Si como dice Castells la política es hoy comunicación, la llegada de Bachelet fue preparada para trasmitir señales políticas que, sin embargo, tienen que ver muy profundamente con la identidad y la manera de percibir la política de la ex Presidenta.
En el aeropuerto fue recibida por mujeres, simbolizando con ello la temática de los derechos de género que Bachelet ha defendido desde ONU mujer en todo el mundo y lo que ha sido y será un eje central de su propuesta: la equidad y los derechos tienen rostro de mujer.
Simbólica es la presencia política, la recibe la nueva alcaldesa de Santiago Carolina Tohá, y el Alcalde de Pudahuel Johnny Carrasco y con ello se resalta sutilmente la presencia del PPD y del PS, los dos partidos que la apoyan para la primaria de junio, a través de figuras recientemente elegidas por la ciudadanía para encabezar comunas de gran importancia.
Habría sido un error que Bachelet hubiera marcado su llegada con la recepción de los buro políticos de los dos de los partidos que hoy la apoyan; en consecuencia que ella aspira ser y, seguramente será después de las primarias, la candidata presidencial de un amplio arco de partidos y de organizaciones sociales que constituyen la nueva mayoría social y política a la cual ella hace referencia en su discurso de aceptación.
Ella quiso, además, dar desde su llegada, una señal de unidad hacia los militantes y electores de los demás partidos de la convergencia opositora y, por cierto, a la mayoría ciudadana que a través de las encuestas la ha fungido como su candidata, sin cristalizar su candidatura como expresión sólo de los partidos de la izquierda del bloque.
Su recepción en el aeropuerto, el acto en la comuna de El Bosque, y la aceptación de la candidatura presidencial, rodeada más que de dirigentes políticos, de dirigentes vecinales, mujeres, jóvenes y ciudadanos, es un símbolo a través del cual Bachelet le dice a la gente común y corriente de este país que tiene claro que son los chilenos progresistas los que han instalado en estos años su candidatura presidencial y que por tanto ella y su futuro gobierno se debe a ese pueblo y a sus aspiraciones.
Un pueblo militante de todos los partidos de la Concertación y de la oposición, pero mucho más allá de eso un pueblo sin partidos, la mayoría de las mujeres y muchos jóvenes,que cree y deposita su confianza de una vida mejor en Michelle Bachelet en un momento de crisis de credibilidad y de representatividad de la política y cuando se entra en un nuevo ciclo que obliga a hacer las cosas radicalmente de otra manera.
Es allí, en el seno de esa gente y desde allí para todo Chile, donde Bachelet instala también su autocrítica
“Hay cosas que no hicimos bien y reformas que quedaron sin hacer”, destacando que la política fue hacer ajustes y correcciones al modelo, algunos exitosos y otros que se han demostrado insuficientes, como ha ocurrido con el tema de la igualdad, concluyendo que hay que avanzar a reformas más profundas al modelo económico.
La elección de la comuna de El Bosque permitía a Bachelet recordar indirectamente a su padre, el General asesinado por la dictadura, y destacar que vivió con su familia toda su infancia en ese barrio, marcando con ello un legítimo vínculo, desde su padre, con la función pública y con el mundo popular. Con ello, de paso, Bachelet ridiculizó para siempre la instrumentalización electoral que el candidato de la UDI, Lorence Golborne, ha hecho del haber vivido en la comuna de Maipú.
La señales políticas y programáticas de Bachelet fueron muy claras en su primer discurso.
Valoración de las primarias como enriquecimiento de la democracia y de la participación ciudadana y, por cierto, plena disposición a participar en ellas en un cuadro de diálogo con los demás candidatos de la oposición.
Nueva mayoría política y social para lograr un Chile más inclusivo. Este es claramente un mensaje a los partidos de su voluntad de ir más allá de la Concertación para construir una articulación de partidos y de sociedad que permita efectivamente abordar la profundidad de los cambios de una ciudadanía donde Bachelet reconoce se anida “un malestar bastante transversal por los abusos y las desigualdades existentes”.
Coherente con ello, Bachelet más que entregar una larga lista de aspiraciones programáticas, anunció que “no va a ofrecer un programa hecho entre cuatro paredes.Voy a promover diálogos y encuentros para que el programa de esta campaña tanga el sello de nuestra ciudadanía”.
Esto no significa despreciar lo que los partidos han preparado en estos meses, que serán, insumos y visiones necesarias para un programa común de la oposición pero que se deben cotejar con la opinión de la ciudadanía que como sabemos marca con sus movilizaciones y exigencias la Agenda política del país. Nadie le impone a Bachelet un programa, este surge del diálogo y la conversación con los chilenos.
El fondo del discurso de Bachelet es el tema de la igualdad, de una sociedad integrada que reciba los frutos del crecimiento de manera más equitativa. “La desigualdad y los abusos deben ser enfrentados con reformas” y ellas deben favorecer ya no solo a los más pobres sino también a quienes salen de la pobreza y a las capas medias que pagan los mayores efectos del modelo económico neoliberal en materia de educación, salud y servicios en general.
Seguramente hay detrás de esta visión, más estructural de Bachelet, su recorrido por el mundo y la conclusión, después de observar las políticas reformadoras en diversas latitudes, que no es posible construir igualdad sostenible en el tiempo, disminuir la brecha entre riqueza y pobreza que golpea tan fuertemente a Chile, sin tocar la esencia del modelo neoliberal que ha dominado la economía de mercado en nuestro país.
Bachelet destaca también que es otra Bachelet, que su experiencia de gobierno pero también el trabajo desplegado en la ONU en contacto con los mayores líderes políticos del mundo han significado años de aprendizaje, de satisfacciones, de profundizar convicciones, de aprender a como los temas que apasionan su agenda son tratados en otras realidades, hacen que ella misma se haya permeado de los cambios que el mundo ha experimentado en estos años. Un mutatis mutandis que Bachelet subraya a todos los chilenos y también a los partidos.
Bachelet ya es candidata. Su llegada removió los cimientos políticos del país. El Presidente, siempre locuaz, esta vez con tino, desapareció estos días comprendiendo que era imposible competir con la cobertura que los medios han dado a su presencia. Golborne y Allamand han debido reconocer en los medios que la campaña comienza ahora, cuando llegó Bachelet y esperan que sus propias candidaturas que, hasta ahora no han despegado, adquieran otra dinámica.
Los propios partidos que la apoyan fueron sorprendidos por la sencillez de su arribo.Algunos, en la oposición y en el gobierno, se habían probablemente comprado la imagen de la alfombra roja en el aeropuerto con los dirigentes entregándoles programas y comandos.
Bachelet saldrá ya el lunes a dialogar con la ciudadanía y el 13 se producirá el rito de la proclamación del PPD y del PS, gesto importante porque los partidos son irremplazables para las campañas, la gobernabilidad y la democracia y Bachelet lo sabe.
Sin embargo, esta nueva Bachelet seguirá dando sorpresas y tendrá ahora más autoridad política para imponer diseños de gobierno con una ciudadanía incluyente, opinante y participativa, que en su gobierno anterior fueron resistidos por el establishment. Por ello, porque se sintoniza con ese clamor de la ciudadanía de la era digital, es que es el tiempo de Bachelet.