenario, puede emerger como el líder de la oposición al eventual gobierno de Bachelet.
Podrá criticar y atacar con entera libertad (no olvidemos que es experto en “desalojos”).Por un elemental sentido del decoro, a Piñera le está vedada tal actitud: sería incluso antiestético que se convirtiera en líder de barricada inmediatamente después de dejar La Moneda, pero está visto que las cuestiones estéticas no siempre le han preocupado mucho.
La candidatura derechista de 2017 será fieramente disputada, pero Piñera correrá con ventaja. El balance final de su gobierno será su mayor capital, pero además, como todo Chile sabe, tiene toda la plata que se necesita para estos trajines. Por si fuera poco, ha establecido lazos muy firmes con sus colaboradores de la UDI en el gobierno.
Toda esta especulación se basa, lógicamente, en el supuesto de que Michelle Bachelet estará desde marzo próximo en La Moneda. Pero las luchas políticas no pueden darse por ganadas antes de tiempo. En caso de que ella gane, vendrá a continuación el desafío de desplegar una gestión coherente, con rumbo claro, que haga progresar al país sin demasiados sobresaltos, porque dificultades habrá siempre.
Después de triunfar en las primarias, Bachelet afirmó que “Chile se va a hacer más difícil de gobernar”. Así es. Cualquier gobierno tendría una tarea compleja por delante, y no porque Chile esté en crisis, sino porque el reto es cómo hacer las cosas de manera que no llegue a estarlo.
A 3 meses y medio de la elección presidencial, ¿puede afirmarse que la derecha está fuera de carrera? Sería sacar cuentas demasiado alegres. Además de Bachelet y Matthei, competirán 4 o 5 postulantes más, lo que de partida hace difícil una definición en primera vuelta.
Pese al “fuego amigo”, Matthei está en condiciones de hacer una campaña competitiva, en la que ella seguramente ofrecerá su rostro más amable. Y bien sabemos que tiene otro.
Acerca de esto, Gabriel Valdés relató en una ocasión que lo dejaba helado la forma de actuar de Evelyn Matthei en el Senado: “Era capaz de atacarme en los términos más duros en la sala de sesiones, con el rostro casi descompuesto, y más tarde, terminada la sesión, acercarse en los pasillos muy sonriente a decirme: ¡Don Gabriel, cuánto lo quiero!”.