Después de más de veinte proyectos de reforma constitucional y de proyectos de ley para modificar el sistema electoral binominal, presentados en más de dos décadas por los gobiernos de la Concertación y sus parlamentarios y permanentemente rechazados por toda la derecha, ahora comienza la tramitación, en el Senado de la República, de dos iniciativas, una presentada por las Mesas y Parlamentarios de RN y de la DC, con apoyo de los jefes de bancada PS y PPD, y otra del gobierno apoyada por un sector de RN y por la UDI.
Ambas iniciativas surgen en el contexto de un creciente descrédito de la función parlamentaria gatillada, en otros factores, por la falta de legitimidad de un Congreso elegido con un binominal que tergiversa la soberanía popular, excluye, produce un empate permanente e impide que la población elija entre diversas alternativas, limitando con ello además el pluralismo que es uno de los elementos esenciales de la democracia.
Ha sido la calle, este descontento creciente lo que ha motivado la presentación de estos proyectos lo que muestra que la clase política no puede seguir haciendo oídos sordos a lo que siente la mayoría de la opinión pública menos en un año electoral.
El proyecto presentado por RN y la DC, más allá de su contenido a mi juicio discutible, tiene el mérito de haberse transformado en un hecho político toda vez que dividió a la derecha y tomó de sorpresa al gobierno que se vio obligado a reaccionar apresuradamente y a enviar su propio proyecto al parlamento.
Es decir instaló un debate que Piñera tenía completamente fuera de su Agenda para los pocos meses que le quedan de gobierno.
El cambio del binominal, por tanto, se puso sorpresivamente en el centro de la Agenda Política y hoy es perfectamente posible señalar, como lo ha reconocido el senador Patricio Walker, que ésta aparece como la última oportunidad de las instituciones para abordar esta reforma y terminar con el binominal y si ello no ocurre el parlamento profundizará la sensación de levedad, de pérdida total de peso político y ello, sin duda, puede llevar a la ciudadanía a la búsqueda de soluciones extra institucionales para zanjar este y otros temas pendientes en nuestro sistema democrático.
Si alguien tiene una duda sobre cómo se forjan hoy las subjetividades de la ciudadanía y como esta construye protagonismo político, que mire la reciente explosión social en Brasil donde incluso una administración con tanta popularidad y tanto liderazgo como el de Dilma Rousseff se ha visto sobrepasada por las protestas callejeras y ellas han obligado a promesas de cambios políticos y económicos cuya concreción es clave para superar la indignación de la calle.
Nadie en Chile puede hoy sostener que estemos ajenos a la posibilidad de grandes convulsiones sociales si no se abordan las demandas de la gente y sobre todo aquellas que están pendientes por tantos años.
Hoy la gobernabilidad y la estabilidad están estrechamente ligadas no sólo a la consistencia de los sistemas políticos y a la urgencia con que ellos canalizan y responden a las exigencias sociales, en tiempos de cambios y de complejidad, sino también a la forma como la ciudadanía participa, a la transparencia de la decisiones de los poderes del Estado y a la legitimidad de las instituciones representativas lo cual se logra, si la gente siente que el instrumento base de la democracia que es el voto, cuenta, decide y no es esquilmado por los malos procedimientos de los partidos y peor aún de los poderes fácticos.
Por ello, es indispensable hoy abordar el cambio del binominal junto a las reformas de los partidos políticos, del financiamiento de la política y de una Nueva Constitución generada con plena legitimidad democrática.
Es este el estándar que debe sobrepasar la reforma que comienza a discutirse en el Senado y sinceramente ninguno de los dos proyectos termina integralmente con el binominal y ninguno resuelve el conflicto de la legitimidad de los procedimientos.
Ya no caben reformas gatopardistas. Si en amplios sectores del Parlamento se ha llegado a la conclusión que es necesario terminar con el binominal y caminar hacia un sistema proporcional – sea por convicción democrática o por temor a que la ciudadanía tome caminos más radicales o por cálculo electoral de que su rechazo perjudicara definitivamente la ex candidatura presidencial de Longueira – lo claro es que no hay espacio para un mejoramiento cosmético del sistema.
Aquí se prueba, hoy y ahora, la capacidad del Parlamento para dar una salida digna y coherentemente democrática y crear un nuevo sistema electoral verdaderamente representativo.
El proyecto de RN y la DC, con apoyo de otros partidos de la oposición, termina con el binominal en la Cámara de Diputados e instala allí un sistema plenamente proporcional.
Sin embargo, en el Senado deja a los actuales 38 senadores intocados dentro del binominal, aumentándolos a 40, y 8 de los nuevos se transforman en senadores nacionales elegidos proporcionalmente.
Esto es inaceptable. El Senado debe reformarse, al igual que la Cámara, integralmente, todos debe ser elegidos con el proporcional y es dudoso que se deban aumentar en número diputados y senadores y que una parte de ellos sean senadores nacionales cuestión que aparece en la opinión pública como una reserva destinada a que los partidos mantengan a sus liderazgos sagrados que hoy tienen poca cabida en un sistema más competitivo.
El proyecto del gobierno y de la UDI surge improvisadamente, para dar una respuesta desesperada a la incapacidad del Presidente de liderar una iniciativa que prometió al país y que no ha cumplido.
Es un proyecto que con la redistribución distrital busca aumentar el número de electos y de candidatos para que el elector tenga más opciones donde elegir pero que en lo sustantivo mantiene el binominal, no modifica integralmente el sistema.
¿Habrá posibilidades que en el debate parlamentario se pueda construir una fórmula, un tercer proyecto, que termine con el binominal, sin ninguna letra chica, y cree un sistema proporcional tanto en la Cámara como en el Senado?Hay muchos que lo dudamos.
Si ello no ocurre, si el cambio no es verdadero, lo mejor es que quienes apoyan verdaderamente una reforma de fondo al binominal se abstengan de concordar un cambio mediatizado que no resolvería nada en el país y que sería leído como una burla de la clase política frente a las expectativas de la sociedad.
En ese caso es mejor dejar esto como un tema de la campaña presidencial para que la ciudadanía vote por el tipo de reforma que desea para el binominal, asi como para la instalación de una nueva Constitución en Chile.
No más a los acuerdos posibles en materia institucional que dejan rezagos de la dictadura a lo cual, en el fondo, una parte de la derecha no está dispuesta a renunciar.
Que lo digan, que paguen el costo político, que no utilicen la mano de gato de los parlamentarios democráticos para una reforma que no cambie nada.