Nunca será excesivo denunciar el corrosivo efecto que ha tenido el sistema binominal en las prácticas políticas de nuestro país. Inventado por los asesores de la dictadura (o sea, los actuales líderes de la derecha, principalmente de la UDI), el sistema ha corrompido las formas de hacer política y degradado la autoridad del Congreso Nacional.
Las negociaciones que están en curso para armar las plantillas de candidatos a senadores y diputados, tanto en el oficialismo como en la oposición, están dejando al desnudo las miserias de un sistema que distorsiona la voluntad de los electores. Ya se ha dicho hasta la saciedad: si una lista obtiene el 65% y otra el 33% de los votos, ambas eligen un parlamentario.
En los hechos, las negociaciones de los partidos anticipan los resultados. Como se eligen solo dos diputados por distrito y dos senadores por circunscripción, el partido que instala al candidato más fuerte en la lista de su coalición (apellido conocido, figuración en los medios, con más dinero para la campaña, etc.), tiene prácticamente asegurada su elección, ya que lo normal es que cada coalición elija un parlamentario (lo excepcional es que una coalición doble en votación a la otra y se quede con los dos cargos).
En este esquema de hierro, los partidos prefieren que los parlamentarios en funciones se queden en el cargo, porque cuentan con las redes que se requieren para sobrevivir en las competencias. Esa es la clave del principio que, casi sin rubor, se proclama en las negociaciones: “el que tiene, mantiene”.
O sea, el parlamentario en ejercicio consigue un seguro contra incendios y puede considerarse prácticamente reelegido antes de que voten los ciudadanos. Así es como algunos diputados cumplirán 24 años en el cargo.
El único factor de incertidumbre para los “propietarios” de los escaños ha sido la gradual incorporación de las primarias, que van alcanzado gran legitimidad como procedimiento de participación dentro de los partidos y las coaliciones. De todos modos, quien ocupa el cargo lleva mucha ventaja.
No pocos pronunciamientos de algunos senadores y diputados sobre tal o cual materia están frecuentemente influidos por el cálculo acerca de cómo sacarle ventaja al probable “socio/adversario” con el que compartirán lista. Ese ha sido el caso de varios diputados ansiosos por saltar al Senado. Cada paso y cada palabra están en función de la posibilidad de sumar votos como sea.
En el caso de la centroizquierda –y dado que la mayoría de los chilenos apoya a Michelle Bachelet para la Presidencia-, algunos parlamentarios incluso hacen ostentación de una supuesta “cercanía” con ella para mejorar su propia posición electoral. Todo vale.
Es irritante constatar que hay diputados y senadores prácticamente inamovibles gracias al bendito sistema electoral. Y cuando corren algún peligro de ser removidos por los electores, se cambian de distrito o circunscripción. Son las reglas del juego, se dirá. Así es. Pero se trata de un juego corrupto, que ha favorecido la formación de una casta parlamentaria.
El 22 de enero, el Senado se pronunció sobre un proyecto de cambio del binominal que fue enviado en 2005 por el gobierno del Presidente Lagos, el que permitía aumentar el número de diputados y obligaba a discutir un nuevo sistema. El resultado fue este: 23 senadores votaron a favor de la idea de legislar, 13 en contra y 2 se abstuvieron. ¡Y el proyecto fue rechazado! Se necesitaban 25 votos para aprobarlo.En otras palabras, una minoría de 13 senadores (de un total de 38) tiene el poder de bloquear el cambio de un sistema insanablemente desprestigiado.
Por si fuera poco, a veces queda al descubierto el penoso nivel de algunos miembros del Congreso, con lo que surge una pregunta perfectamente legítima: ¿en qué se ganarían la vida algunos de ellos si no fueran parlamentarios protegidos por un sistema electoral espurio?
Se requiere iniciativa popular en esta materia. Lo primero es explicar a los ciudadanos en qué consiste la trampa, pues no todos saben qué significa realmente el binominal, como lo demostró una encuesta reciente. ¿Cómo es posible que elijamos concejales de un modo impecablemente democrático, mediante un sistema proporcional, y no a quienes elaboran las leyes de la República?
La explicación es estrictamente política. Patricio Melero y los demás dirigentes de la UDI defienden la última trinchera de la vieja institucionalidad por razones mezquinas: el subsidio del binominal favorece al partido electoralmente más fuerte dentro de la coalición que se ubica como segunda fuerza nacional, y ese es precisamente el caso de la UDI dentro de la Alianza. ¡Ya es hora de que RN se dé cuenta y se atreva a cruzar el río!
¿Qué opina Golborne de todo esto? ¿Qué opina Allamand? ¿Qué herencia quiere dejar Piñera en esta materia que es crucial para la respetabilidad del Parlamento y para que los jóvenes se sientan motivados a votar?
Ninguna reforma política es más importante que ésta. Todos los candidatos presidenciales tienen el deber de pronunciarse sin ambigüedades al respecto. Del mismo modo, todos los candidatos a diputados y senadores. Hay que votar sólo por quienes se comprometan a establecer un sistema electoral que permita tener una democracia libre de sospecha.