Más de alguien me ha preguntado si todo el esfuerzo puesto para instalar y sostener una candidatura presidencial, que sabíamos no podía triunfar, tiene sentido. ¿Qué lógica puede tener competir en una campaña cuyo vencedor se conoce antes de comenzar?, la pregunta se vuelve más inquisitiva cuando el resultado conseguido es menor que el esperado. ¿De qué se trata todo esto? Se interrogará más de alguno.
Siempre he creído que la vida que vale la pena es la que se sostiene en convicciones profundas, en el sueño que aspira a convertirse en realidad.
Pertenezco a una generación que creció en dictadura y que luchó duro por terminar con ésta y recuperar la democracia.Luego dimos una nueva lucha para que el gobierno que nos dimos lograra derrotar la pobreza, abrir oportunidades y mejorar la calidad de vida de las personas. Es natural por lo tanto, que no nos sea indiferente el ver palidecer nuestra democracia y percibir su agotamiento. ¡Luchamos tan duramente por construirla!
Por esa misma razón, una parte de nuestra vida se juega permanentemente en abrir puertas a la participación, en trabajar para reconectar a la democracia con la ciudadanía, en esforzarse por enriquecer el debate público y la calidad de las decisiones.
Eso es lo que para nosotros representó esta elección primaria. Tras un largo camino de declinación de nuestra práctica cotidiana de participación y compromiso cívico, e incluso en medio de un ambiente político y social crispado, durante poco más de 60 días logramos que un número significativo de líderes debatieran en torno a sus sueños para el futuro de Chile, expusieran los caminos concretos para alcanzar esos sueños y presentaran con claridad sus diferencias. Lo hicieron con vigor, recorrieron el país y tuvieron que dar cuenta de sus trayectorias y defender razonadamente sus posiciones.
Tres millones de chilenas y chilenos nos han señalado con claridad que ese camino fue el correcto. Que cuando de verdad se abren espacios a la participación, cuando se entiende que la amistad cívica no es excusa para no debatir con pasión y presentar con claridad las propias ideas, cuando recuperamos para la política la pasión, la honestidad y el diálogo, es claro que un futuro mejor vuelve a ser posible.
Es cierto, mi candidato presidencial perdió. El resultado que obtuvimos fue inferior al esperado.
¿Pero, es posible recuperar la fuerza de nuestra vida democrática, si no nos atrevemos a promover liderazgos e ideas por temor a no vencer en una competencia?, ¿es posible que nuestro debate público se acerque nuevamente a la experiencia vital de las personas si es que rehuimos la confrontación de ideas?, ¿puede abrirse espacio a la renovación de la política si sólo participan de ella los mismos de siempre?
La respuesta es un no categórico.
Habrá tiempo para analizar en detalle las causas de los resultados. Entre ellas, sin ninguna duda, la adhesión fenomenal que transversalmente genera la figura de la ex Presidenta Bachelet.
Pero mientras tanto, celebro de corazón la experiencia de estar abriendo espacios para nuevas formas de participación que hagan posible el sueño de la comunidad de iguales que constituye la verdadera democracia.
De eso se trata todo esto.