El mayor argumento de los opositores a las primarias, es que ellas podían exacerbar las posiciones de los candidatos en campaña y por lo tanto hacer muy difícil o imposible, la posterior incorporación de los perdedores en torno al ganador. Palabras sacan palabras.
La Concertación que realiza este ejercicio desde hace muchos años a nivel presidencial, no sufrió estos efectos, por cuanto primaba “el ánimus societatis”, el deseo de hacer las cosas juntos y de acuerdo, lo que le permitió gobernar veinte años y ser la coalición más exitosa en la política chilena.
Perdido el poder el 2010, incluso quizás ya un poco antes, se presentan los primeros signos por parte de algunos, de no querer seguir participando en un pacto como ése y ello se acelera durante el actual gobierno.
Abandonado el deseo de mantenerse unidos, se abre un amplio espectro de posibilidades para cada uno de los actores del antiguo pacto.Algunos no concientes de ello insisten con majadería en provocar y ampliar diferencias.
Hoy la belicosidad se expresa en tratar de sancionar desde ya que quien gane se lleva el programa y los perdedores calladitos lo que les den. No era ésa la práctica (sana) con que se logró ganar en las urnas.
No resiste por lo demás el menor análisis. Imponer el programa implica que las candidaturas perdedoras sólo expresarían intereses personales y no es así, todas ellas representan visiones profundas y distintas de la sociedad y que están o estuvieron dispuestas a acordar una propuesta común.
Implica una supuesta “nueva mayoría” en que no es la famosa y tan manoseada diversidad la que se expresa (riqueza enorme de los períodos anteriores) sino que una unilateral y por lo tanto parcial versión de una propuesta de izquierda; de la misma forma que el programa no podría ser el de quienes no ganaron tampoco puede ser a fardo cerrado el de quién ganó.
Obvio. Difícil gobernabilidad se pronostica para quien no lo entienda así.
Una vez más son los candidatos, en este caso la candidata quien debe poner orden en sus huestes y empezar a construir los lazos de esta verdadera nueva mayoría.En este caso quien calla otorga.
Las primarias no son más que un débil bálsamo para tratar de dar más democracia a una constitución que naufraga y a un sistema binominal que representa una perversidad política.
El dictador ansiaba una sociedad dividida y excluyente, con una política reducida y lejana, no seremos los que fuimos sus opositores quienes le demos en el gusto. A cuidar el buen entendimiento.