El fin de semana estuve en la provincia de Ñuble, entre Chillán y Ñuble, en diversos encuentros convocados por el PPD provincial, que fueron abiertos, para conversar con distintas entidades sobre la cuestión social indígena. Yo no compro el concepto periodístico y gubernamental del “conflicto mapuche”. Los mapuches no son los conflictivos son víctimas. Es el Estado el que ha sembrado el conflicto.
Hubo reuniones con diferentes partidos de la oposición siendo el PC de Chillán el anfitrión de la cita política; tuvimos luego un diálogo abierto con la asociación Willimapu de Bulnes y otros encuentros con dirigentes políticos.
Terminamos, finalmente con una rueda de prensa en Chillán, en un tradicional café céntrico el sábado al mediodía y conversamos ahí con los periodistas sobre la complejidad del escenario actual y futuro de la relación entre Pueblos Indígenas, Estado y Sociedad.
Los periodistas estaban muy interesados en poder establecer si el Gobierno, con sus recientes diálogos, tiene efectivamente la voluntad de enfrentar las demandas pendientes. Yo señalé algo que ya vengo diciendo hace tiempo: el actual Gobierno perdió tres de sus cuatro años para haber facilitado dicha relación y no haber hecho crecer, con su desidia, la problemática mapuche en la Araucanía.
En efecto, el reclamo indígena, en parte sustantiva, tiene que ver con el no cumplimiento de compromisos que quedaron pendientes desde el 2009, entre otros la compra y transferencia de tierras a comunidades cuyo listado fue aprobado en el 2007.
La Presidenta Bachelet avanzó hasta cerca de la mitad del compromiso contraído con 115 comunidades y cuidó de dejar pre-programado el saldo de las respuestas hasta el 2012 y varios proyectos de ley en el congreso. Todo aquello quedó congelado.
Y esto es sólo un botón de muestra, pues hay que agregar el incumplimiento en la aplicación de los deberes que el convenio 169 impone al Estado en materia de derechos indígenas.
En suma: no hubo respuestas asociadas además de una creciente represión de la demanda indígena, todo lo cual exacerba las tensiones. Pero esto es casi pasado.
Lo que más me preocupa es el rol de la Oposición actual en este tema. Al respecto señalé a los periodistas que mi mirada es crítica pues observo más bien a una oposición reactiva y no pro-activa en este tema.
Y no tengo seguridad absoluta que los partidos de la oposición, hoy demasiado preocupados de la negociación electoral, se den el espacio suficiente para incorporar el problema indígena en la agenda programática como un tema relevante.
De hecho, el borrador-borrador, del primer texto de acuerdo programático de los seis partidos de la Oposición (Concertación+PC+IC) sólo considera ¡una línea de referencia! para el tema indígena y dice relación con el ya viejo compromiso del reconocimiento constitucional de nuestros pueblos.
Dicho esto, en el texto-borrador no hay ninguna otra referencia. En consecuencia, de seguirse este derrotero, es obvio que la temática indígena no será considerada de manera suficiente y nuevamente podría ocurrir un problema de cuasi invisibilización de la Cuestión Indígena en el programa de la campaña presidencial.
Por lo tanto, no es el presente o el pasado lo que importa sino que en el futuro de las próximas semanas y meses, el tema indígena no sea uno más del montón.
El problema, en el que coincidimos en la rueda de prensa, es que esto podría ser un grave error político, pues los indígenas, como los estudiantes y el movimiento social en general hoy, no están disponibles para aceptar como línea programática de un nuevo gobierno, algo menos de lo que ya se ha planteado en las grandes movilizaciones de estos tres años.
Reflexionando en voz alta entonces, un amigo periodista resumió de manera notable la conversación: “O sea, me dijo, el próximo gobierno sería algo así como comer un plato de tallarines con virutilla”. Celebramos la “salida” de nuestro amigo, y todos entendimos la metáfora.