Considero que desde las últimas semanas de diciembre del año pasado y en éstas del año 2013, en materias políticas, los chilenos estamos, básicamente, esperando.
Se ha producido un cierto vacío, no sé si en el origen o en el fin, pero un vacío que solamente está lleno de espera.
Los políticos, los partidos, el gobierno, la oposición, los candidatos, los columnistas políticos, la opinión pública, todos, hemos quedado para marzo.
Hemos adquirido el rostro y la perspectiva de algo así como suplicantes de que algo pase, que se definan las cosas, que llegue, o no llegue, pero que algo más definitivo ocurra.
Y así, en medio de esta espera, los candidatos de gobierno no tienen claramente a quien golpear y entonces, como es la lógica ineluctable y algo boxística de la política, se golpean entre ellos.
Los de oposición, siguiendo esa misma lógica, boxean con sus sombras y reciben golpes de ellas o de otros que son de su propio lado del cuadrilátero, pero que no están para nada convencidos que el vacío y la espera deba llenarse con alguien que sea otra u otro.
Los presuntos managers se apresuran a decirnos que ya llegará, que hoy no viene, pero que pronto vendrá, que mañana seguro que sí.
Así las cosas, los analistas debemos hacer un esfuerzo, casi al límite, para no quedar desolados, sin materia de análisis.
Desde mi perspectiva analítica, es preocupante lo que ocurre porque muestra la fragilidad de la política democrática chilena, su todavía alta dependencia de factores personalistas, su débil legitimidad institucional y de aquella relacionada, de naturaleza más bien cultural.
La mayoría de la población –y también buena parte de la élite política- están, en la política actual, algo así como huérfanos de mamá y también de papá.
Pero se viene marzo y entonces comenzará la verdadera contienda, la de fondo.
¿Vendrá o no vendrá? ¿Llegará o no llegará? ¿Será o no será?
Esas son las preguntas, y a eso se refiere el vacío y la espera a que aludo.
La ex Presidenta Michelle Bachelet tiene la palabra y podrá llenar el vacío con una de aquellas más poderosas: sí o no.
La racionalidad –al menos la mía, claro- indicaría que debiera decidir quedarse en New York, una ciudad poderosa, magnífica, esplendente, en todo sentido, sea político, económico, social, académico, artístico o cultural.
A mi juicio, y según mi experiencia, no existe ciudad en el mundo contemporáneo que pueda comparársele – excepto quizás Londres.
Creo, por cierto sin ninguna base empírica sino solamente según mi mera opinión, que la ex Presidente debe estar considerando todo lo anterior y, especialmente, que su actual alto cargo le abre un futuro magnífico, incluso la ventana para llegar a ser la primera mujer Secretaria General de Naciones Unidas.
Pero también seguramente debe tener presente el vacío, la espera y la orfandad de tantos –incluyendo la de muchos políticos chilenos- para tomar su decisión definitiva.
Entretanto el vacío y la espera continúa, hasta marzo.
En una de esas, quizás -y solamente quizás- debamos ensayar cómo vivir políticamente sin ella.